VICKERS VISCOUNT - La PLUNA que fue
La incorporación de los Vickers Viscount a la flota de PLUNA fue mucho más que
la simple compra de un nuevo avión. En la realidad política y aeronáutica del
Uruguay de 1957, fue una apuesta riesgosa.
Dedicado a todos los que fueran mis compañeros de PLUNA, en tierra y a bordo.
Andrés L. Mata |
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VISCOUNT: El nacimiento del concepto
Cuando
finalizó la Guerra Mundial, la industria aeronáutica inglesa se vio enfrentada
al desafío que suponía el introducirse nuevamente en el mercado de los aviones
comerciales, ahora dominado por las fábricas americanas, con cifras siderales de
aparatos de “surplus”, los que fácilmente podían ser convertidos a las
necesidades civiles de transporte y carga.
La
creación de un comité gubernamental presidido por Lord Brabazon of Tara,
encargado de establecer los objetivos y recomendar las políticas a las que debía
de abocarse, es muestra de la seriedad con que se encaró la tarea, vital para la
supervivencia de la que fuera una industria de vanguardia a nivel mundial. Gran
Bretaña, que había sido una de las pioneras en el desarrollo de las turbinas,
estimaba que el esfuerzo debía ser dirigido a la creación de aviones que
utilizaran ese principio para propulsión, ya fuera a reacción pura, o un sistema
mixto, el turbohélice.
En esa
línea de acción ,la Vickers-Armstrong comenzó a estudiar un avión de pasajeros
de alcance medio, que sería movido exclusivamente por turbohélices. A nivel
motores, estaban disponibles tres de ese tipo: el Dart de la Rolls-Royce, el
Mamba de la Armstrong Siddeley y el Napier Naiad, también de la Armstrong
Siddeley.
La
British European Airways Corporation (BEA), establecida para dar servicios entre
las Islas Britanicas y el Continente Europeo, en una jugada de gran visión,
estableció un estrecho relacionamiento con la Vickers y con los fabricantes de
motores, en su calidad de promitente usuario de los nuevos aviones británicos.
El Ministerio de Abastecimientos, que durante la guerra había controlado
rígidamente la totalidad de la industria aeronáutica, autorizó que se fabricaran
dos prototipos, acordes con las especificaciones “Brabazon IIB” (Transporte de
mediano alcance).
En
principio, la Vickers concibió una máquina muy similar al Vickers Viking, un
bimotor de ala baja (pero con tren de aterrizaje triciclo, sin presurización),
pero movido por cuatro motores turbohélices en lugar de los dos recíprocos del
Viking.
Los
motores, en una primera instancia, serían Rolls-Royce Dart de 800 SHP, y el
proyecto, también primariamente, fue denominado “V.C.II”, lo que fuera cambiado
a “Viceroy” primero, y a “Viscount” después, en 1947.
Como las
turbinas “Dart” necesitaban una altura de operación óptima de 8.000 metros
(24.000 pies), la presurización se hizo imprescindible, haciéndose extensiva a
las bodegas de carga del avión. Para mejorar el confort de los pasajeros, se
estudió una eficiente insonorización que permitía niveles de conversación, y se
diseñaron grandes ventanas que daban una excelente visión.
El
prototipo, con motores Dart 502 de 1.125 EHP, llevaba 32 asientos. Fue llamado
“Vickers 630” y matriculado G-AHRF. El 16 de julio de 1948, el jefe de pilotos
de la Vickers lo despegó de Wisley, en Surrey, y durante veinte minutos voló sin
novedades. En los días siguientes, el nuevo avión acumuló 15 horas de vuelo y
fue presentado en Farnborough, el mayor evento aeronáutico del imperio
británico, donde se constituyó en una sensación, al ser el primer avión
comercial con motores turbohélices. Cuando la prensa aeronáutica fue invitada a
volar en él, los pasajeros elogiaron la “suavidad” y “poca vibración” que
permitían las novedosas plantas motrices.
Pruebas
posteriores demostrarían que modificando la posición central del área de
servicios se podría aumentar la cantidad de pasajeros, y como simultáneamente la
Rolls Royce estimó que los motores Dart tenían mayor potencial de la
inicialmente prevista, y que podrían ser llevados a 1.400 SHP, se consideró que
las cifras de alcance y carga útil podrían ser aumentadas, lo que se constituyó
en una excelente noticia para los potenciales compradores.
Esto
llevó a que estudios complementarios mostraran que el fuselaje básico podía ser
alargado en casi dos metros, aumentando el peso total de decolaje a 48.000
libras, en vez de las 45.000 del modelo 630. Se proyectaron dos variantes en el
esquema de cabina, una de 40 pasajeros y otra de 53, y el nuevo avión fue
conocido como el “Viscount 700”.
En junio
de 1949 el prototipo del 700 había finalizado sus pruebas, y en agosto de ese
año, la B.E.A. anunció que la compañía se proponía hacer un pedido sustancial
del avión y que la B.O.A.C., la aerolínea bandera de Gran Bretaña, también lo
encargaría para atender los servicios que en el Caribe prestaba la B.W.I.A. (British
West Indian Airways) subsidiaria de la B.O.A.C.
Pocos
días después, el 15 de setiembre de 1949, el prototipo recibió su Certificado de
Aeronavegabilidad. Había acumulado 290 horas de vuelo y 320 decolajes y
aterrizajes. El camino estaba abierto.
