
Gambito de Caballo
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“Gambito: (Del ital. gambitto,
zancadilla) m.
Lance en el juego de ajedrez que consiste en sacrificar un peón o
pieza, a cambio de conseguir una ventaja en el ataque.”
Diccionario Enciclopédico Salvat |
Prólogo
Cuando pequeño, me gustaba mirar fotos familiares antiguas, las que
estimulaban mi imaginación, amarillentos recuerdos de momentos
congelados en el tiempo. ¿Quién sería esa señora desconocida vestida
con un severo traje victoriano que me miraba desde su retrato color
sepia? ¿Cuál habría sido el resultado final del partido disputado
entre dos anónimos cuadros de barrio e inmortalizado por la
estupenda atajada del guardameta que descolgaba la pelota del ángulo
izquierdo?
Las fotografías más fascinantes eran
aquellas en que aparecían aviones, y en especial, una donde un joven
mecánico, de mameluco grasiento y que se parecía tanto a mi padre (
mucho más delgado y con demasiado pelo), posaba frente a un extraño
artefacto de nariz acristalada, lleno de armamento, que lucía el Nº
157 y que era como aquellos bombarderos que conducía el personaje
del Gral. Savage, contra unos alemanes malísimos, en la serie
televisiva de aquellos años 60's llamada “Comando Aéreo”. Claro que
por entonces no parecía haber diferencias entre un bombardero
cuatrimotor como el B-17 norteamericano de la pantalla chica, y un
bombardero mediano bimotor B-25 Mitchell de la Aeronáutica Militar.
Al reverso de esa fotografía aún puede
leerse, escrito (seguramente por el fotógrafo) a lápiz, con
prolija letra: “0.70, 15 de junio de 1950. Base Militar
Nº 1”, es decir el lugar y fecha de la foto y el precio que pagó
el Cbo. José Dardo Palermo, para ser inmortalizado frente a lo
que en aquella época era un avión de combate prácticamente nuevo
y que había sido recientemente incorporado a las Fuerzas Armadas
orientales. |
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El padre del autor frente al B-25
Matrícula Nº 157 |
Con el correr del tiempo, ya cadete de
la Escuela Militar Aeronáutica, pude ver otras fotografías, en las
cuales aparecían impresionantes formaciones de bombarderos en alegre
compañía de poderosos cazas, todos ellos luciendo las escarapelas de
Artigas, y rodeados de una leyenda fascinante que refería a un
pasado glorioso.
Hacia el año 1962, y a pesar de que otras fuerzas aéreas de América
continuaron volando esos modelos por otra década, esas hermosas
máquinas voladoras fueron dadas de baja y pasaron definitivamente a
la historia.
Con ellas había nacido la Fuerza Aérea
Uruguaya, y también con ellas había vivido, lo que es tal vez hasta
ahora, su etapa más legendaria, y verdadero objeto de culto.
Ninguna de esas máquinas fue conservada,
ni siquiera como pieza de museo. Terminaron sus días siendo
chatarreadas a golpe de hacha y transformadas en lingotes de
aluminio. ¿Se debió a razones técnicas? ¿Fue por falta de
presupuesto o abastecimiento? ¿Hubo alguna otra razón para decidir
su baja?
Dice el sentido común que muchas veces
las cosas no se explican por un único hecho, sino que responden a
una serie de factores. Con este modesto trabajo pretendo aportar,
desde un punto de vista objetivo, algunos de los elementos que
podrían haber influido en la decisión de desprogramar
definitivamente a los B-25 Mitchell en nuestra Fuerza Aérea.
Agradezco a todos aquellos quienes colaboraron para que este trabajo
fuera posible, y lo dedico a mi hija Julieta, a mi esposa Inés, a la
que reconozco su infinita paciencia y comprensión, y al Sgto. (AT)
José Dardo Palermo (1928-1996), padre ejemplar y mejor amigo.
José Palermo |
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Introducción
En 1950 arribaron a nuestro país, procedentes los EEUU, aviones de bombardeo
mediano B-25 Mitchell, los cuales prestaron loables servicios hasta el año 1963
cuando fueron desprogramados. Dicha incorporación se produjo dentro de un
programa norteamericano de ayuda militar en toda América Latina, que respondía a
la defensa de sus intereses en la región.
