
El 19 de agosto de 1868 arribó a
Montevideo desde Buenos Aires, el aeronauta francés Mr.
Casimir Baraille, en el vapor de la carrera de bandera
de los Estados Unidos “James T. Brady”, buque que
competía con otros en esta ruta. Su objeto era realizar
en nuestra capital ascensiones aerostáticas, como las
tres que había efectuado en aquella ciudad meses atrás.
Las referidas ascensiones serían las
primeras demostraciones aeronáuticas que se harían en
nuestro país, de acuerdo a los rastreos e
investigaciones que hemos llevado a cabo en el correr de
mas de quince años; teniendo en cuenta la posibilidad de
que en 1855, el aeronauta también francés: Paul Lartet,
lo hubiera intentado en Montevideo antes de dirigirse a
Buenos Aires, donde en octubre y noviembre de 1955, con
su “montgolfiera” (globo de aire caliente) fracasó en
tres intentos de hacerse a los aires, según datos
extraídos de un trabajo de indagación de nuestro extinto
amigo argentino Oscar Luis Rodríguez.
La citada afirmación que hemos hecho
está basada en las pesquisas anteriores hechas años
atrás por el también extinto amigo, historiador
aeronáutico y documentalista Carlos L. Bernasconi, quién
descubrió en la “Antología Epigramática” de Francisco
Acuña de Figueroa la breve composición poética “El que
alzó mas alto el nombre de la Patria”, que figura en la
página Nº.235, del tomo primero, con el Nº.560, en la
cual en sus versos el poeta se refiere al globo “Patria
Oriental”, que hizo “un francés maquinista”, da para
pensar que quizá Lartet fuera el tal “francés
maquinista”, lo que promovió a Luis A. Musso que en 1969
publicara un artículo sobre el tema en el diario
“Acción” de Montevideo. Por todo lo cual insertamos
estos antecedentes como referencia histórica, sin haber
encontrado nada que los verifique.
|
560
El que alzó más alto el nombre de la patria
El globo “Patria Oriental”
Que hizo el francés maquinista,
Subió a perderse de vista
Entre aplauso general.
Con razón ora un papel
Dice, hablando de tal hombre,
Que de nuestra patria el nombre
Nadie alzó más alto que él.
F. A. de Figueroa
|
Baraille en Buenos
Aires, abril y mayo de 1868
Estas ascensiones que hizo con éxito en Buenos Aires,
aunque aparentemente con poco suceso económico, fueron
realizadas con dos globos de gas diferentes: “Le Zéphyr”
y el “Estrella del Sud”. El primero lo había traído de
Europa. Con él había hecho demostraciones en París,
Burdeos y Lyon; era de seda, de ocho metros de diámetro
y podía contener 250 metros cúbicos de gas.
La
primera tuvo lugar el 5 de abril de 1868, soltando
amarras a las 16 y 30 horas de la Plaza del Parque
esquina Tucumán (hoy Gral. Lavalle) mientras la “Banda
de Garibaldinos” ejecutaba lo mejor de su repertorio,
ascendió llevando en sus manos las banderas argentina y
francesa y descendió en Punta Chica, al sur de Barracas.
Luego de salir de la barquilla, el globo se le escapó de
las palmas, (pues todavía contenía un poco de gas, a
pesar de haber accionado el desgarre), yendo a perderse
en el Río de la Plata.
Por medio de una colecta popular y con la ayuda de la
Municipalidad, hizo construir el “Estrella del Sud”,
similar al “Le Zéphyr”, pero mas grande pudiendo admitir
hasta 495 metros cúbicos (17.500 pies cúbicos) de gas de
alumbrado y de unos treinta metros de altura; se
construyó en un tiempo record para una plaza como Buenos
Aires, sin experiencia en hacer este tipo de trabajos,
como poder fabricar un ingenio aéreo, es muy factible
que ya lo trajera de Europa o por lo menos las partes
importantes para su construcción, ejemplo: la válvula de
control, la red, la válvula de desgarre, etc. El hecho
fue que este nuevo globo pintado con los colores
nacionales (azul y blanco) quedó en condiciones para que
el sábado 23 de mayo de 1868, Baraille cumpliera su
segunda “suelta” y primera con dicho esférico, ahora
desde la Plaza de la Victoria (hoy Plaza de Mayo),
también en la tarde, yendo a descender a unas tres
millas fuera del canal en el Río de la Plata, donde fue
rescatado en buenas condiciones, al igual que su globo
por embarcaciones que lo seguían, dado que al otro día,
domingo 24 de mayo pudo efectuar la última ascensión de
ese año en Buenos Aires. Esta vez llevó a un acompañante
en la barquilla, se trataba del dueño del “Café del
Tiro”; soltaron amarras en la tarde, dando algunos
canastazos con la barquilla contra unas paredes próximas
a la suelta, yendo a descender en un lugar cercano a la
Boca del Riachuelo, sin mayores contratiempos mas que la
pérdida del aparato que siguió casi a flor de agua,
llevado por el viento con el poco gas que le quedaba.
Fue perseguido por el aeronauta en una ballenera sin
mayor suerte; sin embargo de alguna manera logró
recuperarlo, pues con el “Estrella del Sud” hizo todas
las ascensiones en Montevideo.
Baraille en Montevideo, de agosto a diciembre de
1868
Primera Ascensión en Montevideo desde la Plaza de la
Constitución, el 25 de agosto de 1868
Inmediatamente de su llegada a nuestra ciudad, Baraille
se apersonó a la Junta Económica Administrativa, cuyo
presidente era el Dr. Manuel Herrera y Obes, a fin de
ofrecer sus servicios el próximo 25 de agosto de 1868,
en que se festejaba la fiesta patria, con el objeto de
ejecutar el fantástico espectáculo de una ascensión
aerostática en su globo “Estrella del Sud”. A su vez
visitó las redacciones de los diarios que se editaban en
Montevideo, a fin de asegurarse la promoción del evento,
con miras de futuras “sueltas”.
