El 19 de agosto de 1868 arribó a Montevideo desde Buenos Aires, el aeronauta francés Mr. Casimir Baraille, en el vapor de la carrera de bandera de los Estados Unidos “James T. Brady”, buque que competía con otros en esta ruta. Su objeto era realizar en nuestra capital ascensiones aerostáticas, como las tres que había efectuado en aquella ciudad meses atrás.

Las referidas ascensiones serían las primeras demostraciones aeronáuticas que se harían en nuestro país, de acuerdo a los rastreos e investigaciones que hemos llevado a cabo en el correr de mas de quince años; teniendo en cuenta la posibilidad de que en 1855, el aeronauta también francés: Paul Lartet, lo hubiera intentado en Montevideo antes de dirigirse a Buenos Aires, donde en octubre y noviembre de 1955, con su “montgolfiera” (globo de aire caliente) fracasó en tres intentos de hacerse a los aires, según datos extraídos de un trabajo de indagación de nuestro extinto amigo argentino Oscar Luis Rodríguez.

La citada afirmación que hemos hecho está basada en las pesquisas anteriores hechas años atrás por el también extinto amigo, historiador aeronáutico y documentalista Carlos L. Bernasconi, quién descubrió en la “Antología Epigramática” de Francisco Acuña de Figueroa la breve composición poética “El que alzó mas alto el nombre de la Patria”, que figura en la página Nº.235, del tomo primero, con el Nº.560, en la cual en sus versos el poeta se refiere al globo “Patria Oriental”, que hizo “un francés maquinista”, da para pensar que quizá Lartet fuera el tal “francés maquinista”, lo que promovió a Luis A. Musso que en 1969 publicara un artículo sobre el tema en el diario “Acción” de Montevideo. Por todo lo cual insertamos estos antecedentes como referencia histórica, sin haber encontrado nada que los verifique.


560
El que alzó más alto el nombre de la patria

El globo “Patria Oriental”
Que hizo el francés maquinista,
Subió a perderse de vista
Entre aplauso general.
Con razón ora un papel
Dice, hablando de tal hombre,
Que de nuestra patria el nombre
Nadie alzó más alto que él.
                            F. A. de Figueroa




Baraille en Buenos Aires, abril y mayo de 1868
Estas ascensiones que hizo con éxito en Buenos Aires, aunque aparentemente con poco suceso económico, fueron realizadas con dos globos de gas diferentes: “Le Zéphyr” y el “Estrella del Sud”. El primero lo había traído de Europa. Con él había hecho demostraciones en París, Burdeos y Lyon; era de seda, de ocho metros de diámetro y podía contener 250 metros cúbicos de gas.

La primera tuvo lugar el 5 de abril de 1868, soltando amarras a las 16 y 30 horas de la Plaza del Parque esquina Tucumán (hoy Gral. Lavalle) mientras la “Banda de Garibaldinos” ejecutaba lo mejor de su repertorio, ascendió llevando en sus manos las banderas argentina y francesa y descendió en Punta Chica, al sur de Barracas. Luego de salir de la barquilla, el globo se le escapó de las palmas, (pues todavía contenía un poco de gas, a pesar de haber accionado el desgarre), yendo a perderse en el Río de la Plata.

Por medio de una colecta popular y con la ayuda de la Municipalidad, hizo construir el “Estrella del Sud”, similar al “Le Zéphyr”, pero mas grande pudiendo admitir hasta 495 metros cúbicos (17.500 pies cúbicos) de gas de alumbrado y de unos treinta metros de altura; se construyó en un tiempo record para una plaza como Buenos Aires, sin experiencia en hacer este tipo de trabajos, como poder fabricar un ingenio aéreo, es muy factible que ya lo trajera de Europa o por lo menos las partes importantes para su construcción, ejemplo: la válvula de control, la red, la válvula de desgarre, etc. El hecho fue que este nuevo globo pintado con los colores nacionales (azul y blanco) quedó en condiciones para que el sábado 23 de mayo de 1868, Baraille cumpliera su segunda “suelta” y primera con dicho esférico, ahora desde la Plaza de la Victoria (hoy Plaza de Mayo), también en la tarde, yendo a descender a unas tres millas fuera del canal en el Río de la Plata, donde fue rescatado en buenas condiciones, al igual que su globo por embarcaciones que lo seguían, dado que al otro día, domingo 24 de mayo pudo efectuar la última ascensión de ese año en Buenos Aires. Esta vez llevó a un acompañante en la barquilla, se trataba del dueño del “Café del Tiro”; soltaron amarras en la tarde, dando algunos canastazos con la barquilla contra unas paredes próximas a la suelta, yendo a descender en un lugar cercano a la Boca del Riachuelo, sin mayores contratiempos mas que la pérdida del aparato que siguió casi a flor de agua, llevado por el viento con el poco gas que le quedaba. Fue perseguido por el aeronauta en una ballenera sin mayor suerte; sin embargo de alguna manera logró recuperarlo, pues con el “Estrella del Sud” hizo todas las ascensiones en Montevideo.


Baraille en Montevideo, de agosto a diciembre de 1868
Primera Ascensión en Montevideo desde la Plaza de la Constitución, el 25 de agosto de 1868

Inmediatamente de su llegada a nuestra ciudad, Baraille se apersonó a la Junta Económica Administrativa, cuyo presidente era el Dr. Manuel Herrera y Obes, a fin de ofrecer sus servicios el próximo 25 de agosto de 1868, en que se festejaba la fiesta patria, con el objeto de ejecutar el fantástico espectáculo de una ascensión aerostática en su globo “Estrella del Sud”. A su vez visitó las redacciones de los diarios que se editaban en Montevideo, a fin de asegurarse la promoción del evento, con miras de futuras “sueltas”.