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PLUNA a mediados de los 50's
En 1955, PLUNA estaba dirigida por un Directorio formado por el Coronel Eusebio
Vaeza, el Sr. José Luis Rossi Laures y el señor Walter Alvarado, pertenecientes
todos ellos al Partido Colorado, y el Dr. Teodoro Spera Vazquez y el Sr. Antonio
María de Freitas representando al Partido Nacional, cumpliendo en un todo con el
sistema político del llamado “3 y 2”, sistema proporcional establecido para la
dirección de entes estatales. Con la excepción del Sr. Alvarado, oficial
retirado de la Fuerza Aérea, los demás integrantes del Directorio eran personas
designadas por razones puramente políticas, que debían aprender el duro alfabeto
de la aviación comercial desde sus primeras letras.
En esos momentos, PLUNA operaba con un régimen monopólico las líneas internas
del país, y trataba de competir en las líneas a Asunción del Paraguay y San
Pablo, con diferentes niveles de éxito. La ruta a Paraguay era razonablemente
rentable, fundamentalmente porque entre el Paraguay y el Río de la Plata,
solamente Aerolíneas Argentinas era competidora, volando con hidroaviones Short
Sandringham, derivados de patrulleros oceánicos de la II Guerra Mundial, lentos
y ruidosos.
En la ruta a San Pablo, por el contrario, se enfrentaba la feroz competencia de
varias aerolíneas brasileñas que operaban con aviones más modernos, y de mayor
capacidad y performance. Las cifras comerciales para PLUNA siempre eran
deficitarias, en proporciones muy elevadas.
En realidad, PLUNA se debatía
en una indefinición política sobre cuál debería ser el rol de la empresa.
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Para
algunos niveles de gobierno, la aerolínea debía solamente actuar dentro del
ámbito nacional, como un medio rápido de comunicación y comercio. Para otros,
PLUNA debía ser una embajadora del Uruguay fuera de fronteras, y esa pretendida
proyección política, cultural, comercial y turística justificaba el
mantenimiento de rutas que se sabía que trabajaban a pérdida.
En esos momentos, PLUNA volaba con Douglas DC-3 las rutas al exterior y algunas
de las internas, que en su gran mayoría eran atendidas con los De Havilland
“Heron”. La utilización de estos pequeños cuatrimotores no era satisfactoria,
fundamentalmente por no disponerse de pistas hormigonadas en ninguna ciudad del
interior del país.
A esto se sumó un problema de mantenimiento que puso en entredicho la misma
utilización de los aviones. En efecto, los mecánicos encontraban que las hélices
se aflojaban en sus ejes con mayor
frecuencia de la esperada. El asunto motivó
una fuerte controversia entre PLUNA y la fábrica De Havilland. A través de sus
representantes en el Uruguay –la firma Waldron- y del representante de la
fábrica para Sud América -el Group Captain “Sandy” McDougall- la fábrica aducía
que el problema se presentaba sólo en los aviones de PLUNA, y presentaba
información acerca del correcto funcionamiento del tipo en otros países, lo que
entrelíneas implicaba que las cosas obedecían a un mal uso o mal mantenimiento,
cosas que PLUNA rebatía tenazmente.
El hecho es que entre acusaciones de uno y otro lado, la Dirección de Aviación
Civil decidió suspender los permisos de aeronavegación de los Heron en el
Uruguay.
En este momento, el oleaje ya adquirió características de marejada. PLUNA se
encontró bruscamente privada de casi la mitad de su flota, con todos los
perjuicios comerciales que ello implicaba, y comenzó a pensar seriamente en
incorporar nuevos aviones. El anterior Directorio había rechazado la adquisición
directa de dos Convair 340, bimotores muy modernos, y el Directorio actuante
decidió “estudiar otras posibilidades de compra”.
Lamentablemente, las soluciones se buscaban con el problema ya sobre la mesa.
PLUNA deseaba avanzar un paso en la implementación de lo que se llamaba el “PLAN
B- ESTABLECIMIENTO DE LINEAS INTERNACIONALES POLÍTICAS” ( Paraguay y Bolivia, y
servicios a toda América Latina) estando ya en funcionamiento el “PLAN A –
OPERACIÓN DE LINEAS INTERNAS”.
Varias capitales departamentales y la línea a Buenos Aires se incluían dentro de
este Plan, pues la metrópolis argentina se consideraba “cabotaje” y no como una
línea internacional.
En este momento, y con un Directorio poco calificado en el competitivo mundo del
transporte aéreo, PLUNA caminaba un poco tanteando el camino, sin una
determinación política de sus objetivos y lo que es peor, sin caminos claros
para llegar hasta ellos. La magnitud de los problemas sobrepasaba a la buena
voluntad de los noveles directivos aerocomerciales. |
Se hablaba de que era necesario establecer y operar “las líneas vírgenes”, o sea
las rutas no servidas por otras compañías, y también se hablaba de la necesidad
de una ruta que saliendo de Montevideo llegara a Asunción del Paraguay, a La
Paz, a Lima, a Guayaquil, a Quito, a Bogotá y a Panamá…
Simultáneamente, se hablaba de la conveniencia de que PLUNA ofreciera servicios
de fumigación aérea, para colaborar con los servicios del Ministerio de
Ganadería y Agricultura (Acta Nº 986 del Directorio de PLUNA).
También se hablaba de la posibilidad de tener una Escuela para formar pilotos
fumigadores, que más adelante podrían ser buenos candidatos a plazas de primeros
oficiales en las líneas de pasajeros, y se discutía sobre los diferentes tipos
de aviones agrícolas a utilizarse… (Acta Nº 998).
En
julio de 1955, con el problema de los Heron aún sin
resolver, el Directorio de PLUNA decidió buscar la compra
de tres DC-3 de pasajeros
y un cuarto avión “mixto para carga y pasaje”, mientras se decidía “apurar el
trámite” para obtener los permisos para llegar a Bolivia (una típica ”línea
política”) y se informaba que se habían obtenido los permisos para volar a
Buenos Aires. (Acta Nº 987).