Luego de haber asegurado el contrato para el 25 de
agosto, por el cual la municipalidad le pagaba $500.-
pesos por una ascensión en la Plaza de la Constitución,
mandó traer de Buenos Aires los aparejos de su globo con
el propósito de preparar todo y dejarlo pronto.
Paralelamente hizo los arreglos necesarios en la
Compañía del Gas con la finalidad del llenado de su
ingenio del fluido que se usaba para el alumbrado de la
ciudad.
El globo llegó el 23 de agosto en el vapor “Río
Uruguay”, se revisó y se dejó en condiciones para el
espectáculo.
En el año 1868, en que el Presidente de la República era
el General Lorenzo Batlle, quién había asumido sus
funciones el 1º de marzo, la crisis económica que ya se
avizoraba sus síntomas en 1867, se fue intensificando
por diferentes causas: como el permanente estado de
guerra interna; el mantenimiento de nuestro cuerpo
expedicionario en la Guerra de la Triple Alianza, que se
venía desarrollando desde 1865 en el Paraguay; y a las
que había que sumar otras causas. Para colmo de males
ese año fue epidémico, por una nueva invasión del
cólera, aunque sus picos ya habían pasado, pues fueron
en los meses de enero y febrero. No obstante las
diversiones públicas se mantenían: los teatros, circos,
plaza de toros y carreras de caballos, siempre contaban
con asistentes.
Por lo que el anuncio de la ascensión aerostática para
el 25 de agosto, costeada por la Junta Económica
Administrativa, prometía atraer muchas personas, mas de
las que habitualmente en ese mismo lugar presenciaban la
ceremonia militar.
El martes 25 de agosto fue un día propicio para la
demostración, con poco viento y cielo claro. Como estaba
previsto primero se efectuó el solemne Te Deum en la
iglesia matriz, pasando mas tarde las autoridades
nacionales, encabezadas por el Presidente de la
República General Batlle, al edificio del Cabildo, del
otro lado de la Plaza de la Constitución, donde desde
sus balcones presenciaron la parada militar de los
cuerpos de la guarnición de Montevideo, con sus bandas
de músicos.
Un
gran gentío poblaba la plaza y las calles adyacentes,
cuyo número según el diario “La Tribunita” era mayor a
5.000 personas y conforme al diario “La Tribuna” de
8.000 a 10.000 almas. Antes de la hora prevista quedó
henchido el “Estrella del Sud” con el gas de alumbrado.
A las 14 y 30 se puso en movimiento el globo, sostenido
por veinte hombres de un grueso cable (el “guide-rope” o
cabo regulador, cuerda gruesa de buena longitud que se
usaba para navegar a baja altura, sobre todo de noche y
también para el momento del aterrizaje) con Baraille en
la barquilla, donde flameaban las banderas uruguaya y
francesa. El esférico fue llevado hacia donde se
encontraba el Presidente de la República; terminado el
preámbulo y luego de dar una vuelta a toda la plaza, lo
colocaron en el centro y de allí ascendió, eran mas o
menos las tres de la tarde.
Se elevó a regular altura, salvando los edificios que
rodeaban la plaza. Como la brisa era del norte llevó al
globo hacia el sur, alcanzando en pocos minutos la costa
a la altura del Templo Inglés (frente a donde hoy se
encuentra el actual) internándose unas cuantas cuadras
en el río, momento en que Baraille accionó la válvula y
comenzó a perder altura, descendiendo a unos mil metros
de la costa, cuando largó el ancla y esperó asido a su
salvavidas unos diez o quince minutos que llegara el
vaporcito “Artigas”, el cual estaba pronto para esta
emergencia, recogiéndole a él y a su balón sin
inconvenientes.
El pintor italiano Eduardo de Martino, famoso marinista
de la corte inglesa (que estuvo activo en el Uruguay por
esa época y sobre quién mas adelante, Manuel Larravide
guió sus preferencias y le sirvió de modelo, al que fue
consecuente), se hallaba presente en la plaza e hizo un
bosquejo del aspecto animadísimo que ofrecía el
espectáculo de la ascensión para enviarlo a la gran
revista británica “The Illustrated London News”.
El éxito de esta demostración hizo que la empresa de
circo permanente “18 de Julio” que se encontraba ubicado
en la calle del 18 de Julio Nº394, frente al Cementerio
Británico (sitio que hoy ocupa el Palacio Municipal),
convino arreglos para que el aeronauta efectuara una
ascensión el domingo 30 de agosto, como final de la
función de ese día de la Compañía Ecuestre que estaba
actuando en dicho escenario, el cual era en realidad una
especie de teatro abierto y permanente con capacidad de
mil “lunetas”, hoy llamadas butacas, cuarenta palcos,
gradas, etc., que le daban una capacidad total de tres
mil lugares, donde hacían sus representaciones las
diferentes compañías del tipo circense que pasaban por
Montevideo.
Segunda Ascensión desde el circo “18 de Julio”
30 de agosto de 1868
El 28 de agosto comenzó en la prensa de Montevideo la
publicidad para la nueva ascensión del “Estrella del
Sud” con su intrépido aeronauta, que tendría lugar el
próximo domingo 30 de agosto. En los diarios de la
mañana de ese domingo se anunciaba una variante:
llevaría a su esposa, quién se arrojaría al vacío con un
paracaídas. Como había una gran expectativa por esta
nueva e insólita “suelta” y el día era bastante
adecuado, con poco viento y no mucha nubosidad
(calculamos unos cinco octavos de estrato cúmulos y
cúmulos de buen tiempo), las calles contiguas al circo
estaban colmadas de curiosos ávidos de ver el esférico
con sus ocupantes alzarse hacia las nubes. Sin embargo
dentro del local había poca gente, dado que no tuvo
éxito la venta de entradas, por el hecho de que el
espectáculo era factible verlo desde afuera; lo cual
conspiró contra los intereses del aeronauta y la
empresa.