Luego de haber asegurado el contrato para el 25 de agosto, por el cual la municipalidad le pagaba $500.- pesos por una ascensión en la Plaza de la Constitución, mandó traer de Buenos Aires los aparejos de su globo con el propósito de preparar todo y dejarlo pronto. Paralelamente hizo los arreglos necesarios en la Compañía del Gas con la finalidad del llenado de su ingenio del fluido que se usaba para el alumbrado de la ciudad.
El globo llegó el 23 de agosto en el vapor “Río Uruguay”, se revisó y se dejó en condiciones para el espectáculo.

En el año 1868, en que el Presidente de la República era el General Lorenzo Batlle, quién había asumido sus funciones el 1º de marzo, la crisis económica que ya se avizoraba sus síntomas en 1867, se fue intensificando por diferentes causas: como el permanente estado de guerra interna; el mantenimiento de nuestro cuerpo expedicionario en la Guerra de la Triple Alianza, que se venía desarrollando desde 1865 en el Paraguay; y a las que había que sumar otras causas. Para colmo de males ese año fue epidémico, por una nueva invasión del cólera, aunque sus picos ya habían pasado, pues fueron en los meses de enero y febrero. No obstante las diversiones públicas se mantenían: los teatros, circos, plaza de toros y carreras de caballos, siempre contaban con asistentes.
Por lo que el anuncio de la ascensión aerostática para el 25 de agosto, costeada por la Junta Económica Administrativa, prometía atraer muchas personas, mas de las que habitualmente en ese mismo lugar presenciaban la ceremonia militar.

El martes 25 de agosto fue un día propicio para la demostración, con poco viento y cielo claro. Como estaba previsto primero se efectuó el solemne Te Deum en la iglesia matriz, pasando mas tarde las autoridades nacionales, encabezadas por el Presidente de la República General Batlle, al edificio del Cabildo, del otro lado de la Plaza de la Constitución, donde desde sus balcones presenciaron la parada militar de los cuerpos de la guarnición de Montevideo, con sus bandas de músicos.
Un gran gentío poblaba la plaza y las calles adyacentes, cuyo número según el diario “La Tribunita” era mayor a 5.000 personas y conforme al diario “La Tribuna” de 8.000 a 10.000 almas. Antes de la hora prevista quedó henchido el “Estrella del Sud” con el gas de alumbrado.

A las 14 y 30 se puso en movimiento el globo, sostenido por veinte hombres de un grueso cable (el “guide-rope” o cabo regulador, cuerda gruesa de buena longitud que se usaba para navegar a baja altura, sobre todo de noche y también para el momento del aterrizaje) con Baraille en la barquilla, donde flameaban las banderas uruguaya y francesa. El esférico fue llevado hacia donde se encontraba el Presidente de la República; terminado el preámbulo y luego de dar una vuelta a toda la plaza, lo colocaron en el centro y de allí ascendió, eran mas o menos las tres de la tarde.
Se elevó a regular altura, salvando los edificios que rodeaban la plaza. Como la brisa era del norte llevó al globo hacia el sur, alcanzando en pocos minutos la costa a la altura del Templo Inglés (frente a donde hoy se encuentra el actual) internándose unas cuantas cuadras en el río, momento en que Baraille accionó la válvula y comenzó a perder altura, descendiendo a unos mil metros de la costa, cuando largó el ancla y esperó asido a su salvavidas unos diez o quince minutos que llegara el vaporcito “Artigas”, el cual estaba pronto para esta emergencia, recogiéndole a él y a su balón sin inconvenientes.

El pintor italiano Eduardo de Martino, famoso marinista de la corte inglesa (que estuvo activo en el Uruguay por esa época y sobre quién mas adelante, Manuel Larravide guió sus preferencias y le sirvió de modelo, al que fue consecuente), se hallaba presente en la plaza e hizo un bosquejo del aspecto animadísimo que ofrecía el espectáculo de la ascensión para enviarlo a la gran revista británica “The Illustrated London News”.

El éxito de esta demostración hizo que la empresa de circo permanente “18 de Julio” que se encontraba ubicado en la calle del 18 de Julio Nº394, frente al Cementerio Británico (sitio que hoy ocupa el Palacio Municipal), convino arreglos para que el aeronauta efectuara una ascensión el domingo 30 de agosto, como final de la función de ese día de la Compañía Ecuestre que estaba actuando en dicho escenario, el cual era en realidad una especie de teatro abierto y permanente con capacidad de mil “lunetas”, hoy llamadas butacas, cuarenta palcos, gradas, etc., que le daban una capacidad total de tres mil lugares, donde hacían sus representaciones las diferentes compañías del tipo circense que pasaban por Montevideo.


Segunda Ascensión desde el circo “18 de Julio”
30 de agosto de 1868

El 28 de agosto comenzó en la prensa de Montevideo la publicidad para la nueva ascensión del “Estrella del Sud” con su intrépido aeronauta, que tendría lugar el próximo domingo 30 de agosto. En los diarios de la mañana de ese domingo se anunciaba una variante: llevaría a su esposa, quién se arrojaría al vacío con un paracaídas. Como había una gran expectativa por esta nueva e insólita “suelta” y el día era bastante adecuado, con poco viento y no mucha nubosidad (calculamos unos cinco octavos de estrato cúmulos y cúmulos de buen tiempo), las calles contiguas al circo estaban colmadas de curiosos ávidos de ver el esférico con sus ocupantes alzarse hacia las nubes. Sin embargo dentro del local había poca gente, dado que no tuvo éxito la venta de entradas, por el hecho de que el espectáculo era factible verlo desde afuera; lo cual conspiró contra los intereses del aeronauta y la empresa.

