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Prólogo
Los aviadores militares corremos el
riesgo de no realizarnos jamás en nuestra vocación. En un país
de tradición pacífica como nuestro Uruguay, por mucho que nos
esforcemos y por mucho que nos dediquemos a nuestra profesión,
ocurre con frecuencia que nunca nos llega el día de ponernos
verdaderamente a prueba, para saber si realmente los esfuerzos
propios y ajenos han dado sus frutos y somos capaces de cumplir con
la misión asignada. Por eso cuando una tripulación se
encuentra con condiciones de riesgo y de dificultad muy superiores a
las de cualquier entrenamiento previo, culminar exitosamente esa
misión es un notable triunfo.
Cuando la misión consiste en rescatar
seres humanos de una muerte segura, ese triunfo se convierte en
verdadera hazaña.
"Para que otros puedan vivir"
es lo que reza el emblema del Grupo No. 5 Helicópteros de la Fuerza
Aérea Uruguaya. Sus pilotos hacen honor al lema.
Pilotoviejo |

EN LA MADRUGADA DE UN VIERNES 13
13 de agosto de 1993
04:04 hs.
En una casita de la Villa Militar, un barrio cercano al Aeropuerto
Nacional de Carrasco, suena el teléfono con un timbrazo largo e
impertinente. El dueño de casa atiende semidormido, pero pronto se
despierta del todo.
- Buenas noches, mi
Capitán. Teniente Malaquín, Oficial de Servicio. Acaba de llegar una
llamada informando de un incendio muy importante en el Palacio de la Luz.
Bomberos informa de varios muertos y que en la azotea del edficio hay
varias personas y que solicitan apoyo de helicópteros.
Mientras el Oficial habla, el
recién despierto hace su composición de lugar:
-Muy bien; hágame el favor,
llame al Teniente Recoba y dígale que voy a buscarlo...
Con gestos rápidos, el Capitán
(Av) Jorge W. Jackson, un hombre alto y delgado, viste un par de vaqueros
y ropa de abrigo, y tras una ligera higiene, sube a su auto y arranca.
Como Jefe de Operaciones del Grupo 5 de Helicópteros, sabe que antes de
llamarlo a él, el Oficial de Servicio debe haber llamado a la tripulación
de guardia, pero él sabe también que esa tripulación está calificada
solamente en máquinas UH-1H, un monomotor.
Un incendio de las proporciones que dicen que tiene éste, puede ser
extremadamente peligroso para un helicóptero monomotor, por peligro de
ingestión de aire caliente que provoque un paro en la turbina.
Pero el Grupo 5 tiene también helicópteros Bell 212 bimotores, mucho más
confiables en una emergencia como ésta y él sabe que la tripulación de
guardia no está calificada en esas máquinas. Por eso asume la
responsabilidad de ser él mismo quien vuele el helicóptero de auxilio,
junto al Teniente Recoba, hombre de vasta experiencia.
04:20 hs.
El Escort frena bruscamente delante de la casa, donde el Teniente 1º (Av)
Bernardo Recoba está esperando, ya vestido con su mono verde de vuelo. Al
llegar a la Base 1, el coche devora los últimos metros antes de detenerse
delante de las instalaciones del Grupo. Mientras Jackson corre a su cuarto
para cambiarse, el Tte. Recoba, un morocho de gran bigote, se dirige a
grandes zancadas hacia la plataforma donde varios mecánicos se afanan
alrededor de un helicóptero blanco y azul, que tiene la insignia de una
abeja pintada en el montante de la puerta delantera.
04:28 hs.
Se reporta presente el último Oficial que faltaba de los pilotos del Grupo
5, que habían comenzado a ser llamados en su totalidad a las 03.55, dos
minutos después de que el Oficial de Servicio recibiera el pedido de
apoyo.
04:30 hs.
El Capitán Jackson y el Capitán (Av) Huber Togni, con los guantes y los
cascos en la mano, mantienen un breve diálogo con el Oficial de Servicio,
quien los pone al corriente del último informe que está trasmitiendo por
teléfono el Oficial Rodríguez del Cuerpo Nacional de Bomberos. Entretanto,
las radios de Montevideo están informando de la situación, pero algunas de
ellas están dando datos pavorosos: se habla de veinticinco personas en la
azotea del edificio.
04:37 hs.
Los Capitanes Jackson y Togni, quien dirigirá desde tierra la operación,
suben al helicóptero que ya está con los motores en marcha, piloteado por
el Tte.1º Recoba. Los Cabos Luis A.Curcho y José M. Villarrueta, quienes
operarán los equipos de auxilio, ya están a bordo, junto con un Bombero
del Cuartelillo del Aeropuerto.
04:40 hs.