Baraille como era lógico de suponer tenía muchos gastos
para el funcionamiento de su aeróstato, ¿vaya a saber
cuanto costaba el metro cúbico de gas? y el “Estrella
del Sud” llevaba unos 495 m³; hoy llenar el globo
costaría unos 280 dólares, de acuerdo a lo que cobra la
Compañía del Gas de Montevideo, continuadora de aquella
que habían fundado en julio de 1853 los señores:
Demetrio Ísola, Juan Miguel Martínez y Javier Álvarez y,
que en ese año de 1868, recibió un fuerte impulso
económico, mediante la organización de una nueva
compañía en la que intervino el Barón de Mauá.
A pesar del poco éxito económico de ese día y quizá
pensando en las próximas ascensiones que iba a realizar,
a las 3 horas de la tarde soltó las amarras del globo
que partió raudo hacia las nubes, pendiendo desde la
barquilla la pretendida “esposa” del aeronauta que no
era mas que una colosal muñeca vestida de miriñaque y
accesorios.
El globo pasó a regular altura, llevado por una brisa
del sur sobre los antiguos corrales del abasto en la
Aguada, momentos en que Baraille aprovechó para soltar a
su “esposa”, convertida en una gran muñeca de trapo, que
cayó pendiendo de un paracaídas en la playa de la
Aguada, donde unos muchachones se encargaron de
destrozarla, volviendo en triunfo a la ciudad con sus
restos; mientras otros curiosos que lo perseguían en
coche, a caballo y a pié, llegaron tarde para salvarla
de la consabida maldad de los grupos de jóvenes
perversos comunes a todas las épocas. El hecho es que
esta fue la primera vez que en nuestro país se usó el
paracaídas y no como creímos hasta no hace mucho que
había sido en diciembre de 1915, con el descenso desde
el globo “Quo Vadis” del paracaidista ítalo-argentino
Marco Turco Greco, en las cercanías del Parque Urbano
(hoy Rodó).
El
“Estrella del Sud” al quedar liberado del peso de la
muñeca y el paracaídas, ascendió vertiginosamente,
introduciéndose en las nubes y desapareciendo de la
vista, con gran alarma de todos los que seguían su ruta,
desde calles puertas y azoteas.
Según contó Baraille a la prensa, al atravesar la capa
de nubes el gas se dilató por el calor del sol,
ascendiendo mas aún, por lo que tuvo que abrir la
válvula con el fin de dejar escapar el gas y así
comenzar el descenso, observando la capa de nubes a sus
pies, que ahora era mas compacta, notó un fenómeno que
le pareció extraño, un arco iris totalmente cerrado y de
no muy grandes proporciones, con la sombra del globo en
el medio.
Este fenómeno que es muy común para el que vuela, lo
observó por primera vez el sabio español Antonio de
Ulloa sobre la cumbre del Pambamarca en Ecuador, en una
de sus expediciones a fines del siglo XVIII, por lo que
se le conoce como “círculo de Ulloa” a su vez el primer
tripulante de un globo que lo observó y lo detalló por
escrito, fue Camille Flammarion, célebre astrónomo
francés, quién acompañó al famoso aeronauta Mr. Eugéne
Godard en una serie de viajes aéreos en 1867 y 68
notando este fenómeno el día 15 de abril de 1868, es
decir cuatro meses y medio antes de Baraille.
El aeróstato siguió su marcha conservando mas o menos
rumbo norte, hasta que Baraille decidió aterrizar antes
que se alejara mucho de la ciudad. El descenso tuvo
lugar a las cuatro de la tarde en las proximidades de
Toledo, cerca del “corral de piedras”, en la quinta del
señor Livi, luego que el ancla y las cuerdas que largó
fueron tomadas firmemente por ayudantes ocasionales que
lo seguían. El aeronauta fue conducido por los
propietarios de la chacra en un coche hasta la capital,
remitiéndole mas tarde el balón que estaba en perfectas
condiciones.
Los comentarios de esta ascensión en la prensa fueron
muy elogiosos, por lo que el francés se animó a anunciar
otra para el próximo domingo 6 de setiembre, partiendo
desde la Plaza Independencia. Solicitó por medio de los
diarios la ayuda de toda la población, a fin de
solventar los cuantiosos gastos que le exigía realizar
el citado acontecimiento, por modesta que esta fuera,
aceptando donaciones mínimas de cuatro centésimos, las
que se recibieron en la imprenta del diario “La Tribuna”
y en la Sala de Comercio.
La suscripción popular no tuvo éxito en esa primera
semana, por lo que hubo que postergar la tercera
ascensión dos semanas mas, hasta el domingo 20 de
setiembre, en que casi se logró recaudar los fondos
suficientes, para henchir el globo con el gas de
alumbrado necesario.