Baraille como era lógico de suponer tenía muchos gastos para el funcionamiento de su aeróstato, ¿vaya a saber cuanto costaba el metro cúbico de gas? y el “Estrella del Sud” llevaba unos 495 m³; hoy llenar el globo costaría unos 280 dólares, de acuerdo a lo que cobra la Compañía del Gas de Montevideo, continuadora de aquella que habían fundado en julio de 1853 los señores: Demetrio Ísola, Juan Miguel Martínez y Javier Álvarez y, que en ese año de 1868, recibió un fuerte impulso económico, mediante la organización de una nueva compañía en la que intervino el Barón de Mauá.

A pesar del poco éxito económico de ese día y quizá pensando en las próximas ascensiones que iba a realizar, a las 3 horas de la tarde soltó las amarras del globo que partió raudo hacia las nubes, pendiendo desde la barquilla la pretendida “esposa” del aeronauta que no era mas que una colosal muñeca vestida de miriñaque y accesorios.
El globo pasó a regular altura, llevado por una brisa del sur sobre los antiguos corrales del abasto en la Aguada, momentos en que Baraille aprovechó para soltar a su “esposa”, convertida en una gran muñeca de trapo, que cayó pendiendo de un paracaídas en la playa de la Aguada, donde unos muchachones se encargaron de destrozarla, volviendo en triunfo a la ciudad con sus restos; mientras otros curiosos que lo perseguían en coche, a caballo y a pié, llegaron tarde para salvarla de la consabida maldad de los grupos de jóvenes perversos comunes a todas las épocas. El hecho es que esta fue la primera vez que en nuestro país se usó el paracaídas y no como creímos hasta no hace mucho que había sido en diciembre de 1915, con el descenso desde el globo “Quo Vadis” del paracaidista ítalo-argentino Marco Turco Greco, en las cercanías del Parque Urbano (hoy Rodó).

El “Estrella del Sud” al quedar liberado del peso de la muñeca y el paracaídas, ascendió vertiginosamente, introduciéndose en las nubes y desapareciendo de la vista, con gran alarma de todos los que seguían su ruta, desde calles puertas y azoteas.
Según contó Baraille a la prensa, al atravesar la capa de nubes el gas se dilató por el calor del sol, ascendiendo mas aún, por lo que tuvo que abrir la válvula con el fin de dejar escapar el gas y así comenzar el descenso, observando la capa de nubes a sus pies, que ahora era mas compacta, notó un fenómeno que le pareció extraño, un arco iris totalmente cerrado y de no muy grandes proporciones, con la sombra del globo en el medio.
Este fenómeno que es muy común para el que vuela, lo observó por primera vez el sabio español Antonio de Ulloa sobre la cumbre del Pambamarca en Ecuador, en una de sus expediciones a fines del siglo XVIII, por lo que se le conoce como “círculo de Ulloa” a su vez el primer tripulante de un globo que lo observó y lo detalló por escrito, fue Camille Flammarion, célebre astrónomo francés, quién acompañó al famoso aeronauta Mr. Eugéne Godard en una serie de viajes aéreos en 1867 y 68 notando este fenómeno el día 15 de abril de 1868, es decir cuatro meses y medio antes de Baraille.

El aeróstato siguió su marcha conservando mas o menos rumbo norte, hasta que Baraille decidió aterrizar antes que se alejara mucho de la ciudad. El descenso tuvo lugar a las cuatro de la tarde en las proximidades de Toledo, cerca del “corral de piedras”, en la quinta del señor Livi, luego que el ancla y las cuerdas que largó fueron tomadas firmemente por ayudantes ocasionales que lo seguían. El aeronauta fue conducido por los propietarios de la chacra en un coche hasta la capital, remitiéndole mas tarde el balón que estaba en perfectas condiciones.

Los comentarios de esta ascensión en la prensa fueron muy elogiosos, por lo que el francés se animó a anunciar otra para el próximo domingo 6 de setiembre, partiendo desde la Plaza Independencia. Solicitó por medio de los diarios la ayuda de toda la población, a fin de solventar los cuantiosos gastos que le exigía realizar el citado acontecimiento, por modesta que esta fuera, aceptando donaciones mínimas de cuatro centésimos, las que se recibieron en la imprenta del diario “La Tribuna” y en la Sala de Comercio.
La suscripción popular no tuvo éxito en esa primera semana, por lo que hubo que postergar la tercera ascensión dos semanas mas, hasta el domingo 20 de setiembre, en que casi se logró recaudar los fondos suficientes, para henchir el globo con el gas de alumbrado necesario.