El presente trabajo, que toma como centro la fuerza de bombarderos mencionada,
pretende dilucidar algunos aspectos referentes a los posibles intereses
internacionales, tanto norteamericanos como argentinos, que podrían haber
influido en la incorporación y baja de estos nobles aviones en nuestras Fuerzas
Armadas.
En definitiva se maneja como hipótesis de trabajo, que la ayuda militar
norteamericana en América Latina era una herramienta para materializar la gran
influencia internacional que había adquirido este país durante la post-guerra, y
que la distribución de la misma en el Río de la Plata, estuvo muy marcada por la
rivalidad que le planteaba a los EEUU la potencia local de entonces, es decir la
República Argentina. Cuando las circunstancias y el contexto político cambiaron,
no fue necesario, desde el punto de vista norteamericano, seguir apoyando una
fuerza de combate importante en la región y la ayuda militar se inclinó más
hacia las políticas de tipo “acción social”, privilegiando la incorporación de
aviones de transporte y de helicópteros, en detrimento de los de combate.
A los efectos reseñados se procederá a aportar en primera instancia los
antecedentes históricos, luego se hará una breve reseña de las políticas
aplicadas por los gobiernos norteamericano y argentinos de la época, y se
proveerán algunos datos sobre los aviones y su desempeño en nuestra fuerza. A
continuación se analizarán los cambios en la realidad política internacional, y
se aportarán detalles sobre el fin de la vida operativa de los Mitchell, para
finalizar con las conclusiones del trabajo.
A veces es posible afirmar que estamos inmersos en un gran juego de ajedrez,
donde el mundo entero es el tablero, y es muy difícil distinguir quienes son las
piezas y quienes los ajedrecistas.
¿Son las piezas del ajedrez conscientes de su papel? ¿Lo son los ajedrecistas?
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CAPITULO
I
Un Gibraltar en el
Plata
1. El ajedrecista
En los años inmediatamente anteriores a la segunda guerra mundial, los Estados
Unidos de Norteamérica volcaron sus ojos hacia el continente sudamericano
preconizando la liberalización de los mercados, a los efectos de poder colocar
los productos de sus industrias tan vapuleadas durante la gran crisis de 1929 y
que ahora renacían gracias a la política económica del New Deal (Nuevo Trato),
pero también para aumentar paulatinamente su esfera de influencia política, en
detrimento de la égida cada vez más reducida del agonizante imperio británico.
Es en ese contexto, que el presidente F. D. Roosevelt proclamó en 1933 la política
del “Buen
Vecino”
, (sus detractores la llamaron el “buen negocio”), la cual
además del aspecto económico, incluía implícitamente la renuncia a la
intervención armada directa para defender los intereses estadounidenses en el
resto de América. Se apartaba así aparentemente -o dándole una nueva forma- de
la Doctrina Monroe, la cual rezaba brevemente, “América para los americanos”
(del norte, se podría afirmar) y fue llevada a cabo en forma muy agresiva por
presidentes norteamericanos tales como Teodoro Roosevelt, el cual, no solo había
aplicado las ideas de Monroe, sino que lo había hecho en forma amplia y mediante
lo que se dio a llamar la política del “Big Stick “ (gran garrote). En el fondo
F.D. Roosevelt no abandonaba la doctrina Monroe, que después de su muerte
resurgiría más fuerte aún, pero sin duda, renunciaba a la amenaza directa de
esgrimir un bate de béisbol para defender los intereses norteamericanos. Eso sí,
sin duda lo mantenía escondido debajo del escritorio de negociaciones y además,
convenientemente revestido de satén.
2. La Reina del Plata
Ante el cambio reseñado en la política norteamericana, muchos países americanos
respiraron más tranquilos y se sintieron estimulados a cultivar estas relaciones
para colocar sus productos primarios. Existía en esa época, sin embargo, una
potencia sudamericana que no temía desafiar al gigante del norte, que era
totalmente rebelde a sus dictados y que consideraba cualquier problema que
refiriese al Río de la Plata como asunto de seguridad nacional. Nos referimos a
la República Argentina, la cual era una verdadera “piedra en el zapato” para el
Departamento de Estado.