Tercera ascensión desde la Plaza Independencia
20 de setiembre de 1868
En aquél domingo 20 de setiembre, casi de primavera, el
viento de superficie reinante era fuerte del este
noreste, lo que por un lado pareciera favorecer los
planes de Baraille, por lo menos los propósitos que él
había publicitado en los diarios de Montevideo, en los
cuales anunció el proyecto de que si el viento era
propicio trataría de llegar hasta Buenos Aires,
baladronada para incitar al público a presenciar el
despegue del globo, (claro sin saber que los vientos que
normalmente predominan en altura son del noroeste y mas
arriba del oeste, dirección contraria de donde se
encuentra la capital argentina). El hecho fue que la
Plaza Independencia, se colmó de público, ansioso de ver
nuevamente la notable visión del aeróstato remontándose
en los aires, sin nada que impidiera observar todos los
preparativos y su abastecimiento con el gas de
alumbrado. En esos años la citada plaza no tenía las
proporciones de hoy en día; recién el 24 de agosto de
1877, durante el gobierno del Coronel Lorenzo Latorre,
se le anexó el predio de la antigua ciudadela, con el
Mercado Viejo, que ocupaba parte de la plaza, quedando
desde entonces con el área que luce en la actualidad.
Con el motivo de la “suelta” del globo, la ciudad se
mantuvo con una constante animación y bullicio durante
todo el día. Gracias a una colecta de último momento al
público que se hizo presente, que según los cálculos de
“La Tribunita” era de mas de cuatro mil personas,
Baraille pudo finalizar de solventar los gastos de la
ascensión, que como se verá mas adelante llegaba a la
suma de $200.-pesos.
A las dos de la tarde, con todo pronto y el “Estrella
del Sud” henchido del gas necesario, se soltaron amarras
al grito del francés de ¡¡larguen todo!!. El balón quizá
con mucho lastre para los 495m³ y el gas no tan puro
como las otras veces (lo que le quitaba poder
ascensional), fue arrastrado por el fuerte viento,
subiendo en forma oblicua y no vertical, sin poder
salvar las paredes del Hotel Malacoff (Plaza
Independencia 110), que se interponía en su ruta,
entrando en colisión con ese edificio, produciéndole
averías en la tela del globo (aparentemente una
rasgadura de un metro), con la consabida pérdida de gas;
Baraille reaccionando rápidamente, se desprendió de
lastre a fin de salvar los obstáculos que fueron
apareciendo con las construcciones mas altas de la hoy
“ciudad vieja”, logrando dar un gran salto elíptico
sobre la pequeña urbe, mientras desde la barquilla
tremolaba las banderas nacional y francesa.
Según el diario “El Siglo” del 21 de setiembre de 1868,
Baraille manifestó que el “Estrella del Sud” alcanzó los
mil doscientos metros de altura, de acuerdo a la
alteración barométrica que observó. Es difícil que haya
llegado a ese nivel en el poco trecho de su
desplazamiento, pues bajó en la bahía de Montevideo, con
el consiguiente descenso también oblicuo, en realidad
recorrió quince cuadras sobre el eje de la actual calle
Sarandi. Su llegada a tierra (o mejor dicho al agua),
fue sin que tuviera necesidad de usar la válvula para
dejar escapar gas, lo que nos dice del gran daño que le
produjo en la envoltura del esférico el accidente de la
salida y colisión contra el Hotel Malacoff.
El lugar exacto de su “acuatizaje” fue al costado de la
fragata del Imperio del Brasil “Niteroi” que en realidad
era una corbeta de tres mástiles, buque insignia del
Almirante Barón de Tamandaré, la cual estaba fondeada
frente al cuartel de Dragones (entre las calles Guaraní,
Buenos Aires, Patagones, hoy Lindolfo Cuestas, y Sarandí),
que en ese año alojaba al Batallón Constitucional y
donde en 1890 se construyó un cuartel para el Batallón
3º de Cazadores, mas tarde sede de la Escuela Naval y
luego de la Escuela de Enfermería Dr. José Scoseria (ex
Carlos Nery). Primero fue auxiliado por dos falúas
enviadas prestamente por su propietario el señor
Conceiçao y, a los pocos minutos por el vaporcito
“Artigas”, que estaba pronto para la emergencia y lo
recogió.
En el mes de setiembre, antes de esta tercera ascensión,
Baraille se puso en contacto con la empresa de la Plaza
de Toros que funcionaba en la Villa de la Unión de
Montevideo desde 1855, a fin de efectuar un espectáculo
en conjunto, aprovechando una corrida. La primera
intención que se tuvo fue dejar el “Estrella del Sud”
cautivo y hacer varias ascensiones con pasajeros, como
se estilaba en Europa (ejemplo: el balón cautivo del
Trocadero en París), hasta una altura de cien metros,
llamándose por la prensa a los interesados que se
animaran a subir en el aeróstato; dando la dirección de
Baraille para que los intrépidos aficionados se
dirigieran directamente a él, en el Club Extranjero,
calle Cerrito Nº215.
Parece que no hubo interesados, porque finalmente se
hizo una ascensión en la Plaza de Toros, pero a globo
libre, como se verá enseguida.
A los pocos días comenzó la propaganda para la cuarta
ascensión, que tendría lugar en la referida Plaza de
Toros, el domingo 4 de octubre, con la variante que el
aeronauta subiría montado en un caballo, luego que se
lidiara el cuarto toro de los cinco de esa tarde. Esto
de subir en un caballo aunque parezca disparatado tuvo
antecedentes: en 1798 el aeronauta francés Testu-Brissy
inició este cruel deporte, siguiéndole un 14 de julio de
1850 Mr. Poitevin desde el hipódromo de París, montado
en su pony “Blanche”; aquí como se verá no se llegó a
tanto.
La corrida y la ascensión aerostática fueron suspendidas
por mal tiempo para el próximo domingo 11, continuándose
con la publicidad durante esa semana.
Cuarta ascensión en la Plaza de Toros de la Unión
11 de octubre de 1868
La Plaza de Toros de la Villa de la Unión estaba situada
en el espacio delimitado por las calles actuales:
Purificación, Odense, Trípoli y Dr. José Irureta Goyena.
A cinco cuadras de la Avda. 8 de Octubre hacia el norte,
en las proximidades de Larravide y Avellaneda.