Tercera ascensión desde la Plaza Independencia
20 de setiembre de 1868

En aquél domingo 20 de setiembre, casi de primavera, el viento de superficie reinante era fuerte del este noreste, lo que por un lado pareciera favorecer los planes de Baraille, por lo menos los propósitos que él había publicitado en los diarios de Montevideo, en los cuales anunció el proyecto de que si el viento era propicio trataría de llegar hasta Buenos Aires, baladronada para incitar al público a presenciar el despegue del globo, (claro sin saber que los vientos que normalmente predominan en altura son del noroeste y mas arriba del oeste, dirección contraria de donde se encuentra la capital argentina). El hecho fue que la Plaza Independencia, se colmó de público, ansioso de ver nuevamente la notable visión del aeróstato remontándose en los aires, sin nada que impidiera observar todos los preparativos y su abastecimiento con el gas de alumbrado. En esos años la citada plaza no tenía las proporciones de hoy en día; recién el 24 de agosto de 1877, durante el gobierno del Coronel Lorenzo Latorre, se le anexó el predio de la antigua ciudadela, con el Mercado Viejo, que ocupaba parte de la plaza, quedando desde entonces con el área que luce en la actualidad.

Con el motivo de la “suelta” del globo, la ciudad se mantuvo con una constante animación y bullicio durante todo el día. Gracias a una colecta de último momento al público que se hizo presente, que según los cálculos de “La Tribunita” era de mas de cuatro mil personas, Baraille pudo finalizar de solventar los gastos de la ascensión, que como se verá mas adelante llegaba a la suma de $200.-pesos.

A las dos de la tarde, con todo pronto y el “Estrella del Sud” henchido del gas necesario, se soltaron amarras al grito del francés de ¡¡larguen todo!!. El balón quizá con mucho lastre para los 495m³ y el gas no tan puro como las otras veces (lo que le quitaba poder ascensional), fue arrastrado por el fuerte viento, subiendo en forma oblicua y no vertical, sin poder salvar las paredes del Hotel Malacoff (Plaza Independencia 110), que se interponía en su ruta, entrando en colisión con ese edificio, produciéndole averías en la tela del globo (aparentemente una rasgadura de un metro), con la consabida pérdida de gas; Baraille reaccionando rápidamente, se desprendió de lastre a fin de salvar los obstáculos que fueron apareciendo con las construcciones mas altas de la hoy “ciudad vieja”, logrando dar un gran salto elíptico sobre la pequeña urbe, mientras desde la barquilla tremolaba las banderas nacional y francesa.

Según el diario “El Siglo” del 21 de setiembre de 1868, Baraille manifestó que el “Estrella del Sud” alcanzó los mil doscientos metros de altura, de acuerdo a la alteración barométrica que observó. Es difícil que haya llegado a ese nivel en el poco trecho de su desplazamiento, pues bajó en la bahía de Montevideo, con el consiguiente descenso también oblicuo, en realidad recorrió quince cuadras sobre el eje de la actual calle Sarandi. Su llegada a tierra (o mejor dicho al agua), fue sin que tuviera necesidad de usar la válvula para dejar escapar gas, lo que nos dice del gran daño que le produjo en la envoltura del esférico el accidente de la salida y colisión contra el Hotel Malacoff.

El lugar exacto de su “acuatizaje” fue al costado de la fragata del Imperio del Brasil “Niteroi” que en realidad era una corbeta de tres mástiles, buque insignia del Almirante Barón de Tamandaré, la cual estaba fondeada frente al cuartel de Dragones (entre las calles Guaraní, Buenos Aires, Patagones, hoy Lindolfo Cuestas, y Sarandí), que en ese año alojaba al Batallón Constitucional y donde en 1890 se construyó un cuartel para el Batallón 3º de Cazadores, mas tarde sede de la Escuela Naval y luego de la Escuela de Enfermería Dr. José Scoseria (ex Carlos Nery). Primero fue auxiliado por dos falúas enviadas prestamente por su propietario el señor Conceiçao y, a los pocos minutos por el vaporcito “Artigas”, que estaba pronto para la emergencia y lo recogió.

En el mes de setiembre, antes de esta tercera ascensión, Baraille se puso en contacto con la empresa de la Plaza de Toros que funcionaba en la Villa de la Unión de Montevideo desde 1855, a fin de efectuar un espectáculo en conjunto, aprovechando una corrida. La primera intención que se tuvo fue dejar el “Estrella del Sud” cautivo y hacer varias ascensiones con pasajeros, como se estilaba en Europa (ejemplo: el balón cautivo del Trocadero en París), hasta una altura de cien metros, llamándose por la prensa a los interesados que se animaran a subir en el aeróstato; dando la dirección de Baraille para que los intrépidos aficionados se dirigieran directamente a él, en el Club Extranjero, calle Cerrito Nº215.
Parece que no hubo interesados, porque finalmente se hizo una ascensión en la Plaza de Toros, pero a globo libre, como se verá enseguida.

A los pocos días comenzó la propaganda para la cuarta ascensión, que tendría lugar en la referida Plaza de Toros, el domingo 4 de octubre, con la variante que el aeronauta subiría montado en un caballo, luego que se lidiara el cuarto toro de los cinco de esa tarde. Esto de subir en un caballo aunque parezca disparatado tuvo antecedentes: en 1798 el aeronauta francés Testu-Brissy inició este cruel deporte, siguiéndole un 14 de julio de 1850 Mr. Poitevin desde el hipódromo de París, montado en su pony “Blanche”; aquí como se verá no se llegó a tanto.
La corrida y la ascensión aerostática fueron suspendidas por mal tiempo para el próximo domingo 11, continuándose con la publicidad durante esa semana.


Cuarta ascensión en la Plaza de Toros de la Unión
11 de octubre de 1868

La Plaza de Toros de la Villa de la Unión estaba situada en el espacio delimitado por las calles actuales: Purificación, Odense, Trípoli y Dr. José Irureta Goyena. A cinco cuadras de la Avda. 8 de Octubre hacia el norte, en las proximidades de Larravide y Avellaneda.