Finalmente, en agosto de 1955, se resolvió implementar la línea a Bolivia y se
estableció un itinerario provisorio, sobre la base de un vuelo semanal que
saliendo de Montevideo los viernes de mañana, volaría hasta Asunción con escala
técnica en Salto, Uruguay. Luego de pernoctar en Asunción, el sábado el avión
volaría a Corumbá, Santa Cruz de la Sierra y Cochabamba. El domingo, el avión
saldría de Cochabamba, para llegar a Montevideo con escalas en Santa Cruz de la
Sierra, Corumbá y Asunción.
Durante la discusión del plan, uno de los Directores, el Sr. De Freitas anunció
su oposición al mismo pues en su criterio “se estaba improvisando”. Como
argumentos, exhibía las cifras de los vuelos a San Pablo, que estaban dejando
pérdidas del orden de los $ 20.000 pesos por mes (alrededor de U$S 6.000 con el
dólar a $3.30) .- Todo le hacía presumir que la proyectada “línea política”
sería también deficitaria.
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La búsqueda de nuevas
aeronaves
La línea llevó mucho tiempo de planificación para solucionar los problemas de
abastecimientos, combustible en las escalas (especialmente en Corumbá), la
instalación de equipos de radio y la obtención de previsiones meteorológicas
fiables para el salto del Chaco. Además, la línea a Bolivia haría necesarios
aviones de mayor porte que los DC-3 de PLUNA, y en lo referente al material de
vuelo, los pilotos habían planteado muy claramente la conveniencia de utilizar
aviones cuatrimotores –DC-4 o DC-6- invocando razones de mayor radio de acción,
mayor carga útil, etc.
A ese respecto, uno de los Directores, el Sr. Alvarado, informó que la CAPITAL
AIRLINES, compañía norteamericana basada en Washington, estaba vendiendo sus
DC-4 pues había comprado Vickers Viscount. Los aviones se vendían en U$S 620.000
cada uno, puestos a nuevo en la célula y motores, y se comentaba que el Lloyd
Aéreo Boliviano había comprado algunos, a un costo de U$S 580.000 cada uno, pero
sin cabina presurizada.
Otro Director expuso una posición contraria: “Sin quedarse en la timidez del
DC-4, ni la aventura de los Convair 340, ni entrar en la audacia de los Vickers
Viscount, turbohélices sin experiencia ni mantenimiento en todo el continente…
por prudencia, mantenerse en la línea del DC-6B o del DC-7.”
En realidad, un año antes, el 3 de junio de 1954, la CAPITAL AIRLINES había
anunciado una orden por tres Vickers Viscount, con opción a otros treinta y
siete. Meses después, la opción se efectivizó, considerándose que la venta había
marcado un importante jalón en el mercado norteamericano de aviones comerciales.
Lo concreto era que en esos momentos, la CAPITAL había unificado su flota y
hacía que sus Viscount volaran catorce horas diarias…
En agosto de 1955, una firma importadora uruguaya -Carlos Rydstrom Garese,
representante en el Uruguay de la Vickers Armstrong- envió al Directorio de
PLUNA una nota invitando que designara a un miembro del mismo y a un técnico,
para que asistieran como huéspedes a conocer la fábrica Vickers y su flamante
producto, el Viscount.
El directorio aceptó la oferta y designó a su integrante, el Sr. Walter
Alvarado, para concurrir a Gran Bretaña, y al Comandante Saúl Garín, como
“técnico” para acompañar al Director. Si bien el Comandante Garín no ocupaba
cargos de relevancia en el Departamento de Operaciones, era un experimentado
piloto, y como el Director Alvarado, había revistado en las filas de la Fuerza
Aérea.
Como misiones colaterales, se encomendó al Sr. Alvarado que estudiara la
posibilidad de crear en Montevideo una planta de mantenimiento de turbohélices
visando la posibilidad de un mercado en América del Sur, así como visitar la
fábrica Bristol Aeroplane Co. Esta empresa había ofrecido su “Freighter”, tipo
170, Mark 31 y 32, un enorme y panzudo bimotor que la compañía “Silver City”
utilizaba para hacer ferry de autos y pasajeros sobre el Canal de la Mancha, y
que la Bristol deseaba colocar en el Uruguay, después de haberlo hecho en la
Argentina, en su Fuerza Aérea.
El director Walter Alvarado y el comandante Saúl Garín viajaron a Inglaterra y
tuvieron ocasión de asistir a la exposición de Farnborough, máximo evento de la
industria aeronáutica inglesa, en la que por primera vez tomaron contacto con el
Viscount. No es exagerado decir que tanto Alvarado como Garín quedaron
fascinados por el avión y sus performances. El comandante Garín fue invitado a
pilotearlo y lo hizo sin problemas, durante un vuelo de línea de la BEA en el
que viajaba como pasajero con el director Alvarado.
A su regreso a Montevideo, el Directorio en pleno en la sesión del día 18 de
octubre de 1955, recibió los informes verbales de los viajeros. Una muestra del
pensamiento de Alvarado fue una frase pronunciada durante su informe: “El
avión a pistón tiende a desaparecer”. El informe del comandante Garín fue
también auspicioso, pues aseveró que la calificación de los pilotos para el
nuevo tipo de avión requeriría solamente seis o siete horas (Acta Nº 1009).
Como información corroborante, se destacó que la Capital Airlines había
encargado 60 Vickers Viscount en firme y tenía una opción por 40 más. En
realidad, en los años que vendrían, la Capital llegaría a tener 100 Viscount, lo
que significaba un hito sumamente significativo por lo que implicaba la
utilización de un avión inglés –una máquina extranjera- en un país que pretendía
estar a la cabeza de la industria aeronáutica mundial.
