La aviadora
Circa 1974 Se vivía en el Uruguay una situación de guerra interna, y el Grupo de Aviación N° 2 Caza se mantenía en alerta de combate las 24 horas del día, con un avión y su piloto siempre preparados para el decolaje inmediato. Era una mañana de primavera, y Pilotoviejo, entonces Teniente 2°, era el piloto en turno, cuando sonó la alarma en la Brigada Aérea I indicando "scramble". Mientras corría hacia el avión "en alerta", con sus ametralladoras completas de munición y con la fuente de poder para el arranque conectada y siempre caliente, le alcanzaron el traje "anti G" y su casco junto con la advertencia: - no es un ejercicio, hay un avión sobrevolando el Penal de Libertad. ¡La alarma es real!
La puesta en marcha se realizó en tiempo record, abreviando procedimientos según la cartilla especial para esas circunstancias, lo que incluía el armado de las ametralladoras en la misma línea de estacionamiento. Un momento antes de soltar los frenos se montó en la cabina trasera el entonces Tte.1° Carlos Schöpf. En el acelerado carreteo se solicitó a Carrasco Torre "prioridad militar", que habilitó la preferencia de paso del T-33 frente a un Avro 748 de Aerolíneas Austral que, como aún hoy lo puede "ver" Pilotoviejo, debió frenar bruscamente y quedar hamacándose sobre su amortiguador delantero, para ceder el ingreso al taxiway al caza... El decolaje se inició directamente desde el acceso a la pista 24, y luego de subir el tren de aterrizaje y los flaps se mantuvo 100% de potencia en la turbina mientras se ponía rumbo al Penal. Mientras se recorría rápidamente el trayecto de unas 25 millas, desde el Control de Operaciones del Grupo se completaba la información: un avión pequeño, aparentemente propulsado a hélice, sobrevolaba el Penal, que estaba custodiado por el Ejército. Según los efectivos militares, esa aeronave estaba "espiando" y "tomando fotografías", que así lo indicaban sus sucesivos movimientos de aparición y ocultamiento tras una elevación cercana a la cárcel. Se realizó la aproximación a muy baja altura, para facilitar la visualización del avión enemigo en el contraste con el cielo y a su vez dificultar el avistamiento del propio. También teníamos una fuerte prevención contra los seguramente muy nerviosos dedos en los gatillos de las ametralladoras antiaéreas del Penal, por lo que no pasamos directamente sobre el predio sino a prudentes 500 metros, siempre en vuelo rasante.
En la primer pasada al norte del Penal no logramos avistar a la aeronave supuestamente espía, y recién al completar un rápido viraje de 180° y regresar por el sur pudimos verlo. La identificación del avión y la interpretación de la situación fue rápida. Se trataba de un aeroaplicador Grumman Ag-Cat y estaba fumigando una plantación distante unos 2000 metros de la cárcel. Las apariciones y ocultamientos que desde el punto de vista de los custodios del Penal eran claro indicio de actividades de espionaje, eran solamente las típicas maniobras propias de la fumigación aérea. Se trasmitió la información a Operaciones del Grupo, donde estaban en comunicación con Operaciones del Comando de la Fuerza Aérea, a su vez en contacto radial con las autoridades del establecimiento carcelario. Estos últimos no coincidieron en la apreciación de la situación con los tripulantes del T-33, e insistieron en calificarla de espionaje, por lo que desde el Comando FAU se impartió la orden de que se debía hacer cesar tales vuelos, orden que fue retrasmitida a Pilotoviejo.
Se esperó a que el Ag-Cat debiera recargar el pesticida, pero cuando lo hizo, fue una maniobra tan rápida que estaba ya decolando nuevamente antes de que Pilotoviejo pudiera haberse hecho notar pasando bajo delante de su proa. Pilotoviejo, enfurecido, estuvo a punto de descargar una ráfaga de las ametralladoras calibre .50 delante del fumigador, pero afortunadamente primó la cordura, puesto que tampoco esa acción hubiera sido notada por el piloto agrícola.
Se dice que al Control de Operaciones del Grupo 2 llegó la orden de hacer fuego y derribar la aeronave. Afortunadamente esa orden no se retrasmitió a Pilotoviejo, quien siempre agradecerá no haber sido puesto en el dilema moral consiguiente. La cuestión fue resuelta en Operaciones del Grupo, donde se confió en el análisis de la situación realizado por los pilotos que estaban en el lugar, y se tomó para sí la responsabilidad del no derribo del fumigador. Tres larguísimos minutos más tarde, coincidió la siguiente recarga del Ag-Cat con la llegada de un helicóptero UH1-H Huey desde la Brigada Aérea I, y ahora sí, el pasaje rasante del T-33 sobre la nariz del fumigador que, sorprendido, derrapó en la brusca frenada casi chocando a su camión reabastecedor. El piloto del Ag-Cat seguramente nunca supo lo cerca que estuvo de ser derribado por un avión de la misma Unidad de Vuelo que veinte años después le rendiría justo homenaje.
Sí, ese piloto era la Sra. Mirta Vanni. Pilotoviejo
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