Para llegar a esta villa, se usaba el camino a la Unión, sobre el eje de la que es hoy Avda. 18 de Julio y Avda. 8 de Octubre (que se llamaba: camino o calle Real). Este camino se había empezado a pavimentar el 1º de noviembre de 1866, acercando así esta población a la ciudad de Montevideo, sobre todo a partir del 25 de mayo de ese mismo año de 1868, que se inauguró el tranvía a tracción a sangre a la Unión (primer vía férrea que tuvo el país), que según la grafía de la época se la denominaba “trenway” a la Unión y también ferrocarril a la Unión (que en realidad comenzó a funcionar el 1º de junio de 1868) con “wagones” de 1º y 2º (abiertos y cerrados) a veinte centésimos y a diez centésimos, respectivamente, el pasaje entre la Plaza Independencia y la Plaza de Frutos de Maroñas y viceversa. Este transporte colectivo servía a la Plaza de Toros y, en los días de corridas era reforzado a diez o doce “wagones” en la tarde. 

El domingo 11 de octubre amaneció un día perfecto, prácticamente sin viento, con cielo claro y agradable temperatura primaveral, continuando de la misma forma todo el día, lo que propició el espectáculo que se desarrolló en la tarde. El programa de esta corrida extraordinaria, incluía la lidia de cinco toros “de muerte”, traídos de las sierras de Minas; además se había contratado como “primera espada” al matador José Paquique y buenos “banderilleros” que vinieron desde Perú. La ascensión tendría lugar entre el cuarto y el quinto toro.

Las instalaciones de la Plaza se colmaron de público ansioso de gozar del espectáculo taurino y de la “suelta” del “Estrella del Sud”; los diarios calcularon de seis mil a diez mil espectadores.
A las dos de la tarde comenzó la lidia de los toros, según estaba programado. Hubo un accidente cuando se toreaba al tercero, pues el banderillero Ramó, uno de los que vinieron del Perú, fue cogido en una pierna por el bravo animal, caldeando los ánimos del público. Pasó el cuarto y le llegó el turno a Baraille y su globo.

El balón seguramente fue henchido al final de la prolongación de la línea del gas, que en ese año llegó a la Unión. Al igual que lo que se hizo en Buenos Aires en su primera ascensión, el cual luego de haberlo llenado fue llevado por voluntarios desde la Compañía del Gas, en Retiro, hasta la Plaza de la Victoria (hoy de Mayo), es decir unas cuantas cuadras de distancia; con certeza de esa manera se procedió aquel domingo, transportándolo desde el Camino Real (8 de Octubre) hasta la Plaza de Toros.

Se instaló el globo en el medio del ruedo y hacia allí convergió un grupo de personas que llevaban lo que aparentaba ser un caballo (que en realidad era de madera y paja) al cual fingían hacerlo brincar, ilusionado a los espectadores que no lo podían visualizar bien, pues estaba tapado con una gran manta que lo hacía casi invisible. La ficción fue efectiva en los primeros momentos y la concurrencia creyó que era un animal de carne y hueso, hasta que a los pocos minutos no se los pudo engañar mas, dándose cuenta de la superchería, sin que esto molestara a los aficionados. La barquilla se remplazó por el equino de palo y en él se situó Baraille a horcajadas, dando la orden de largar todo, sin los adminículos necesarios y de uso en un globo de gas, sobre todo el lastre, que es junto con la pureza del gas, lo que le da la autonomía al aeróstato.

El “Estrella del Sud” subió casi en línea recta, pues el tiempo no podía ser mas apropiado para esa operación, con el viento calmo. Se calcula que llegó a los ochocientos metros de altura, mientras el francés, que era distinguido a simple vista, montado o parado sobre el “caballo-barquilla”, saludaba con su gorra a los espectadores.
El globo se desplazó unas cuadras hacia el este, impulsado por una tenue brisa del oeste y Baraille ante la curiosa y atenta mirada del público, comenzó el descenso al abrir la válvula de comando del gas, tirando de la cuerda que lo accionaba.

El aterrizaje se produjo en una de las chacras inmediatas a la Unión, cuyo propietario era el señor Basáñez. Todo el mundo corrió a aquel sitio tan cercano, quién a caballo, quién en coche, quién e pié. Todos penetraron en la quinta, con el consiguiente deterioro de los plantíos y la furia del dueño, quién exigió las reparaciones del caso a Baraille. Este contestó con razón que nada le tocaba abonar y que en caso de haber alguna indemnización esta correría por cuenta de la empresa de la Plaza de Toros que lo había contratado. Ante este estado de cosas, fue puesto en conocimiento del altercado el Jefe Político de Montevideo, que se hallaba presente en la corrida, el que ante este original incidente ordenó al Comisario de la Villa fuera él mismo a cerciorarse de la situación, disponiendo este que el aeronauta solo era responsable del daño que personalmente y su globo habían hecho y no el producido por los curiosos que invadieron la propiedad ajena. Finalmente todo quedó solucionado con el pago de veinte pesos que entregó Baraille al señor Basáñez.

Mientras tanto la “fiesta brava” culminó a últimas horas de la tarde, con la lidia del quinto toro. El tren que tuvo que devolver a la concurrencia a Montevideo, hizo viajes hasta las once y media de la noche, de aquella extraordinaria jornada de diversión popular, como fue la combinación de los toros, el globo y la tarde que se prestó para tal suceso.
En el diario “La Tribuna” del viernes 16 de octubre, hace una crónica jocosa de la corrida y la ascensión del “Estrella del Sud” en verso, en largas coplas de las cuales se extraen las que siguen:

...”Se procedió al intermedio
en que Mr. Baraille
subiera con su jamelgo
montado cual Astolfo
por esos aires inmensos
salió el quinto de los toros
(cuando el globo estuvo lejos)
que era obrero y yaguané
bravucón y muy ligero”...