Pero en los meses transcurridos durante el viaje de los representantes de PLUNA,
un hecho inusual había sacudido el ambiente aeronáutico nacional. CAUSA, la otra
compañía uruguaya, estaba pasando por una situación financiera difícil y su
Directorio había visado que la solución de los problemas podría estar por
integrar una Sociedad de Economía Mixta con PLUNA, con lo que la compañía
privada pasaría a estar también respaldada por el Estado, único propietario de
PLUNA desde tiempo atrás. También permitiría que las aerolíneas uruguayas no
compitieran entre sí por la obtención de un mercado que cada vez se presentaba
más promisorio.. (Acta Nº 1005).
La ruta a Buenos Aires había sido casi exclusivamente coto de caza de CAUSA,
pero ahora los DC-3 de PLUNA podrían competir, ya que contaban con la aprobación
de los permisos correspondientes por parte de las autoridades argentinas. La
posibilidad de que PLUNA se equipara con un material de vuelo ultramoderno, como
era el Vickers Viscount, con todo lo que ese hecho implicaba en la lucha por el
mercado de la ruta a Buenos Aires, debe de haber sido uno de los motivos no
declarados para que el 25 de octubre de 1955 el Directorio de PLUNA rechazara la
proyectada fusión, informando que en su concepto la operación “no era
conveniente a los intereses del Estado” (Acta Nº 1011).
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La compra de los Vickers
Viscount para PLUNA
Había
llegado el momento de hablar de precios. La propuesta de la Vickers era que cada
avión costaría $1.680.000 (poco más de 500.000 dólares) y que por $ 7.200.000 la
fábrica entregaría tres aviones nuevos, más repuestos para la célula y los
motores. A esto se agregaba el suministro de todo el equipamiento necesario para
montar un taller mecánico para el correcto mantenimiento de los nuevos aviones.
La financiación podría hacerse a través del Banco de la República.
El director Alvarado informó a sus colegas que PLUNA podría adelantarse a
cualquier eventual competencia, pues si se hacía la opción en ese momento, se
aseguraba que los aviones serían entregados en 1957, y quienes compraran en el
futuro, deberían esperar hasta 1960 para obtener sus aviones, dado el cronograma
de trabajo de la fábrica Vickers. Era una excelente oportunidad para posicionar
a PLUNA en el medio aeronáutico latinoamericano.
Si bien la opción original había vencido el 31 de octubre, el 24 de noviembre de
1955 el Directorio de PLUNA finalmente votó afirmativamente la compra de tres
aviones Vickers Viscount, “ad referéndum de la mejor forma de financiación de
acuerdo con el Poder Ejecutivo, Poder Legislativo o alguna institución bancaria”,
y elevó la decisión al Consejo Nacional de Gobierno (el Poder Ejecutivo
colegiado de la época) para su aprobación. Las cifras que se manejaban eran de
7.000.000 (siete millones) de pesos uruguayos, equivalentes a 1.032.750 libras
esterlinas, y las condiciones de pago se establecían en tres pagos del 33% del
total a efectuarse a los 15 días de firmado el contrato el primero, a los doce
meses del contrato el segundo y un tercero y último, previo a la entrega del
primer avión (Acta Nº 1022).
Las cifras, si bien eran enormes, no estaban fuera de las posibilidades de
PLUNA, de acuerdo a las estimaciones de los asesores contables. Además existían
posibilidades de financiación a través de ofertas hechas por intermediarios de
capitales y entidades bancarias internacionales, y contactos políticos hechos
por el Directorio de PLUNA prometían un aumento en el capital del ente, mediante
una resolución gubernamental.
La decisión del Directorio se comunicó a la fábrica, haciéndole presente que por
disposiciones legales, PLUNA debía esperar a tener el visto bueno del Tribunal
de Cuentas y que ese trámite era imprescindible. Las especificaciones que PLUNA
requería para sus aviones no permitían tomar un avión cualquiera de la línea de
montaje, cosa de por sí casi imposible pues todo comprador vigilaba con ojo de
águila el progreso de su avión en la línea, ya que el Viscount estaba teniendo
un éxito fenomenal de ventas.
PLUNA deseaba para sus aviones la instalación de un puesto para un
radiotelegrafista navegante en la cabina de vuelo y la utilización de
instrumentos de origen americano, además de la instalación de un radar
meteorológico. Los requerimientos eran lógicos, para adaptar la operación del
nuevo avión a las normas y sistemas operativos normales en PLUNA, pero el puesto
extra en la cabina de mando y los equipos correspondientes, implicaban una
modificación bastante importante en los planos de fabricación y cadencias de
trabajo.
La fábrica deseaba firmar los contratos y comenzar a recibir su dinero cuanto
antes. Por otra parte, PLUNA quería firmar los contratos en Gran Bretaña, para
estar protegida legalmente en caso de eventuales incumplimientos de contrato,
como ya le había pasado con los De Havilland Heron.
Estos aviones, comprados por el anterior Directorio, habían sido una fuente
permanente de problemas operativos y financieros, y más adelante veremos cómo
hasta llegaron a transformarse en un problema político. Para evitarlo, se
preveía enviar una delegación a Gran Bretaña y firmar allí los contratos con la
Vickers. En principio, la fábrica debía comenzar a entregar los aviones a fines
de 1957 y principios de 1958.
Pero el 16 de febrero de 1956, el director De Freitas que representaba al
Partido Nacional al igual que el Dr. Teodoro Spera Vázquez, informó al
Directorio que había sido informado de que el entonces Presidente del Consejo
Nacional de Gobierno, el Sr. Luis Batlle Berres, se había pronunciado en contra
de la compra (Acta Nº 1041).