Para llegar a esta villa, se usaba el camino a la Unión,
sobre el eje de la que es hoy Avda. 18 de Julio y Avda.
8 de Octubre (que se llamaba: camino o calle Real). Este
camino se había empezado a pavimentar el 1º de noviembre
de 1866, acercando así esta población a la ciudad de
Montevideo, sobre todo a partir del 25 de mayo de ese
mismo año de 1868, que se inauguró el tranvía a tracción
a sangre a la Unión (primer vía férrea que tuvo el
país), que según la grafía de la época se la denominaba
“trenway” a la Unión y también ferrocarril a la Unión
(que en realidad comenzó a funcionar el 1º de junio de
1868) con “wagones” de 1º y 2º (abiertos y cerrados) a
veinte centésimos y a diez centésimos, respectivamente,
el pasaje entre la Plaza Independencia y la Plaza de
Frutos de Maroñas y viceversa. Este transporte colectivo
servía a la Plaza de Toros y, en los días de corridas
era reforzado a diez o doce “wagones” en la tarde.
El domingo 11 de octubre amaneció un día perfecto,
prácticamente sin viento, con cielo claro y agradable
temperatura primaveral, continuando de la misma forma
todo el día, lo que propició el espectáculo que se
desarrolló en la tarde.
El programa de esta corrida extraordinaria, incluía la
lidia de cinco toros “de muerte”, traídos de las sierras
de Minas; además se había contratado como “primera
espada” al matador José Paquique y buenos
“banderilleros” que vinieron desde Perú. La ascensión
tendría lugar entre el cuarto y el quinto toro.
Las instalaciones de la Plaza se colmaron de público
ansioso de gozar del espectáculo taurino y de la
“suelta” del “Estrella del Sud”; los diarios calcularon
de seis mil a diez mil espectadores.
A las dos de la tarde comenzó la lidia de los toros,
según estaba programado. Hubo un accidente cuando se
toreaba al tercero, pues el banderillero Ramó, uno de
los que vinieron del Perú, fue cogido en una pierna por
el bravo animal, caldeando los ánimos del público. Pasó
el cuarto y le llegó el turno a Baraille y su globo.
El balón seguramente fue henchido al final de la
prolongación de la línea del gas, que en ese año llegó a
la Unión. Al igual que lo que se hizo en Buenos Aires en
su primera ascensión, el cual luego de haberlo llenado
fue llevado por voluntarios desde la Compañía del Gas,
en Retiro, hasta la Plaza de la Victoria (hoy de Mayo),
es decir unas cuantas cuadras de distancia; con certeza
de esa manera se procedió aquel domingo, transportándolo
desde el Camino Real (8 de Octubre) hasta la Plaza de
Toros.
Se instaló el globo en el medio del ruedo y hacia allí
convergió un grupo de personas que llevaban lo que
aparentaba ser un caballo (que en realidad era de madera
y paja) al cual fingían hacerlo brincar, ilusionado a
los espectadores que no lo podían visualizar bien, pues
estaba tapado con una gran manta que lo hacía casi
invisible. La ficción fue efectiva en los primeros
momentos y la concurrencia creyó que era un animal de
carne y hueso, hasta que a los pocos minutos no se los
pudo engañar mas, dándose cuenta de la superchería, sin
que esto molestara a los aficionados. La barquilla se
remplazó por el equino de palo y en él se situó Baraille
a horcajadas, dando la orden de largar todo, sin los
adminículos necesarios y de uso en un globo de gas,
sobre todo el lastre, que es junto con la pureza del
gas, lo que le da la autonomía al aeróstato.
El “Estrella del Sud” subió casi en línea recta, pues el
tiempo no podía ser mas apropiado para esa operación,
con el viento calmo. Se calcula que llegó a los
ochocientos metros de altura, mientras el francés, que
era distinguido a simple vista, montado o parado sobre
el “caballo-barquilla”, saludaba con su gorra a los
espectadores.
El globo se desplazó unas cuadras hacia el este,
impulsado por una tenue brisa del oeste y Baraille ante
la curiosa y atenta mirada del público, comenzó el
descenso al abrir la válvula de comando del gas, tirando
de la cuerda que lo accionaba.
El aterrizaje se produjo en una de las chacras
inmediatas a la Unión, cuyo propietario era el señor
Basáñez. Todo el mundo corrió a aquel sitio tan cercano,
quién a caballo, quién en coche, quién e pié. Todos
penetraron en la quinta, con el consiguiente deterioro
de los plantíos y la furia del dueño, quién exigió las
reparaciones del caso a Baraille. Este contestó con
razón que nada le tocaba abonar y que en caso de haber
alguna indemnización esta correría por cuenta de la
empresa de la Plaza de Toros que lo había contratado.
Ante este estado de cosas, fue puesto en conocimiento
del altercado el Jefe Político de Montevideo, que se
hallaba presente en la corrida, el que ante este
original incidente ordenó al Comisario de la Villa fuera
él mismo a cerciorarse de la situación, disponiendo este
que el aeronauta solo era responsable del daño que
personalmente y su globo habían hecho y no el producido
por los curiosos que invadieron la propiedad ajena.
Finalmente todo quedó solucionado con el pago de veinte
pesos que entregó Baraille al señor Basáñez.
Mientras tanto la “fiesta brava” culminó a últimas horas
de la tarde, con la lidia del quinto toro. El tren que
tuvo que devolver a la concurrencia a Montevideo, hizo
viajes hasta las once y media de la noche, de aquella
extraordinaria jornada de diversión popular, como fue la
combinación de los toros, el globo y la tarde que se
prestó para tal suceso.