La referida ascensión, a pesar de lo accidentada, tuvo un buen éxito económico para nuestro aeronauta, sin embargo en esa misma tarde del domingo, mientras se desarrollaba el evento, Baraille fue despojado de trescientos pesos que había dejado en su alojamiento del cuarto Nº.8 de la casa situada en la calle cerrito Nº. 213, al lado del Club Extranjero, por un tal Bautista Morisi que huyó a Buenos Aires con el dinero, según su confeso cómplice Fernando Trápoli, quién fue remitido por el Comisario de la 1º. Sección como así figura en un parte que envió el Ministro de Gobierno, José Cándido Bustamante al Canciller de la República. Parece que la justicia actuó rápidamente en aquellos años, pues a los dos días fue detenido Morisi en Buenos Aires y Baraille recuperó su dinero, lo que le permitió subsistir por un tiempo y curarse de una dolencia que lo aquejó durante el mes de noviembre.

En los primeros días de diciembre siempre de 1868 y luego de repuesto de su enfermedad, Baraille comenzó las movilizaciones para publicitar una nueva ascensión por suscripción popular. Para despertar mayor interés en esta última “suelta”, se anunciaba que sería efectuada de noche desde la Plaza Independencia, elevándose el “Estrella del Sud” iluminado “a giorno” con las linternas necesarias. De mas está decir el peligro que esto podría haber significado para el aeronauta, si en verdad pensaba realizarla de esta manera, dada la inflamabilidad del gas de alumbrado, prueba de ello fue el accidente que tuvo al año siguiente en Buenos Aires, el cual se relata mas adelante.

Los anuncios en la prensa se fueron sucediendo y pasaron de un domingo al otro sin que el francés lograra reunir la cantidad suficiente a fin de realizar la ascensión. En uno de los avisos se podía leer: “la “Estrella del Sud”, dirigida por el aeronauta Casimir Baraille que en los aires encenderá un gran fuego artificial, con el globo iluminado y lanzando linternas venecianas en paracaídas”. Ni con esta fantasía pido reunir los fondos necesarios. Finalmente se programó para el domingo 20 de diciembre, pero como no recaudó mas que ciento ochenta pesos y para solventar los gastos necesitaba como mínimo doscientos pesos, por medio de una carta que apareció en los diarios puso aquella suma a disposición que se habían suscrito en su casa de la calle Cerrito Nº. 213.
El lunes 21 de diciembre Baraille partió para Río de Janeiro. Reapareció en nuestra ciudad cinco años mas tarde, como se podrá ver.


Baraille nuevamente en Buenos Aires, años 1869 y 1870

A principios de mayo de 1869 volvió Baraille a Buenos Aires, ciudad que se aprestaba a festejar, como todos los años las fiestas patrias, aunque esta vez con mayor resonancia, pues se inauguraba el sistema de aguas corrientes.
Como el año pasado el aeronauta se presentó a la municipalidad, ofreciendo tres ascensiones, esta vez con un globo igualmente aerostático que se denominaba “América” y, además el raro espectáculo de un descenso en paracaídas (posiblemente semejante al que efectuó en Montevideo en la segunda ascensión).

La municipalidad lo contrató por treinta mil pesos argentinos. Baraille hizo su primera y única ascensión en Buenos Aires, el domingo 23 de mayo, pensando que las otras dos restantes las podría hacer los días prefijados, sobre todo la del 25 de mayo, con la inauguración en la Plaza de la Victoria (hoy Plaza de Mayo) de la primera de dos magníficas fuentes de “fierro” traídas desde Europa, para estrenar el agua corriente.

Largó amarras con el “América” desde el centro de la Plaza de la Victoria a la una y media de la tarde, subiendo reto y muy alto. El viento lo desplazó hacia el río, por lo que maniobró para comenzar el descenso, haciéndolo entre los dos muelles que entonces existían hacia la entrada del Riachuelo y a una ocho cuadras de la Aduana.
Una goleta que iba para el Tuyú, luego que vio el globo fondeó en las cercanías y mandó un bote tripulado por cuatro hombres a fin de darle auxilio, recogiendo al aeronauta y al globo. En esos momentos la falúa de la Capitanía del Puerto, comandada por el Capitán Ángel Castello y tripulada por ocho remeros y un timonel, se dirigía también a recogerlo. Es en esas circunstancias que el vaporcito de excursiones “Cavour” el cual con veinte pasajeros realizaba un paseo por los alrededores, con el mismo designio llegó hasta la pequeña embarcación, a cuyo bordo ya se encontraba Baraille. El entusiasmo de los pasajeros, hizo que pasara el francés y su globo del bote al vaporcito; el balón aún contenía una buena cantidad de gas y se elevaba bastante sobre las embarcaciones que intervenían en el rescate. Baraille continuó desalojando el gas para poder llevar el ingenio a tierra firme, ayudado por los marineros de la falúa quienes apretaban la envoltura con sus remos, cuando sobrevino una terrible explosión e incendio que tomó a las tres pequeñas naves. El gas encendido quemó a una veintena de personas, entre ellas a Baraille, falleciendo dos de los accidentados. Los sobrevivientes del siniestro fueron recogidos por el vapor “Bené”.