Argentina hasta hacia muy poco tiempo había defendido la tesis propuesta a
principios del siglo XX por el canciller Estanislao Zeballos, por la cual se
proclamaba poseedora de la soberanía exclusiva sobre el Río de la Plata, y por
tanto solo le correspondía a nuestro país una “costa seca”, y aunque dicha
posición extrema no era sostenible hacia 1940, si creía poseer un mejor derecho
sobre el estuario, siendo especial y extremadamente celosa sobre cualquier
circunstancia que pudiera entorpecer la libre circulación en el canal de
navegación, que casualmente, por un capricho de la Naturaleza, pasa muy cerca de
la costa uruguaya.
El Vice Almirante Argentino Segundo R. Storni, citado por el General de División
Juan Enrique Gugliamelli, manifestaba en la primera mitad del siglo que: “En el
sector del Río de la Plata el paso vital es el Canal del Indio... esta obra no
era necesaria para nadie salvo para el pueblo argentino...” , agregando luego
que la conservación libre de este Canal y sus tres salidas es el problema vital
de su defensa marítima costera. Decía también el mencionado marino, que Uruguay
solo interesaba en función de la seguridad y defensa del Río de la Plata .
3. Jaque a la Reina
Con el comienzo de la Segunda Guerra mundial, los Estados Unidos intentaron
establecer varias bases aeronavales en las costas centro y sud-americanas,
justificando sus acciones como forma de defensa ante unas aparentemente
invencibles potencias del eje, que tenían intereses muy grandes en los recursos
y territorios americanos.
Una de esas bases estaba destinada, según los planificadores
norteamericanos, a establecerse en las cercanías de Punta del Este
(Uruguay), por lo cual se enviaron algunas misiones diplomáticas a
nuestro país con el fin de obtener el beneplácito del gobierno
nacional para la concreción de las mismas.
La primera de estas misiones estuvo a cargo del Capitán William Oscar Spears. el
cual no anduvo con rodeos al exponer sus deseos. Uruguay, dijo, era el
“blando bajo vientre sudamericano. Estados Unidos tenia versiones de una posible
insurrección quintacolumnista o de una invasión apoyada por Alemania… Se
necesitaba al menos una base aeronaval capaz de vigilar y, si fuera necesario,
clausurar la circulación por el canal navegable del Río de la Plata... ” .
Hacia 1942, el propio Edgar J. Hoover, director histórico del FBI, refrendaba
con su firma un documento secreto (hoy desclasificado), que refiriéndose a los
intereses de una supuesta potencia europea, decía lo siguiente: “Una pequeña
pero bien organizada fuerza militar en Punta del Este o Montevideo podría
controlar la boca y el canal del Río de la Plata y podría bloquear efectivamente
todo el comercio a través de los puertos argentinos de Buenos Aires y Rosario...
especialmente si dispone de una aviación efectiva...”
Huelga aclarar que en ningún momento se temió por parte de EEUU cualquier tipo
de invasión o intento golpista pro-eje en el Uruguay, y que el monstruo nazi era
solamente usado como un caballito de batalla para obtener el establecimiento de
las bases norteamericanas en nuestro país. Baste a modo de ejemplo citar la
lista que a mediados de 1940 fuera realizada bajo la directa supervisión del
general Marshall en colaboración con el almirante Stark, ratificada luego por el
propio presidente Roosevelt, en la cual se establecía una lista de los países
sudamericanos de acuerdo a las prioridades para
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El Río de la Plata visto desde el
Norte |
distribuir ayuda
militar estadounidense, la quel estaba encabezada por Brasil y México a los efectos de
que pudieran protegerse de “ataque exterior o desorden interno”.
Uruguay, en
cambio, figuraba en los últimos lugares solo delante de Bolivia y Perú,
únicamente para asegurar “su estabilidad interna”, ya que era considerado
implícitamente seguro y estaba destinado a recibir ayuda solo “después que los
requerimientos de los anteriores países sean colmados”
.
4. La acción recíproca de Clausewitz
“Cada rival fuerza al otro y esto acarrea acciones recíprocas teóricamente
ilimitadas”
K.V. Clausewitz

De más esta decir, que una base aeronaval norteamericana que pudiera controlar
la navegación en todo el Río de la Plata y por ende en la Cuenca de los Ríos
Paraná, Paraguay y Uruguay, era mucho más de lo que Argentina estaba dispuesta a tolerar, y se opuso tajantemente, ejerciendo muy fuertes presiones diplomáticas
sobre nuestro país y sobre los propios EEUU, que incluyeron incluso despliegue y
maniobras de fuerzas militares, así como hostigamiento por parte de sus buques
de guerra a unidades navales norteamericanas.