En medio del estruendo de sus motores a turbina y el huracán de las palas,
el helicóptero FAU 030 deja el suelo y volando a centímetros del suelo se
desliza a lo largo de las taxiways, hasta llegar a la entrada de la
plataforma, donde Recoba da potencia y el helicóptero se lanza hacia el
cielo. Han pasado sólo treinta y seis minutos desde que el teléfono sonó
en la casa del Capitán Jackson.

04:45 hs.
Con la antena del Canal 4 a la vista, el helicóptero vuela con rumbo 270º
a 500 pies de altura. Dejando la antena a la izquierda, enfila hacia el
Palacio Legislativo, con sus mármoles brillando iluminado por los
reflectores de la calle. Detrás del Palacio, aparecen algunos puntos
rojos, cuya forma y color cambian constantemente.
04:48 hs.
Los puntos rojos se transforman en una hoguera de pesadilla, con lenguas
de fuego brotando incontenibles de los agujeros que fueran ventanas en el
Palacio de la Luz. El helicóptero deja el edificio a su derecha y vira
hacia la bahía, buscando el espacio para el aterrizaje en la zona naval de
los Fusileros Navales, pero la poca visibilidad lo hace buscar un lugar
más aparente, hasta que encuentra un espacio para aterrizar junto al
Muelle de Escala, detrás del edificio principal del Comando de la Armada.
04:50 hs.
El helicóptero aterriza sobre la explanada de adoquines y el Capitán Togni
salta a tierra. Se aproxima un coche patrullero de la Policía y tras
breves palabras, el Capitán Togni se hace cargo del vehículo para
trasladarse hasta la zona del incendio. El conductor prende los faros de
emergencia y toma por la rambla portuaria, buscando un lugar para área de
aterrizaje del helicóptero y que sea seguro para la operación de las
ambulancias que deberían evacuar a los previsibles heridos.
05:00 hs.
En un espacio junto al espejo de agua de la bahía, entre la Rambla
portuaria que allí hace una curva y la orilla, Togni detecta un espacio
apropiado para el aterrizaje del helicóptero y la operación de las
ambulancias. Un alto cerco de alambre tejido y un portón impide el acceso,
pero los elementos de Radio Patrulla creen en aquello de “a grandes males,
grandes remedios”. Detienen un enorme camión Scania Vabis y le piden al
conductor que derribe la cerca y el portón.
El chofer avanza lentamente hasta tocar el portón y entonces pone primera
y acelera. El portón y la cerca de alambre quedan a un costado,
transformados en un montón de escombros metálicos. Ahora, la Policía corta
el tráfico hacia la Rambla Portuaria y procede a traer las ambulancias que
van tomando posición sobre la Rambla, mientras se instalan luces
estroboscópicas y señales fumígenas para señalar la zona de aterrizaje.
A la carrera, el Capitán Togni llega hasta una esquina del edificio en
llamas y mantiene una breve conferencia con el Subjefe de Policía de
Montevideo, para determinar cuántas son y dónde están las personas
refugiadas en la azotea. Con un equipo de radio sintonizado en la
frecuencia del helicóptero en la mano, Togni le comunica al FAU 030 que se
aproxime a la zona preparada para la operación.
05:03 hs.
Utilizando el faro de búsqueda para iluminar los alrededores, el FAU 030
aterriza en la zona balizada y frenéticamente, descarga el material de
auxilio no imprescindible. El Cabo Villarrueta queda en tierra para
preparar el material, pero suben dos Bomberos, el Subcomisario Walter
Alzugaray y el Bombero de 1ª. Carlos Caravaca.
05:04 hs.
La Policía avisa al Hospital Policial que adopte las medidas necesarias
para una posible recepción de sobrevivientes y que preparen el helipuerto.
05:10 hs.
El helicóptero FAU 030 decola nuevamente y volando sobre la bahía, procura
colocarse con la proa orientada hacia el viento, que en esos momentos
sopla de los 320º con una intensidad de 15 a 25 kilómetros.
Volando a 500 pies indicados, el 030 comunica que no puede ver la posible
zona de rescate en la azotea, pues el humo es denso. Las corrientes de
aire que genera el fuego cada vez más intenso, hacen que el humo tenga una
conducta muy errátil, cubriendo toda la zona como un fúnebre palio.
Con el faro de localización encendido, los pilotos del helicóptero tratan
de buscar referencias para dirigir el aparato hacia la zona donde se
presume que puedan haberse refugiado los sobrevivientes. Esto se hace
sumamente difícil, pues la oscuridad impide ver los cables de sujección de
las varias antenas que hay en la azotea y el humo espeso disminuye más aún
la visibilidad.
05:30 hs.