La manipulación del gas de cañería, tan inflamable, es de mucho cuidado. Parecería que nuestro aeronauta no fue muy prudente al dejar acercar el globo a la chimenea del vaporcito y ¡pretendía realizar una ascensión nocturna, iluminada con linternas, en Montevideo e fines de 1868!.

En esos días ocurrió en Europa una catástrofe semejante, debido también a la imprudencia, aunque esta vez fue por obra de los curiosos. En Florencia, Italia, ascendió el globo “Le Colosse”, al mando del famoso aeronauta francés, ya nombrado mas arriba, Mr. Eugéne Godard, quién con esta había verificado su 989º ascensión en la cual lo acompañaban cuatro aficionados. El gran aeróstato descendió en San Elero, estación de los F.F.C.C. romanos; los campesinos del lugar que acudieron a su llegada fumaban y el aparato lleno de gas contenía mil doscientos metros cúbicos, que se escapaban por la banda de desgarre, en determinado momento explotó, quemando a muchas personas.

La municipalidad de Buenos Aires, en un rasgo altruista y de justicia, entregó al aeronauta los treinta mil pesos convenidos por tres ascensiones, aunque solo cumplió una. Ese dinero le vino de perillas al que se sumó al recolectado por una colecta popular, pues lo resarció por la pérdida del “América” y pudo viajar a Europa para operarse de cataratas contraídas, según parece por el accidente.

Reapareció en Buenos Aires en 1870, año en que protagonizó un escándalo amoroso, por el cual estuvo un tiempo en la cárcel, desapareciendo del Río de la Plata por un lapso de alrededor de tres años. Lo veremos nuevamente en Montevideo durante 1873, donde efectuó la última ascensión de su vida.


Baraille nuevamente en Montevideo, año 1873

Habían pasado tres años desde las últimas noticias que se conocían de Baraille en el Río de la Plata, luego del escándalo amoroso y su prisión en Buenos Aires.
En agosto de 1873 reapareció nuevamente en Montevideo con un globo denominado “Paz”, sobre el cual no hemos logrado averiguar sus dimensiones y peculiaridades, por lo que creemos sea en términos generales de características semejantes a los primeros.

Como en oportunidades anteriores en Buenos Aires y Montevideo, llegó días antes de la fiesta patria, ofreciendo para esa jornada el espectáculo de una ascensión aerostática, desde la Plaza de la Independencia, en aquel Montevideo casi pueblerino que recién trataba de escapar de las murallas de su ciudadela que lo cercaba y detenía su crecimiento (de esta manera pensaban los gobernantes de la época y hoy ¡ lo que daríamos por mostrar la ciudad vieja amurallada!).

Al igual que cinco años atrás Baraille se presentó a los poderes públicos, a fin de tratar de financiar el inflado del globo con el gas de alumbrado necesario y demás gastos que demandaba la ascensión, siendo ayudado por el gobierno del Dr. José E. Ellauri que era el Presidente de la República, con cien pesos; contó también con el apoyo pecuniario del Jefe Político Comandante Enrique Pereda; además de algo que puso de sus arcas la Junta Económica Administrativa. Así mismo hizo como en otras veces una suscripción popular, que también como en otras veces no tuvo mucho éxito. A todo esto hay que sumarle la publicidad que realizó por los aires, lanzando desde su globo en marcha, cientos y cientos de volantes de propaganda del licor de cortezas de naranjas amargas “Hesperidina” de Bagley, marca aún hoy existente.

Aquel 25 de agosto resultó para la ciudadanía plena de acontecimientos y espectáculos extraordinarios, pues además del consabido Te Deum y posterior desfile militar, tuvo lugar en la tarde la ascensión de Baraille; la ascensión del aeronauta mexicano Teódulo Ceballos desde la Plaza de Cagancha; la función del equilibrista oriental Manuel Roso, que se cumplió en la Plaza de la Independencia desde su centro por un alambre tendido hasta la azotea del “Café de la Buena Moza”; y finalmente fuegos artificiales, también desde esta última plaza.


Última y trágica ascensión de Baraille en la Plaza Independencia
el 25 de agosto de 1873

Amaneció un hermoso día, luminoso y pleno de sol, frío pero sereno, con una brisa del noroeste, característico de un centro de altas presiones, con lento desplazamiento hacia el este, ideal para espectáculos al aire libre.

Temprano en la mañana, Baraille comenzó con el inflado del “Paz”, en la Plaza de la Independencia, mediante un alargue de la cañería desde la Compañía del Gas.Luego de finalizado el solemne Te Deum en la Catedral, en celebración del 48º aniversario de la Independencia del Estado, como de costumbre se trasladaron el Presidente y las autoridades al Cabildo, del otro lado de la Plaza de la Constitución, donde se instalaron en las ventanas del edificio colonial, con el objeto de presenciar el desfile de los cuerpos de la guarnición de Montevideo, compuesto por el Regimiento de Artillería con tres baterías de tren volante y los Batallones: 1º,2º,3º y 4º de Cazadores, comandados por el General José R. Villagrán, quién llevaba como ayudante al Sargento Mayor Graduado Máximo Santos. Finalizado el mismo, la concurrencia ávida de presenciar al intrépido Baraille remontarse en su balón y mas tarde al equilibrista Roso, se trasladó a la Plaza de la Independencia, donde se fueron congregando unas diez mil personas, mas todas las que esperaban el espectáculo desde las azoteas y balcones de las casas circundantes y próximas.