En referencia a los sucesos navales, es de destacar el incidente reportado por
el Almirante Andrew C. Pickens, el 4 de julio de 1940, cuando dos destructores
argentinos, el “Independencia” y el “T-13”, hicieron acercamientos peligrosos e
intimidatorios contra el crucero americano “Wichita” (en misión diplomática por
la instalación de las bases en cuestión) a su salida del puerto de Montevideo.
La proximidad de la costa, no dejaba de ser, de paso, una advertencia a nuestro
gobierno por sus devaneos con el gigante del norte.
5. La Reina parece imponerse
Finalmente, luego de varios años y muy complicados vaivenes políticos, tanto
nacionales como internacionales, que llevaron incluso a interpelaciones
parlamentarias, los norteamericanos cedieron en su intento de establecer bases
permanentes en el territorio oriental.
Hacia mediados de 1944, pese a que ya se había avanzado en la construcción de lo
que hoy es la Base Aeronaval “Capitán C. Curbelo”, el embajador norteamericano
en Uruguay, William Dawson, y el Director de la División Río de la Plata del
Departamento de Estado, coincidían en opinar que era necesario abandonar el
proceso de construcción pasándolo a manos uruguayas, y terminar con los planes
del establecimiento de las bases, pues se ponía en peligro la estabilidad
política tanto de la región como de la interna uruguaya .
6. Tablas
Nadie duda ( ni dudaba a mediados del siglo XX) que Uruguay tiene vínculos de
amistad con los Estados Unidos, y que este último aumentó su influencia en toda
América Latina y también en nuestro país durante el período que va desde la pre-guerra
a la guerra de Vietnam, desplazando completamente a la influencia británica.
Los argentinos son muy conscientes de esos vínculos, que, aunque nos duela, no
se puede negar que tienen un aroma de supervisión, y baste para ello solo sopesar
la desproporción territorial y económica que nos separa de los EEUU.
Sin embargo, puede que nuestros hermanos del Plata tengan incluso una visión más
extremista sobre la naturaleza de nuestra relación con EEUU, que los lleve a
verla como algo que va mas allá de la mera influencia internacional, sopesándola
como de control cuasi-colonial. Baste citar al Gral. de División argentino Juan
Enrique Gugliamelli, quien dice refiriéndose al Uruguay: “El 'estado tapón' se
transformó así en un factor de equilibrio entre los dos vecinos
poderosos, pero controlado en última instancia por Gran Bretaña, su
partera, primero, y prácticamente desde el comienzo de
siglo
por los Estados Unidos de Norteamérica, después”.
Desde este punto de vista, es dable pensar que si bien Estados Unidos fracasó
en establecer bases propias en el territorio uruguayo, con la finalidad de
controlar toda la navegación y salida comercial de la cuenca del Plata, ¿no
podría acaso conseguir que un aliado hiciese ese trabajo? Tal vez fuera
conveniente para los intereses norteamericanos, dotar a Uruguay de “Una pequeña
pero bien organizada fuerza militar con una aviación efectiva...“, como rezaba
aquel documento del FBI al que hicimos referencia, de tal forma de matar dos
pájaros de un tiro: por un lado, estrechar los lazos con Uruguay reafirmando la
relación, y a su vez mantener una espada de Damocles sobre la soberbia y rebelde
Argentina, sin involucrar en esta ocasión al Departamento de Estado
norteamericano, que mantendría una posición políticamente correcta. Si todo eso
se podía hacer con excedentes de guerra, a bajo costo y ejerciendo alguna forma
de control más directa gracias a un convenido de ayuda militar, tanto mejor.
El ajedrecista no había conseguido el triunfo total. Fracasó al intentar
establecer un nuevo Gibraltar, pero tras un compás de espera, forzó tablas,
colocando un Caballo que molestaba a la Reina.
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CAPITULO
II
La Gran
Cruzada en el Nuevo Tablero
En el período de post guerra todo cambió. Los viejos enemigos estaban
destruidos, pero habían surgido otros nuevos. De las cenizas del nuevo mundo
surgía otro distinto e igual al mismo tiempo. En él la guerra, como siempre,
estaba presente, pero ahora tenía otra temperatura, era mucho más fría y ya no
era de alcance parcialmente mundial, sino que era más bien de alcance
planetario.