Con la radio en la mano, el Capitán Togni se acerca al edificio en llamas,
para guiar al helicóptero en su aproximación. Alrededor de él cae una
lluvia de vidrios rotos, desde las ventanas que explotan por el calor.
Desde lo alto, cae un acondicionador de aire ardiendo que estalla al dar
contra el suelo.
Las llamas son cada vez mas intensas y amenazan propagarse a la azotea,
transformada hasta ese momento en el último refugio de varias personas,
cuyo número real no ha podido aún determinarse exactamente.
Para evitar encandilamiento de los pilotos se ordena apagar los
reflectores de los Bomberos. Ahora, mientras desde tierra se informa al
FAU 030 de la dirección del viento y de la que se cree mejor zona para el
rescate, el helicóptero se acerca desde el sur, para tratar de ubicarse
sobre el edificio y proceder a bajar al Subcomisario Alzugaray para que
pueda apreciar de visu la situación y organizar el rescate.
Sobre la zona oeste, usando como referencia la antena de microondas
erigida en el centro de la azotea, los pilotos mantienen la máquina en
vuelo estacionario a unos 60 mts. de altura, mientras el Cabo Curcho
despliega el brazo de la grúa y prepara el “penetrador de bosques”, que es
un aparato muy parecido a un ancla con tres brazos, pendiente de un cable
de acero, con pequeñas plataformas rebatibles, sobre las cuales puede
sentarse una persona o bien pararse sobre ellas y abrazarse al cable, pues
no hay ninguna clase de cinturón de seguridad...
Volando lentamente alrededor del edificio, por arriba del nivel de las
peligrosas antenas que lo coronan, en un momento se alcanza a ver a tres
personas agrupadas en una de las esquinas de la azotea, y poco después a
otra más, la que ha elegido como precario refugio una especie de cofa de
vigía que hay en la antena de microondas, en un desesperado intento de
alejarse lo más posible del fuego.
Los informes que se han recibido hablaban de veinte o más sobrevivientes,
y es imperativo que alguien descienda a la azotea y organice la
evacuación, imponiendo un cierto orden a gente que aterrorizada, pueda
tratar de salvar su vida por sobre las de los demás, poniendo así en
peligro la de todos y arriesgando hacer fracasar todo el operativo.
Por eso, se procede a bajar al Oficial de Bomberos hacia un piso que se
estima y adivina, pero que no se ve por la espesa capa de humo negro.
Cuando sube la grúa, no viene nadie en ella y la tensión sube al máximo,
pues no se sabe porqué nadie ha subido en busca de la salvación.

En esas circunstancias, con la adrenalina galopando en el torrente
sanguíneo, el Cap. Jackson da la orden de abandonar la posición y salir
del foco del incendio.
No se está abandonando la empresa; muy por el contrario, lo que se busca
es dar un respiro a la fenomenal tensión nerviosa que domina a todos y que
puede llevar a un error de apreciación o de acción.
Volando sobre la bahía, a través de los intercomunicadores se habla, se
inquiere y se informa de la normalidad de cada uno de los elementos que se
están utilizando.
Se respira hondo, se normaliza la voz y un par de minutos después: -
“Bueno, vamos a probar otra vez”.
Ahora, el edificio arde por los cuatro costados de los últimos pisos,
generando poderosísimas columnas ascendentes de aire recalentado, mientras
Recoba y Jackson vigilan los instrumentos de temperatura de las turbinas,
con pies y manos bailoteando sobre los pedales y las columnas de mando.
Este tipo de helicóptero está provisto de un sistema de control –el
Automatic Flight Control System- que ayuda a controlar los parámetros de
vuelo estacionario y que a través del SCAS (Stability Control Aumentations
System) permite al piloto una mayor fineza en las maniobras. Este sistema
se alimenta con los datos electrónicos que obtiene mediante sensores en la
nariz del helicóptero, pero en estos momentos los mismos están recogiendo
tantos datos simultáneamente y alimentando con ellos al AFCS que llegan a
casi saturar su capacidad de asimilar y procesar información.
Se pilotea casi a ciegas, pues el humo es negro y espeso. Ahora el aparato
se desplaza a lo largo de la fachada norte, con la cola hacia fuera y
tratando de penetrar el humo con el reflector de búsqueda.
En una zona en la que se puede entrever el suelo de la azotea, el Bombero
Caravaca se monta en el penetrador y hace señas al operador de la grúa que
lo baje, sacudido por las ráfagas de viento del rotor.
De pronto, desde abajo, en la negrura del humo y de la noche, brilla la
linterna de señales de los Bomberos y entonces Curcho obliga a la grúa a
recobrar cable mientras lo guía con la enguantada mano.