El globo “Paz” repleto de gas de alumbrado a la orden del aeronauta de ¡larguen todo! Dada desde su barquilla de mimbre, a la que había forrado interior y exteriormente de láminas de corcho para darle flotabilidad en caso de descenso en el agua, partió raudo en forma casi vertical. Llevaba como ayuda aeronáutica varios sacos de lastre y un ancla con veinte metros de cuerda. Desde el aire, Baraille sin saco ni sombrero saludaba a la muchedumbre que lo aclamaba, tremolando las banderas uruguaya y francesa, dedicándose casi enseguida a la tarea de lanzar al vacío volantes de propaganda del licor “Hesperidina” de Bagley, como había quedado con la casa representante.

Desmintiendo las noticias que adelantó el diario “La Democracia” del 24 de agosto, no acompañó nadie al aeronauta, allí se decía que las personas cuyas iniciales eran M.A. y A.S. amigos del periodista que escribía, irían en el globo, dejando una zapatería que les pertenecía abandonada. Quizá si esto hubiera sucedido así, las circunstancias habrían sido diferentes y la tragedia que siguió a la suelta no figuraría en la historia como tal.

El esférico, luego de estabilizar su altura fue tomado por un viento previsible del noroeste, como es normal después de cierta altitud, para un día de cielo algo nuboso, con presión alta. Su desplazamiento según las crónicas fue hacia el mar, con un rumbo directo a Punta Carretas, es decir mas o menos al cuadrante sureste, internándose en el Río de la Plata. Dos vaporcitos de la Capitanía del Puerto, que tenían sus fuegos encendidos para prestar auxilio al aeronauta, salieron inmediatamente con rumbo al este, pues el globo fue derivado hacia ese punto, al maniobrar Baraille (lo que se consigue con la válvula) buscando una corriente que lo trajera nuevamente a tierra, consiguiendo con esto que en determinado momento descendiera hasta muy cerca del agua, por lo que el vaporcito “Uruguay”, uno de los dos que salieron, apuraron la marcha con el fin de rescatarlo; fue entonces que el “Paz” se elevó vertiginosamente, dando un gran ascenso, como si hubiera arrojado repentinamente todo el lastre.

El “Uruguay” desde ese momento lo fue perdiendo de vista, hasta que desapareció en el horizonte, habiendo navegado mas de veinticuatro millas náuticas desde el puerto. Recorrió hasta la noche el Banco Inglés y regresó sin noticias del intrépido aeronauta que por última vez había desafiado impunemente los problemas del mar.
La ciudad de Montevideo no se percató inmediatamente de esta tragedia aeronáutica, primera de nuestra historia, esperando ver a Baraille por el interior del país, o en otro lugar, no dándose entera cuenta de la magnitud de este drama, sacando inverosímiles conclusiones en base a informaciones periodísticas y comentarios descabellados por desconocimiento de la aerostación.

Los días pasaron y se fue perdiendo poco a poco el recuerdo del valiente aeronauta que emocionó a Montevideo y Buenos Aires en nueve ascensiones con sus diferentes globos.


En 1930 el Dr. José M. Fernández Saldaña publicó un artículo en el Suplemento Dominical del diario “La Mañana” de Montevideo, del 5 de enero de ese año titulado “La pérdida del globo Paz”, siendo esta la primera vez que se le recordaba, sin que hubiera nada en el artículo que se tuviera en cuenta desde el punto de vista aeronáutico. Igualmente en 1933 se le nombra a Baraille en la página 764 del Tomo III de “Anales Históricos del Uruguay” de Eduardo Acevedo. Recién en 1943 el historiador Juan Carlos Pedemonte por medio de la revista “Mundo Uruguayo” del 21 de enero y a través del libro “Medio Siglo de Aeronáutica” de 1944, expone sus investigaciones y su parecer sobre Baraille y sus globos, de acuerdo a sus conocimientos como aviador amateur.
Juan Maruri
publicado originalmente en
Gaceta de la Aviación Nº 15, diciembre de 1992
publicado en Memorias del Tiempo de Vuelo en octubre de 2009
www.pilotoviejo.com


Bibliografía de la Primera Parte: Casimir Baraille

“La Atmósfera” por Camille Flammarion, Buenos Aires 1875
“Obras Completas de Francisco Acuña de Figueroa”, 1890
“A un siglo de la primera tragedia aérea” por Osvaldo Castro, publicado en La Nación de Buenos Aires el 11 de mayo de 1969
“La pérdida del globo <Paz>” por el Dr. José M. Fernández Saldaña, publicado en La Mañana de Montevideo el 5 de enero de 1930
“Medio Siglo de Aeronáutica”, por Juan Carlos Pedemonte
“Crónica Histórica de la Aeronáutica Argentina”, por Antonio M. Biedma R.
“Anales Históricos del Uruguay”, Tomo III, por Eduardo Acevedo
Documentos del Archivo General de la Nación
Diarios de Buenos Aires:
      La República, 1868
      Gacetilla, 1868
Diarios de Montevideo:
      La Nación, 1855
      Comercio del Plata, 1855 y 1856
      La Tribuna, 1868, 1869 y 1873
      La tribunita, 1868
      El Orden, 1868
      El Mercantil del Plata, 1868
      El Siglo, 1868, 1869 y 1873
      El Telégrafo Marítimo, 1868 y 1873
      La Democracia, 1873
      El Hispano Americano, 1873
Revistas:
      Hojas Selectas de Barcelona, 1910
      Mundo Uruguayo de Montevideo, 1943
      Peña Filatélica de Buenos Aires, 1986