En el diario “La Tribuna” del viernes 16 de octubre,
hace una crónica jocosa de la corrida y la ascensión del
“Estrella del Sud” en verso, en largas coplas de las
cuales se extraen las que siguen:
...”Se procedió al intermedio
en que Mr. Baraille
subiera con su jamelgo
montado cual Astolfo
por esos aires inmensos
salió el quinto de los toros
(cuando el globo estuvo lejos)
que era obrero y yaguané
bravucón y muy ligero”...
La referida ascensión, a pesar de lo accidentada, tuvo
un buen éxito económico para nuestro aeronauta, sin
embargo en esa misma tarde del domingo, mientras se
desarrollaba el evento, Baraille fue despojado de
trescientos pesos que había dejado en su alojamiento del
cuarto Nº.8 de la casa situada en la calle cerrito Nº.
213, al lado del Club Extranjero, por un tal Bautista
Morisi que huyó a Buenos Aires con el dinero, según su
confeso cómplice Fernando Trápoli, quién fue remitido
por el Comisario de la 1º. Sección como así figura en un
parte que envió el Ministro de Gobierno, José Cándido
Bustamante al Canciller de la República. Parece que la
justicia actuó rápidamente en aquellos años, pues a los
dos días fue detenido Morisi en Buenos Aires y Baraille
recuperó su dinero, lo que le permitió subsistir por un
tiempo y curarse de una dolencia que lo aquejó durante
el mes de noviembre.
En los primeros días de diciembre siempre de 1868 y
luego de repuesto de su enfermedad, Baraille comenzó las
movilizaciones para publicitar una nueva ascensión por
suscripción popular. Para despertar mayor interés en
esta última “suelta”, se anunciaba que sería efectuada
de noche desde la Plaza Independencia, elevándose el
“Estrella del Sud” iluminado “a giorno” con las
linternas necesarias. De mas está decir el peligro que
esto podría haber significado para el aeronauta, si en
verdad pensaba realizarla de esta manera, dada la
inflamabilidad del gas de alumbrado, prueba de ello fue
el accidente que tuvo al año siguiente en Buenos Aires,
el cual se relata mas adelante.
Los anuncios en la prensa se fueron sucediendo y pasaron
de un domingo al otro sin que el francés lograra reunir
la cantidad suficiente a fin de realizar la ascensión.
En uno de los avisos se podía leer: “la “Estrella del
Sud”, dirigida por el aeronauta Casimir Baraille que en
los aires encenderá un gran fuego artificial, con el
globo iluminado y lanzando linternas venecianas en
paracaídas”. Ni con esta fantasía pido reunir los fondos
necesarios. Finalmente se programó para el domingo 20 de
diciembre, pero como no recaudó mas que ciento ochenta
pesos y para solventar los gastos necesitaba como mínimo
doscientos pesos, por medio de una carta que apareció en
los diarios puso aquella suma a disposición que se
habían suscrito en su casa de la calle Cerrito Nº. 213.
El lunes 21 de diciembre Baraille partió para Río de
Janeiro. Reapareció en nuestra ciudad cinco años mas
tarde, como se podrá ver.
Baraille nuevamente en Buenos Aires, años 1869 y 1870
A principios de mayo de 1869 volvió Baraille a Buenos
Aires, ciudad que se aprestaba a festejar, como todos
los años las fiestas patrias, aunque esta vez con mayor
resonancia, pues se inauguraba el sistema de aguas
corrientes.
Como el año pasado el aeronauta se presentó a la
municipalidad, ofreciendo tres ascensiones, esta vez con
un globo igualmente aerostático que se denominaba
“América” y, además el raro espectáculo de un descenso
en paracaídas (posiblemente semejante al que efectuó en
Montevideo en la segunda ascensión).
La municipalidad lo contrató por treinta mil pesos
argentinos. Baraille hizo su primera y única ascensión
en Buenos Aires, el domingo 23 de mayo, pensando que las
otras dos restantes las podría hacer los días
prefijados, sobre todo la del 25 de mayo, con la
inauguración en la Plaza de la Victoria (hoy Plaza de
Mayo) de la primera de dos magníficas fuentes de
“fierro” traídas desde Europa, para estrenar el agua
corriente.
Largó amarras con el “América” desde el centro de la
Plaza de la Victoria a la una y media de la tarde,
subiendo reto y muy alto. El viento lo desplazó hacia el
río, por lo que maniobró para comenzar el descenso,
haciéndolo entre los dos muelles que entonces existían
hacia la entrada del Riachuelo y a una ocho cuadras de
la Aduana.
Una goleta que iba para el Tuyú, luego que vio el globo
fondeó en las cercanías y mandó un bote tripulado por
cuatro hombres a fin de darle auxilio, recogiendo al
aeronauta y al globo. En esos momentos la falúa de la
Capitanía del Puerto, comandada por el Capitán Ángel
Castello y tripulada por ocho remeros y un timonel, se
dirigía también a recogerlo. Es en esas circunstancias
que el vaporcito de excursiones “Cavour” el cual con
veinte pasajeros realizaba un paseo por los alrededores,
con el mismo designio llegó hasta la pequeña
embarcación, a cuyo bordo ya se encontraba Baraille. El
entusiasmo de los pasajeros, hizo que pasara el francés
y su globo del bote al vaporcito; el balón aún contenía
una buena cantidad de gas y se elevaba bastante sobre
las embarcaciones que intervenían en el rescate.
Baraille continuó desalojando el gas para poder llevar
el ingenio a tierra firme, ayudado por los marineros de
la falúa quienes apretaban la envoltura con sus remos,
cuando sobrevino una terrible explosión e incendio que
tomó a las tres pequeñas naves. El gas encendido quemó a
una veintena de personas, entre ellas a Baraille,
falleciendo dos de los accidentados. Los sobrevivientes
del siniestro fueron recogidos por el vapor “Bené”.