Al cabo de interminables segundos, aparecen dos hombres sentados en el
penetrador con las piernas y brazos entrelazados en un nudo de
desesperación y con la cara desencajada. Curcho los introduce en la cabina
y comprueba que ambos están bajo los efectos del shock mientras el
helicóptero se dirige hacia la zona de aterrizaje.
Los camilleros se dan prisa en trasladar a los rescatados hacia las
ambulancias, donde los envuelven en frazadas, pues uno de ellos está
sufriendo un casi congelamiento.
El Capitán Jackson y el Teniente Recoba cambian de asientos y así Jackson
asume la responsabilidad de mandar y pilotear simultáneante.
Vueltos a la azotea, ahora pueden ver un poco en medio del humo, lo que
les permite darse cuenta de que el perímetro del edificio es un muro de
casi dos metros de alto, coronado todo alrededor del mismo con mástiles de
banderas. Esto y las invisibles riendas de acero que sujetan las antenas,
son un obstáculo insalvable para una aproximación a nivel de la azotea por
lo que Jackson decide volver a colocarse en la vertical y volver a bajar
la grúa. Mientras el helicóptero se sacude violentamente por las ráfagas
de aire ardiente, otra vez se baja el cable y otra vez las linternas de
los Bomberos guiñan su señal de esperanza.
En la azotea quedan un hombre y una señora que, aterrorizada, se niega a
ser evacuada por el helicóptero.
El Subcomisario Alzugaray, comprensivamente, le pone una mano en el hombro
y le habla casi al oído, aunque tenga que gritar para dominar el rugido de
las llamas, que ya empiezan a asomar por el ducto de lo que fuera una
churrasquera.
-“Señora, hasta que usted
no baje, yo tengo que quedarme con usted...Soy casado y tengo tres
hijos...usted y yo tenemos mucho por qué vivir...”
La mujer, con el rostro
crispado y los ojos llenos de lágrimas, hace un ademán de asentimiento y
en un segundo se encuentra sentada en el penetrador, abrazando
desesperadamente a su compañero, mientras vuela por el aire hacia la
seguridad.
Mientras Curcho los ayuda a entrar, el helicópero retrocede y virando
fuertemente, se dirige a la zona de aterrizaje, donde demora sólo segundos
en descargar sus casi resucitados pasajeros. Ahora sólo quedan los dos
Bomberos y el hombre trepado a la antena de microondas, al que el
Subcomisario Alzugaray también tiene que convencer de que baje, y cuando
el penetrador atraviesa otra vez la capa de humo, es evacuado junto con
sus salvadores.
Jackson, con el sudor corriéndole por el rostro, empuja el bastón de mando
y se precipita hacia el improvisado helipuerto.
06:05 hs.
Se confirma que en los tres rescates, se evacuaron cinco personas y los
dos Bomberos, quienes informan que no hay más sobrevivientes para ser
rescatados.
06:20 hs.
La tensión ha aflojado y mientras las ambulancias se llevan a los recién
evacuados, el Capitán Jackson informa por radio que está decolando rumbo a
la Base.
Tras el sentimiento casi palpable de alivio, tras el lento descenso del
nivel de adrenalina, los tripulantes del helicóptero sienten que la vida
los inunda en cálidos borbotones, que les calienta todo el cuerpo.
Pero más allá de saber que han cumplido con lo que algunos llaman deber y
otros solidaridad humana, más allá de los abrazos y felicitaciones de
camaradas y extraños, no olvidan que la misión no terminó todavía y
paulatinamente, la exaltación cede paso al profesionalismo.
En el Aeropuerto Nacional de Carrasco, desde la Base Aérea I, está
saliendo en esos momentos un Hércules de la Fuerza Aérea, que conduce al
Presidente de la República en una visita de Estado.
La plataforma de aterrizaje del Grupo 5, que está al lado de la Sala VIP,
está llena de gente que asistió a la partida del Primer Mandatario y eso
es un motivo más para hacer un impecable circuito de tránsito y posar en
el suelo los patines del helicóptero, con una gran, gran suavidad...
Y mientras la gente aguarda para abrazarlos, Jackson y Recoba,
profesionales hasta la médula, recitan en voz baja las últimas palabras
del Manual:
- ¿Paso colectivo?
- Abajo..
- ¿Aceleradores?
- En marcha mínima...
- ¿Instrumentos de motor?
- Dentro de los límites...
- ¿Aceleradores?
- Cerrados..
- ¿Combustible?
- Bombas uno y dos, en off...
- ¿Generadores?
- Uno y dos, apagados...
- ¿Inversores?
- Apagados...
- ¿Baterías?
- Apagadas...
Ahora sí, la misión ha
terminado.
Andrés Mata
Montevideo, agosto de 1993
Este artículo fue publicado
previamente en la edición 1993 de Aeronoticias, Revista Uruguaya de
Aviación.
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