Las razones eran un poco económicas (el Sr. Batlle Berres consideraba que Gran
Bretaña “nos compraba barato y nos vendía caro”) y un poco políticas,
pues los aviones que PLUNA pretendía comprar eran fabricados en el mismo país de
origen de los De Havilland Heron, operación que él consideraba como “ruinosa”
para los intereses nacionales.
Paralelamente, en la prensa local se editorializaba sobre “las profundas
contradicciones en que se debate el Directorio de PLUNA, que muestra una
evidente falta de planes”.
En el Directorio de PLUNA, la negativa del Sr. Batlle Berres cayó como un balde
de agua fría. Algunos Directores como Alvarado, pertenecientes al mismo partido
político del Sr. Batlle Berres, se resistían a aceptar el hecho, atribuyendo
todo el problema a una falta de información del titular del Poder Ejecutivo,
realmente extraña pues en verdad PLUNA había enviado toda la información a los
niveles superiores del Gobierno. El asunto era grave, pues sin un fuerte apoyo
gubernamental, la financiación y todo el “Proyecto Viscount” en sí estaban
condenados al fracaso.
Por todo esto, el Sr. De Freitas mocionaba lisa y llanamente por “reconsiderar”
todo el proceso de compra de los aviones, lo que en buen romance significaba
rechazarlo. Pero el Presidente de PLUNA, el Cnel. Vaeza, informó que en realidad
todo el problema se había planteado en ocasión de una entrevista suya con el
Presidente del Consejo Nacional de Gobierno, el Sr. Batlle Berres, en la que le
solicitó apoyo para obtener un aumento de capital para PLUNA, que se estimaba
imprescindible para poder enfrentar además de la compra de los Viscount, otras
operaciones como la eventual compra de aviones Bristol de carga para PLUNA y la
posible adquisición de CAUSA, lo que daría a PLUNA el monopolio de las
operaciones aéreas comerciales bajo bandera uruguaya.
El Sr. Batlle Berres había manifestado su extrañeza por el sistema seguido para
la compra del Viscount, sin haber recurrido a la Licitación Pública, como era de
estilo en la administración pública uruguaya, especialmente tratándose de una
suma tan considerable, a lo que el Cnel. Vaeza había explicado todo el proceso
de selección que se había seguido y que PLUNA necesitaba los aviones pues se
había visto obligada a dejar de cumplir con algunas frecuencias de los vuelos
internacionales, retirando aviones de los mismos, para poder operar regularmente
en las líneas nacionales con los nobles DC-3. La compra de los Heron había sido
una decisión del Directorio anterior, así como el rechazo a la compra de los
Convair 340.
El Sr. Alvarado apoyó y acompañó este informe, insistiendo en que indudablemente
el Presidente del Consejo Nacional de Gobierno estaba mal informado. El
Presidente Vaeza decía además que la resolución de PLUNA no era violatoria de
normas legales, sino que el Directorio había procedido “amparado en las
excepciones de la Ley de diciembre de 1935” (Ley Nº 8542 “De las licitaciones
públicas” Literal “E”: “Los entes autónomos industriales podrán prescindir de
los llamados a licitación pública, previa autorización del Tribunal de Cuentas,
en los casos fundados que lo reclamen las necesidades de su giro.”
En esas circunstancias, el 22 de marzo de 1956, la fábrica Vickers envió un
telegrama avisando que “dadas las demoras en la firma del contrato”, el valor de
venta de los aviones había pasado de 339.250 libras esterlinas a 364.610 por
unidad, en virtud de aumentos salariales en la industria aeronáutica británica,
cosa que PLUNA debió aceptar por razones legales de práctica comercial (Acta Nº
1056).
Un simple cálculo nos dice que con el cambio oficial de $ 5.88 la libra
esterlina, el precio de cada avión ascendía ya a $ 2.143.900.
En esos momentos, PLUNA disponía de $ 2.600.000 (moneda nacional) de fondos
propios, pero necesitaba más dinero para pagar el saldo de la operación, que
debía cancelar en cuotas semestrales del 15%, a partir de junio de 1958. Para
ello, el Directorio, mientras gestionaba políticamente un aumento del capital
social del Ente, decidió pedir la garantía del Banco de la República Oriental
del Uruguay, y envió una nota al mismo, solicitándola y detallando sus
previsiones financieras para el futuro. Básicamente, se marcaba el hecho de que
la operación de los aviones generaría recursos suficientes para cumplir con los
compromisos a crear.
Pero además el Directorio jugó una carta que nunca había utilizado antes: pidió
ser recibido en el seno del mismo Consejo Nacional de Gobierno, para explicar el
alcance del “Proyecto Vickers” y aclarar las dudas que existieran.
El Poder Ejecutivo colegiado aceptó recibirlo, y el 6 de julio de 1956, un
satisfecho Vaeza informó al Directorio de lo sucedido en la reunión. No todo
habían sido rosas.
Los representantes de PLUNA (Vaeza, Spera Vázquez, Rossi Laures) debieron
enfrentar varios preconceptos e informaciones parciales, no siempre exactas, de
parte de los integrantes del Poder Ejecutivos, como cuando un Consejero fundó su
opinión contraria en que “le habían dicho que los motores cuando llegaban al fin
de su vida útil se tiraban” (Acta Nº 1096).
Indudablemente, el Coronel Vaeza debió de ser un consumado esgrimista para poder
parar las estocadas que recibió de todos lados, pero curiosamente, el auxilio le
llegó de donde menos lo esperaba: del Dr. Luis Alberto de Herrera, caudillo
máximo del Partido Nacional e integrante de la minoría del Consejo Nacional de
Gobierno. El Dr. de Herrera, tras varias preguntas, dijo en tono convencido:
“¡Hay que dejar trabajar a esta gente!”.