La sorda lucha se extendía por todos los continentes de polo a polo. Como no
podía ser de otra manera, el Río de la Plata no estaba ausente.
1. Mueven las blancas
Del viejo mundo dos potencias habían surgido. Estaban destinadas a ser dos
superpoderes capaces de destruir el planeta cientos de veces. Cada una tenía su
propia área de influencia, y allí donde los extremos de sus égidas se rozaban,
surgía fricción y a veces esa fricción entibiaba el normalmente helado
enfrentamiento.
El águila volaba vigilante sobre todo el tablero de ajedrez, aún sobre el lejano
y sureño patrio trasero.
a. Dos estilos de juego una sola estrategia
En los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, se sentaron las bases de
lo que dio a llamarse la “guerra fría”, lo que traería como consecuencia la
división del mundo en dos bloques políticos, uno liderado por los Estados Unidos
y otro por la Unión Soviética, o sea el llamado mundo “bipolar”.
Al frente del gobierno norteamericano, estuvieron en esa época dos presidentes,
el primero de ellos fue Harry S. Truman, hasta entonces, un oscuro senador por
el estado de Missouri que accedió a la presidencia tras la muerte de F.D.
Roosevelt, ocurrida en abril de 1945, y al que muchos consideraron como llegado a
la Casa Blanca por pura casualidad.
Las elecciones de 1948 eran la oportunidad de la oposición de acceder al
gobierno, el cual habían perdido frente a los demócratas, durante la gran
depresión pero, contra todos los pronósticos, el campechano Truman, consiguió
derrotar al candidato republicano Thomas Dewey, el cual era el gobernador de
Nueva York, y perpetuar así el gobierno para su partido durante 4 años más.
Finalmente en las elecciones de 1952 los republicanos consiguieron luego de 20
años retornar al gobierno, y lo hicieron gracias a una figura emblemática, un
héroe de guerra, el General Dwight Eisenhower, mas conocido como “Ike”.
Tanto Truman como Ike, si bien pertenecían a partidos distintos y tenían estilos
de conducción también divergentes (el primero era campechano y directo, mientras
que el otro se caracterizaba por su estilo serio y solapado), mantuvieron una
política exterior consistente, debido a que desde principios de los años
cuarenta, las diferencias en materia de política exterior entre ambos partidos
eran más de forma que de contenido.
b. Los cruzados
Los dirigentes de los dos partidos políticos, suscribían a la concepción del
mundo que el editor y millonario republicano Henry Luce había defendido en un
articulo titulado “The American Century” (“El Siglo Americano”), publicado en la
revista Life de la cual era propietario en diciembre de 1941.
En el referido artículo se instaba a que la élite del poder
“aceptara de todo
corazón nuestro deber y nuestra oportunidad como la nación más poderosa y vital
del mundo y, en consecuencia, ejerciera sobre el mundo todo el impacto de
nuestra influencia para aquellos propósitos que consideremos convenientes, y a
través de aquellos medios que consideremos apropiados... ha llegado el momento
de convertirnos en la potencia de la cual las ideas se esparzan por todo el
mundo”.
Según el profesor Richard Barnet, en su obra “Roots of War”, la formulación de
Henry Luce se convirtió en el principio rector de la política exterior
norteamericana y agrega además que “Todos los elementos de un poderoso credo
imperial están presentes: un sentido de misión, de necesidad histórica y de
fervor evangélico. Quizás lo más importante es que el credo imperial
norteamericano estaba dotado de mecanismos retóricos particularmente efectivos
en ocultar la codicia con el lenguaje de la calidad, y en oscurecer la voluntad
nacional de ganar, designándola como el peso de la responsabilidad”.
Los soviéticos eran por entonces el enemigo a vencer. Todo lo que pudieran hacer
tanto Truman como Ike para hacerlo, estaba justificado por su cruzada y su credo
cuasi religioso, Estados Unidos había surgido victorioso e indemne de la segunda
guerra mundial. Más fuerte que nunca, era el momento de reclamar su corona y
nada impediría que la tomase, pues ese era su destino histórico.
