|
|
El más trabajador
Corría abril de 1971 o 1972. Melilla tenía pista de
pasto-balastro. Cuando uno la miraba de lejos, era de pasto, pero
al rodar sobre ella, se veía balastro.
Ya habíamos repetido el viaje a la estancia varias veces, casi
siempre los sábados, a veces los domingos. En contadas ocasiones
nos quedábamos a dormir en la estancia y las pocas veces que esto
sucedió fue por la razón de que Alcides y Ramiro salían para las
ferias y no volvían a buscarnos por la tarde. Ellos se iban de
recorrida por las ferias para comprar ganado.
Y yo me decía, ¡Qué suerte que tiene Ramiro! Se va a todas las
ferias en avión.
Yo fui un par de veces a ellas, y la verdad es que era alucinante
sobrevolar bajito, ver todo el espectáculo allá abajo y a los
pocos minutos aparecer caminando en ese mismo lugar, gaseosa en
mano y aquí no pasó nada. Del ganado ni hablamos. Miraba al
paisanaje entonadito que se divertía mucho y me iba a dar un
paseo por donde estaban los aviones, con Ramiro. Nunca hablaba
con nadie. Había mucho héroe por ahí y ellos hablaban entre
ellos. En esa época había aviones en las ferias, por lo menos en
las que yo fui por aire. Victorica, Dutra, Banco Comercial y
algún otro. Los pilotos se conocían, o mejor, yo sabía quién era
piloto por la gente que saludaba Ramiro
Era domingo de tarde, una de esas tardes de otoño, de esas que se
pueden derechamente llamar prístinas. Clarísima, templada, el
aire fresco del día había calmado y se iba gestando un atardecer
calmo, sereno, tibio, esos atardeceres de otoño en los cuales se
oyen los ruidos de muy lejos.
Salimos para Melilla a eso de las 4 y media. Un poco tarde ya que
la hora de salir eran las 3 y media a 4, después que mi padre
arreglaba los asuntos pendientes con el capataz.
Vuelo manso, por nuestra derecha esa especie de calina leve
mezclada con los humos que se levantaban casi verticales, tonos
de amarillo mezclados con la luz del sol. Por nuestra izquierda
el Uruguay entero que se tendía verde y suavemente ondulado hasta
los confines del lejano horizonte, todo iluminado por el sol en
un día indiscutiblemente diáfano.
En esas épocas los domingos divinos en Melilla se movía la cosa.
Al llegar cerca de Canelones iniciamos descenso. Mi padre y
Alcides venían atrás hablando de sus cosas.
Pobres....creo que no se percataban de que estábamos volando. A
mi no me dejaban tocar los comandos porque tenían miedo que
estrellara el avión.
En eso, Ramiro toma el micrófono bastante antes de lo
acostumbrado y se reporta a la torre de Melilla: “Adami Torre,
aquí Alfa Oscar Foxtrot, buenas tardes.
Silencio corto y la respuesta: Alfa Oscar Foxtrot, aquí Adami,
buenas tardes, prosiga.
Intercambio habitual para entrar en el CTR de Adami y proceder al
aterrizaje.
La radio estaba muy activa. Muchos aerodinos dando paseos cortos,
teníamos turno 2 o 3, pero la torre nos indicó un aterrizaje
directo en la 18. Vientos Calmos – CAVOK.
El parlante único estaba en el techo y Ramiro no usaba
auriculares, por lo que la comunicación era oída por todos
abordo.

En eso, Adami indicó Alfa Oscar Foxtrot, prosiga en final
.autorizado aterrizaje, turno 1.
Nos aproximamos suavemente, tren abajo, flaps abajo, larga final.
En la radio se sucedían las comunicaciones, activas como pocas
veces.
Ya en corta final, Alcides, con su pucho de armar en la boca
(apagado desde antes de subir al avión por expresa solicitud del
piloto) se inclinó hacia delante, y con tono de cierta admiración
comentó:
-Ché este Adán Torre, que lo
parió, no descansa nunca. De Melilla, sin duda, es el más
trabajador!!
Martín Rubio
|