Seis días después, el 12 de julio de 1956, el Consejo Nacional de Gobierno
aprobó lo actuado por el Directorio de PLUNA y autorizó la compra de los Vickers
“Viscount”. El cielo volvía a estar despejado (Acta Nº 1098).
Mientras un aliviado Directorio redactaba los cables comunicando la aprobación a
la fábrica Vickers, un molesto hecho se hacía público: la flamante línea a
Bolivia era un fracaso económico y generaba pérdidas de más de $ 24.000
mensuales. Esta vez, la “línea internacional política” se tornaba imposible. Por
supuesto, en el Directorio hubieron expresiones de “yo ya se los dije”, y el 25
de julio de 1956 el Directorio debió disponer la cancelación de la línea a
Bolivia, el fatigoso vuelo Nº 19/20, invocando razones financieras. La línea
había durado sólo once meses... (Acta Nº 1102).
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Los Viscount y el nuevo
espíritu de PLUNA
A pesar de la obligada cancelación de la línea a Bolivia, en PLUNA surgía y
crecía un nuevo espíritu. Se comenzó a trabajar en una serie de actividades
tendientes a poner a la infraestructura, al material y al personal en las
mejores condiciones para obtener el máximo rendimiento de los nuevos aviones.
Se preveía que la calificación de los pilotos se haría mediante la contratación
de un piloto instructor de la CAPITAL AIRLINES de Washington, compañía que
estaba utilizando el Vickers Viscount con excelentes resultados, instrucción que
se impartiría en Montevideo, aparte de la que otros pilotos recibirían en la
misma fábrica Vickers y en KLM.
Como el Directorio consideraba que la tarea de las tripulaciones de cabina (los
Comisarios y Comisarias de a bordo) era de primordial importancia para la imagen
que proyectarían los nuevos servicios, se contrató un instructor de BRANIFF
AIRWAYS, el Sr. Donald Fraser, quien entrenó al personal en los procedimientos
seguidos por compañías de aviación de relieve internacional. Paralelamente, el
Servicio Médico de PLUNA dio cursos de primeros auxilios, etc.
La segura incorporación del Viscount se constituyó para PLUNA en un motor que
movía a todo el personal, técnico y administrativo, y que sacaba de las rutinas
cotidianas a ese mismo personal que ya aceptaba con resignación el que PLUNA
siempre fuera el “patito feo” en la competencia con las otras líneas aéreas.
AEROLÍNEAS ARGENTINAS cubría sus servicios del “pool” a Buenos Aires con aviones Convair
240, modernos y veloces, y TRANSCONTINENTAL, otra compañía argentina de reciente
creación, operaba con Curtiss Comando C-46, equipados con motores de DC-6. Estos
aviones, si bien contemporáneos del DC-3 que usaba PLUNA, eran los bimotores más
grandes del mundo, bastante más rápidos que los DC-3 y con instalaciones de
cabina de gran confort para el pasaje y un muy buen servicio de a bordo,
ofreciendo bebidas alcohólicas, mientras que en PLUNA lo que se podía ofrecer a
los pasajeros no pasaba de café y bebidas refrescantes. En la línea a Brasil, el
panorama era muy similar, lo que hacía que la competencia fuera imposible.
PLUNA podía esgrimir un inigualado record de seguridad, mantenido en base a un
buen mantenimiento y a exigentes procedimientos de operación, pero la gran masa
de pasajeros era deslumbrada por los aviones más rápidos y confortables.
Una muestra de este estado de cosas era el servicio de la línea de Buenos Aires
a Montevideo, que salía a las 11.00 horas, con sólo diferencia de minutos con
Aerolíneas Argentinas y con Transcontinental. En esa época el Aeroparque de la
Ciudad de Buenos Aires estaba instalado en un edificio de madera, que albergaba
a las oficinas de las distintas compañías, varias dependencias aeronáuticas
(meteorología, operaciones, etc.) y un restaurante, con una gran terraza sobre
la plataforma en que operaban los aviones, lugar donde concentraban pasajeros y
simples curiosos o visitantes del Aeropuerto.
La Sala de Embarque, donde los pasajeros se concentraban antes de ser conducidos
a su avión, era muy pequeña, lo que hacía que el personal de Tráfico de las
distintas compañías hiciera malabarismos para llamar y embarcar primero a sus
pasajeros. Quien embarcaba primero, decolaba primero y generalmente llegaba
primero a Montevideo, con todo lo que implicaba de imagen empresarial
proyectada, pero cuando embarcaba PLUNA, aunque lo hiciera antes, siempre al
llegar a Carrasco los otros aviones ya estaban allí…
En el ánimo de todos los que formaban PLUNA, el futuro tenía un solo nombre:
Vickers VISCOUNT, pero para el Directorio de PLUNA el panorama no era tan claro.
La difícil situación económica del país se reflejaba en las finanzas del Ente y
si bien el Directorio había cifrado sus esperanzas en un prometido aumento del
capital que debía ser autorizado por el Poder Legislativo, en realidad lo que
recibió desde el Palacio Legislativo fue un toque de alarma.
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Un último obstáculo
Un diputado, el Sr. Enrique Erro, había denunciado en sala que PLUNA estaba
pagando los aviones con un gran sobreprecio y esgrimía como primera prueba las
declaraciones que el Gerente General de PLUNA, Delfín Díaz Cibils, había hecho
al diario “El Día” el 13 de enero de 1956. La denuncia desató una tormenta
política y motivó la creación de una Comisión Preinvestigadora, quien debería
determinar si la entidad de las denuncias justificaba una investigación
parlamentaria.