La manipulación del gas de cañería, tan inflamable, es
de mucho cuidado. Parecería que nuestro aeronauta no fue
muy prudente al dejar acercar el globo a la chimenea del
vaporcito y ¡pretendía realizar una ascensión nocturna,
iluminada con linternas, en Montevideo e fines de 1868!.
En esos días ocurrió en Europa una catástrofe semejante,
debido también a la imprudencia, aunque esta vez fue por
obra de los curiosos. En Florencia, Italia, ascendió el
globo “Le Colosse”, al mando del famoso aeronauta
francés, ya nombrado mas arriba, Mr. Eugéne Godard,
quién con esta había verificado su 989º ascensión en la
cual lo acompañaban cuatro aficionados. El gran
aeróstato descendió en San Elero, estación de los
F.F.C.C. romanos; los campesinos del lugar que acudieron
a su llegada fumaban y el aparato lleno de gas contenía
mil doscientos metros cúbicos, que se escapaban por la
banda de desgarre, en determinado momento explotó,
quemando a muchas personas.
La municipalidad de Buenos Aires, en un rasgo altruista
y de justicia, entregó al aeronauta los treinta mil
pesos convenidos por tres ascensiones, aunque solo
cumplió una. Ese dinero le vino de perillas al que se
sumó al recolectado por una colecta popular, pues lo
resarció por la pérdida del “América” y pudo viajar a
Europa para operarse de cataratas contraídas, según
parece por el accidente.
Reapareció en Buenos Aires en 1870, año en que
protagonizó un escándalo amoroso, por el cual estuvo un
tiempo en la cárcel, desapareciendo del Río de la Plata
por un lapso de alrededor de tres años. Lo veremos
nuevamente en Montevideo durante 1873, donde efectuó la
última ascensión de su vida.
Baraille nuevamente en Montevideo, año 1873
Habían pasado tres años desde las últimas noticias que
se conocían de Baraille en el Río de la Plata, luego del
escándalo amoroso y su prisión en Buenos Aires.
En agosto de 1873 reapareció nuevamente en Montevideo
con un globo denominado “Paz”, sobre el cual no hemos
logrado averiguar sus dimensiones y peculiaridades, por
lo que creemos sea en términos generales de
características semejantes a los primeros.
Como en oportunidades anteriores en Buenos Aires y
Montevideo, llegó días antes de la fiesta patria,
ofreciendo para esa jornada el espectáculo de una
ascensión aerostática, desde la Plaza de la
Independencia, en aquel Montevideo casi pueblerino que
recién trataba de escapar de las murallas de su
ciudadela que lo cercaba y detenía su crecimiento (de
esta manera pensaban los gobernantes de la época y hoy ¡
lo que daríamos por mostrar la ciudad vieja
amurallada!).
Al igual que cinco años atrás Baraille se presentó a los
poderes públicos, a fin de tratar de financiar el
inflado del globo con el gas de alumbrado necesario y
demás gastos que demandaba la ascensión, siendo ayudado
por el gobierno del Dr. José E. Ellauri que era el
Presidente de la República, con cien pesos; contó
también con el apoyo pecuniario del Jefe Político
Comandante Enrique Pereda; además de algo que puso de
sus arcas la Junta Económica Administrativa. Así mismo
hizo como en otras veces una suscripción popular, que
también como en otras veces no tuvo mucho éxito. A todo
esto hay que sumarle la publicidad que realizó por los
aires, lanzando desde su globo en marcha, cientos y
cientos de volantes de propaganda del licor de cortezas
de naranjas amargas “Hesperidina” de Bagley, marca aún
hoy existente.
Aquel 25 de agosto resultó para la ciudadanía plena de
acontecimientos y espectáculos extraordinarios, pues
además del consabido Te Deum y posterior desfile
militar, tuvo lugar en la tarde la ascensión de Baraille;
la ascensión del aeronauta mexicano Teódulo Ceballos
desde la Plaza de Cagancha; la función del equilibrista
oriental Manuel Roso, que se cumplió en la Plaza de la
Independencia desde su centro por un alambre tendido
hasta la azotea del “Café de la Buena Moza”; y
finalmente fuegos artificiales, también desde esta
última plaza.
Última y trágica ascensión de Baraille en la Plaza
Independencia
el 25 de agosto de 1873
Amaneció un hermoso día, luminoso y pleno de sol, frío
pero sereno, con una brisa del noroeste, característico
de un centro de altas presiones, con lento
desplazamiento hacia el este, ideal para espectáculos al
aire libre.
Temprano en la mañana, Baraille comenzó con el inflado
del “Paz”, en la Plaza de la Independencia, mediante un
alargue de la cañería desde la Compañía del Gas.Luego de
finalizado el solemne Te Deum en la Catedral, en
celebración del 48º aniversario de la Independencia del
Estado, como de costumbre se trasladaron el Presidente y
las autoridades al Cabildo, del otro lado de la Plaza de
la Constitución, donde se instalaron en las ventanas del
edificio colonial, con el objeto de presenciar el
desfile de los cuerpos de la guarnición de Montevideo,
compuesto por el Regimiento de Artillería con tres
baterías de tren volante y los Batallones: 1º,2º,3º y 4º
de Cazadores, comandados por el General José R.
Villagrán, quién llevaba como ayudante al Sargento Mayor
Graduado Máximo Santos. Finalizado el mismo, la
concurrencia ávida de presenciar al intrépido Baraille
remontarse en su balón y mas tarde al equilibrista Roso,
se trasladó a la Plaza de la Independencia, donde se
fueron congregando unas diez mil personas, mas todas las
que esperaban el espectáculo desde las azoteas y
balcones de las casas circundantes y próximas.