El 3 de octubre de 1957, la “Comisión Preinvestigadora sobre denuncias
referentes a PLUNA” informó al plenario de la Cámara de Representantes que
“ha analizado detenidamente los cargos formulados por el Sr. Representante Erro,
arribando a la conclusión de que algunos de ellos llenan los extremos exigidos
por el Reglamento en cuanto a la entidad, seriedad de origen y oportunidad y
procedencia de una investigación, por cuyo motivo aconseja a la Cámara la
sanción del adjunto proyecto:”Artículo único. Desígnase una Comisión
Investigadora para entender en las denuncias referentes a PLUNA“ (Diario de
Sesiones Nº275, tomo 522, de la Cámara de Representantes).
Firmaban el informe los Diputados Remigio Lamas, Carlos Migues Barón y Carlos B.
Moreno. Puesto a votación, la Cámara de Representantes votó por treinta votos en
treinta y dos presentes, la creación de la Comisión Investigadora.
La Comisión Investigadora, presidida por el Diputado Sr. Fermín, y compuesta
ahora por los representantes José Barrio, Ramón Cotelo, Numa Mangada, José Mendy
Brum y Carlos Migues Barón se reunió por primera vez el 3 de octubre de 1957.
Diez meses después, luego de veinticinco reuniones en las que recibió no sólo al
Representante denunciante, el Sr. Enrique Erro (en ese momento representando al
Partido Nacional) sino a múltiples funcionarios de PLUNA incluida la totalidad
del Directorio, la Comisión Investigadora, en su Acta Nº 25 del 19 de agosto de
1958, dejó constancia que “debía producir su informe”. El Sr. Mendy Brum
dijo que “luego de haber leído las conclusiones del Sr. Gerente General
después de su último viaje a Londres, estima que la Comisión no tiene más
trabajo que realizar, ya que éste se ha desdicho de sus acusaciones”, y ante
la propuesta del Sr. Mangano de que podría solicitarse un nuevo plazo a la
Cámara para expedirse, el Sr. Mendy Brum contestó que no se oponía “pero que
a su juicio, la investigación ha perdido todo interés”. La moción fue
aprobada por unanimidad.
Desaparecido este escollo, PLUNA procuró el esperado aumento de capital, el que
vino por una resolución parlamentaria de fecha 23 de diciembre de 1958 por la
que se autorizaba “al Poder Ejecutivo a emitir una deuda interna que se
denominará “Primeras Líneas Uruguayas de Navegación Aérea” para la
integración del capital de PLUNA”.
La emisión autorizada era por $ 35.000.000 (treinta y cinco millones de pesos) y
la deuda se emitiría “escalonadamente a medida que lo requiera el desarrollo
de las actividades del Ente”. El 30 de diciembre de 1958 el Poder Ejecutivo
o sea el Consejo Nacional de Gobierno, dispuso con la firma de Fischer, Héctor
A. Grauert, Amílcar Vasconcellos y Glauco Segovia el “Cúmplase, acúsese
recibo, comuníquese e insértese en el Registro Nacional de Leyes y Decretos”
(Ley Nº 12.598.- Aprobada por la Cámara de Senadores, 23 de diciembre de 1958.
Aprobado por el Consejo Nacional de Gobierno, 30 de diciembre de 1958.-
Publicado en el Diario Oficial el 13 de febrero de 1959).
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Los Viscount en PLUNA
Mientras se sustanciaban las instancias legislativas, en Inglaterra las líneas
de fabricación no se detenían. El 11 de marzo de 1958 la fábrica avisó a PLUNA
que los dos primeros aviones estaban prontos para su entrega y que el tercero
estaba casi pronto (Acta Nº 1319).
Es decir que mientras el Directorio de PLUNA movía cielo y tierra para conseguir
fondos necesarios para pagar los saldos pendientes en la fábrica, los aviones
estaban ya prontos y no sólo pintados con los colores de la compañía nacional,
-techo del fuselaje y empenajes en blanco brillante, con una franja azul con
bordes rojos corriendo a lo largo del fuselaje a la altura de las ventanillas-
sino que ya estaban luciendo las matrículas uruguayas. El modelo de PLUNA tenía
motores Rolls Royce “DART” 510, de 1.600 SHP y tal como había sido solicitado,
tenía radar meteorológico, instrumental americano, un puesto para un
telegrafista navegante a espaldas del copiloto, una configuración de cabina para
48 pasajeros, y había recibido la denominación “Modelo 769D” siendo muy similar
al modelo 745D de la CAPITAL AIRLINES.
A los aviones uruguayos les correspondieron los números de serie de fábrica de
531, 532 y 533. Las matrículas asignadas eran CX-AQN, CX-AQO y CX-AQP.
La impaciencia era grande a todos los niveles. Finalmente, en Montevideo, el 18
de junio de 1958, en la segunda página del diario “El País” aparecía una foto de
los Comandantes de PLUNA Juan José Ferrara y Eleazar Pedregosa. El epígrafe de
la foto decía “Los pilotos que traerán al país el Vickers de PLUNA”.
Casi simultáneamente, el 17 de junio, una tripulación de CAPITAL –especialista
en el cruce del Atlántico- luego de un vuelo iniciado en Weybridge en Inglaterra
y con escalas en Irlanda, Groenlandia, y Goose Bay en Canadá, llevó el avión a
Washington. En la capital americana se hizo cargo de la máquina el Comandante
Gerald Yerdon, de la CAPITAL AIRLINES –quien sería el instructor y calificador
en el Viscount para los pilotos de PLUNA- secundado por Ferrara y Pedregosa para
volar a Miami, Tocumen en Panamá, Guayaquil en Ecuador, Lima en Perú, Santiago
de Chile y Buenos Aires.
El 24 de junio a las 17.22 horas, el CX-AQN aterrizaba en el Aeropuerto Nacional
de Carrasco, “con cerca de seis meses de atraso” como dijo irónicamente alguna
prensa local.
El aeropuerto rebosaba de público, y un enorme cartel daba la bienvenida al
flamante avión y su tripulación.
El
Viscount impresionó a todos los presentes tanto por su tamaño como por el agudo
e inusual sonido de las turbinas Rolls Royce. Cuando se abrió la puerta trasera
del avión y fue colocada la escalera de acceso, una multitud pugnó por poner pie
en la amplia y elegante cabina, decorada en tonos de gris y crema.
Como
la puerta delantera no había sido abierta, los visitantes parecían el flujo y
reflujo de la marea, circulando por el pasillo, probando los mullidos asientos y
maravillándose de las enormes ventanas, tan diferentes de las pequeñas aberturas
del DC-3.
Todo el mundo quería llegar hasta la cabina de comando, para ver la enorme
cantidad de instrumentos, diales, cuadrantes y llaves de contacto que formaban
el complejo mundo de los pilotos. Como es lógico, no era posible controlar a
todos los visitantes y como alguna gente mira con los dedos, no faltó quien
moviera una llave, conectando las baterías del avión a los circuitos eléctricos,
haciendo que las fuentes de poder se fueran agotando rápidamente.
Cuando el público se retiró, al pretender poner en marcha los motores para
llevar el avión hasta el hangar, las agotadas baterías no pudieron hacer
arrancar a las turbinas, y así el recién llegado tuvo que ser empujado por una
cantidad de mecánicos y peones de pista, en una procesión lenta y pautada por
las maldiciones de los empujadores.
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El primer vuelo
El 30 de junio, con un tiempo lluvioso y desapacible, el Directorio de PLUNA en
pleno, con un grupo de invitados especiales, entre los cuales se contaba Alberto
Márquez Vaeza, fundador de PLUNA, y el Cnel. Artigas López, quien fuera el
primer pasajero de PLUNA en su vuelo inaugural a Salto en noviembre de 1936,
ajustó sus cinturones y disfrutó de un vuelo de exhibición especial, llevados
por una tripulación formada por el Capitán Yerdon, el Comandante Ferrara, el
Radiooperador Casimiro Elizalde, y Américo Morlino, Ita Lloret y Norma Wanke
como Comisarios de a Bordo. El vuelo llegó hasta el otro extremo de la
República, la misma ciudad de Artigas, envolviendo a todo el país en un
simbólico abrazo, y duró casi tres horas, volando a 475 kph a una altura
promedio de 6.500 metros.
Es fácil imaginar cuál debía de ser el estado de ánimo del Presidente de PLUNA,
el Cnel. Vaeza, y del Director Walter Alvarado al sentir por primera vez la
realidad de aquello que durante tanto tiempo no fuera más que un sueño lejano.
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OBJETIVO: Buenos Aires
Pero el objetivo que se quería alcanzar era llegar a Buenos Aires y a fuer de
veraces, eso no hacía felices a las compañías argentinas que hasta ese momento
habían sido dueñas y señoras de la línea. Aunque nunca lo expresaron claramente,
tampoco las autoridades argentinas rebosaban de alegría, pues tenían sus
reservas respecto a la seguridad en la operación del Viscount.
La pista del Aeroparque de Buenos Aires tenía una longitud de 1.400 metros, y se
argumentaba que si bien esa longitud era adecuada para la operación de los
Convair 240, no lo era para el Vickers, el que tenía según manuales necesidad de
1.600 metros para una operación óptima. El Convair tenía hélices reversibles
para frenar rápidamente, y como el Vickers no las tenía, sino lo que denominaba
“paso cero” que consistía en poner las palas de las hélices perpendiculares a la
dirección de marcha, se cuestionaba la capacidad de frenaje del nuevo avión.
Pero el Viscount tenía lo que podríamos calificar de “arma secreta”. Los frenos
eran Dunlop y estaban provistos de lo que se llamaba “sistema Maxaret” que
consistía en un mecanismo hidráulico que evitaba el bloqueo de los frenos si
eran muy exigidos. Por eso, el 1º de julio, se hizo un vuelo “experimental” a
Buenos Aires para probar la capacidad de operación del avión en
Aeroparque, con
una cabina llena de pasajeros, pues se exigía que la prueba fuera con
condiciones semejantes a las de una operación normal. Aunque la totalidad del
pasaje la formaban mecánicos y otro personal de PLUNA, la expectativa era
grande.
Según los testigos, el AQN se aproximó bajo a la pista y tocó tierra a pocos
metros de la cabecera, frenando con todo y deteniéndose con casi media pista por
delante. El exigente examen había sido aprobado sin problemas, pero las malas
lenguas decían que flotaba en el aire un fuerte tufo de caucho quemado…
Lo
concreto es que pocos días después, se cumplió el primer vuelo oficial a
Buenos Aires, con el avión lleno de autoridades e invitados especiales.
Empezaba
la era de los Vickers Viscount en PLUNA.
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Agradecimiento
El autor agradece la colaboración del Directorio de PLUNA Ente Autónomo que le
permitió acceder a las Actas de sesiones del Directorio de esa época, lo que
garantiza la fidelidad de las fuentes de información. Agradece también la ayuda
que recibió de la División “Información Legislativa” de la Cámara de
Representantes, de la Sección “Referencia y bibliografía” de la Biblioteca
Nacional, y de la Biblioteca del Museo Aeronáutico. También agradece a Simon
Raynes, Public Affaire Manager de British Aerospace, al Cdte. Juan José Ferrara,
a Antonio Sapienza y a la Sra. Norma Wanke, su colaboración en la localización
de fotografías y material gráfico.
Andrés L. Mata
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Publicado en Memorias del Tiempo de Vuelo el
26 de febrero de 2005
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