El globo “Paz” repleto de gas de alumbrado a la orden
del aeronauta de ¡larguen todo! Dada desde su barquilla
de mimbre, a la que había forrado interior y
exteriormente de láminas de corcho para darle
flotabilidad en caso de descenso en el agua, partió
raudo en forma casi vertical. Llevaba como ayuda
aeronáutica varios sacos de lastre y un ancla con veinte
metros de cuerda.
Desde el aire, Baraille sin saco ni sombrero saludaba a
la muchedumbre que lo aclamaba, tremolando las banderas
uruguaya y francesa, dedicándose casi enseguida a la
tarea de lanzar al vacío volantes de propaganda del
licor “Hesperidina” de Bagley, como había quedado con la
casa representante.
Desmintiendo las noticias que adelantó el diario “La
Democracia” del 24 de agosto, no acompañó nadie al
aeronauta, allí se decía que las personas cuyas
iniciales eran M.A. y A.S. amigos del periodista que
escribía, irían en el globo, dejando una zapatería que
les pertenecía abandonada. Quizá si esto hubiera
sucedido así, las circunstancias habrían sido diferentes
y la tragedia que siguió a la suelta no figuraría en la
historia como tal.
El esférico, luego de estabilizar su altura fue tomado
por un viento previsible del noroeste, como es normal
después de cierta altitud, para un día de cielo algo
nuboso, con presión alta. Su desplazamiento según las
crónicas fue hacia el mar, con un rumbo directo a Punta
Carretas, es decir mas o menos al cuadrante sureste,
internándose en el Río de la Plata. Dos vaporcitos de la
Capitanía del Puerto, que tenían sus fuegos encendidos
para prestar auxilio al aeronauta, salieron
inmediatamente con rumbo al este, pues el globo fue
derivado hacia ese punto, al maniobrar Baraille (lo que
se consigue con la válvula) buscando una corriente que
lo trajera nuevamente a tierra, consiguiendo con esto
que en determinado momento descendiera hasta muy cerca
del agua, por lo que el vaporcito “Uruguay”, uno de los
dos que salieron, apuraron la marcha con el fin de
rescatarlo; fue entonces que el “Paz” se elevó
vertiginosamente, dando un gran ascenso, como si hubiera
arrojado repentinamente todo el lastre.
El “Uruguay” desde ese momento lo fue perdiendo de
vista, hasta que desapareció en el horizonte, habiendo
navegado mas de veinticuatro millas náuticas desde el
puerto. Recorrió hasta la noche el Banco Inglés y
regresó sin noticias del intrépido aeronauta que por
última vez había desafiado impunemente los problemas del
mar.
La ciudad de Montevideo no se percató inmediatamente de
esta tragedia aeronáutica, primera de nuestra historia,
esperando ver a Baraille por el interior del país, o en
otro lugar, no dándose entera cuenta de la magnitud de
este drama, sacando inverosímiles conclusiones en base a
informaciones periodísticas y comentarios descabellados
por desconocimiento de la aerostación.
Los días pasaron y se fue perdiendo poco a poco el
recuerdo del valiente aeronauta que emocionó a
Montevideo y Buenos Aires en nueve ascensiones con sus
diferentes globos.
En 1930 el Dr. José M. Fernández
Saldaña publicó un artículo en el Suplemento Dominical
del diario “La Mañana” de Montevideo, del 5 de enero de
ese año titulado “La pérdida del globo Paz”, siendo esta
la primera vez que se le recordaba, sin que hubiera nada
en el artículo que se tuviera en cuenta desde el punto
de vista aeronáutico. Igualmente en 1933 se le nombra a Baraille en la página 764 del Tomo III de “Anales
Históricos del Uruguay” de Eduardo Acevedo. Recién en
1943 el historiador Juan Carlos Pedemonte por medio de
la revista “Mundo Uruguayo” del 21 de enero y a través
del libro “Medio Siglo de Aeronáutica” de 1944, expone
sus investigaciones y su parecer sobre Baraille y sus
globos, de acuerdo a sus conocimientos como aviador
amateur.
Juan Maruri
publicado originalmente en
Gaceta de la Aviación Nº 15, diciembre de 1992
publicado en Memorias del Tiempo de Vuelo en octubre
de 2009
www.pilotoviejo.com
Bibliografía de la Primera Parte: Casimir Baraille
“La Atmósfera” por Camille Flammarion, Buenos Aires
1875
“Obras Completas de Francisco Acuña de Figueroa”, 1890
“A un siglo de la primera tragedia aérea” por Osvaldo
Castro, publicado en La Nación de Buenos Aires el 11 de
mayo de 1969
“La pérdida del globo <Paz>” por el Dr. José M.
Fernández Saldaña, publicado en La Mañana de Montevideo
el 5 de enero de 1930
“Medio Siglo de Aeronáutica”, por Juan Carlos Pedemonte
“Crónica Histórica de la Aeronáutica Argentina”, por
Antonio M. Biedma R.
“Anales Históricos del Uruguay”, Tomo III, por Eduardo
Acevedo
Documentos del Archivo General de la Nación
Diarios de Buenos Aires:
La República, 1868
Gacetilla, 1868
Diarios de Montevideo:
La Nación, 1855
Comercio del Plata, 1855 y 1856
La Tribuna, 1868, 1869 y 1873
La tribunita, 1868
El Orden, 1868
El Mercantil del Plata, 1868
El Siglo, 1868, 1869 y 1873
El Telégrafo Marítimo, 1868 y 1873
La Democracia, 1873
El Hispano Americano, 1873
Revistas:
Hojas Selectas de Barcelona, 1910
Mundo Uruguayo de Montevideo, 1943
Peña Filatélica de Buenos Aires, 1986
|
|
|