Reflejando estas ideas, vemos que en su mensaje sobre el Estado de la Unión en
1947, decía Truman: “La estabilidad mundial puede ser destruida cuando las
naciones con grandes responsabilidades se niegan a mantener los medios para
hacer frente a esas responsabilidades...” , y ese mismo año frente al Congreso
norteamericano: ”Los pueblos libres del mundo se vuelven hacia nosotros en busca
de ayuda para conservar su libertad. Si vacilamos en nuestra misión de
conducción... arriesgaremos el bienestar de nuestra propia nación” .
c. “Iván”, el nuevo Fantasma
No había dudas, los comunistas eran los demonios, el enemigo a vencer, toda la
política americana debía dirigirse a la derrota total de bloque soviético en
todo el mundo, ya fueran estos una amenaza real o no.
Esta posición política, adquirió expresión pública concreta en lo que dio a
llamarse la Doctrina Truman o la Política de Contención (del bloque soviético),
pero existía también un documento secreto, el Documento de Seguridad Nacional
NSC-68, de 1950.
Este último, contenía una versión mucho más dura y extrema, cuyo fundamento era:
so pretexto de la lucha contra el comunismo, los Estados Unidos desarrollarían
una activa política exterior y de seguridad nacional destinada a enfrentar toda
“amenaza” a sus intereses, según fuera interpretada por sus propios dirigentes.
Los norteamericanos ya tenían un perfecto chivo expiatorio para justificar su
campaña de seguridad y su cruzada.
Por otra parte, como lo ha señalado el profesor Richard J. Barnet , la puesta en
práctica de esta doctrina de seguridad nacional estadounidense, tuvo varias
consecuencias dentro de la burocracia norteamericana, adquiriendo gran
influencia instituciones tales como la CIA y el Pentágono, creándose también
nuevos centros de poder. Pero mucho más interesante para esta investigación, fue
el hecho que la asistencia militar, como instrumento de política exterior,
adquirió gran importancia.
d. El patio trasero
En lo que respecta a América Latina y el Caribe muchos académicos
norteamericanos han calificado la política de los EEUU como de “desidia
benigna”, aunque algunos hablan de “indiferencia perversa”. La administración de
Eisenhower no fue una excepción. Al igual que en su política exterior general,
el gobierno republicano siguió en el hemisferio una política muy similar a la
trazada en época de Truman, pero con un tinte todavía más conservador y
reaccionario.
El profesor Gaddis Smith, de la Universidad de Yale, ha señalado que entre 1949
y 1950, se manifestó un “cambio dramático” en la política hacia el continente
latinoamericano, que se correlacionaba con los cambios ocurridos en el ámbito
internacional. Como resultado de ello, se produjo “un uso sin precedentes de la
Doctrina Monroe para justificar la intervención encubierta contra un gobierno
latinoamericano y una disposición general a atemperar el apoyo a las democracias
con vista a enfrentar al comunismo” .
Afirma también, que el resultado de una buena parte de la política
norteamericana en América Latina, desarrollada por los funcionarios americanos
de mayor nivel, tenía muy poco que ver con la América Latina real, pero sí mucho
que ver, con la forma en que esos funcionarios veían a los Estados Unidos
proyectando su poderío en el mundo y siendo amenazados por la proyección del
poderío de la Unión Soviética.
Por ello, los Estados Unidos no debían tener ninguna aflicción en aplicar la
Doctrina Monroe, aunque estaban en pleno siglo XX y la política del “Buen
Vecino”, supuestamente había terminado con las flagrantes intervenciones
directas.
Según citó Gaddis Smith, el Director del Departamento de Estado en 1950, George
F. Kennan, en un informe titulado “América Latina como un problema en la
política exterior de los Estados Unidos”, era partidario de una línea de “mano
dura” en América Latina, que estimulara las acciones anticomunistas de los
gobiernos de la región y los incentivara, cuando fuera necesario, con “medidas
coercitivas que inculquen en otros gobiernos el temor de antagonizarnos mediante
una tolerancia excesiva de las actividades antiamericanas y que, sin embargo, no
sean susceptibles de ser aprovechadas por nuestros enemigos, como constitutivas
de intervención o imperialismo o medios ilícitos de presión” .
El presidente Eisenhower y el secretario Dulles querían proteger la imagen de
los Estados Unidos en el exterior, particularmente en América Latina. Solo unas
pocas semanas antes de que Eisenhower asumiera la presidencia, un “Estimado
Nacional de Inteligencia” de la CIA, había enfatizado que América Latina estaba
amenazada por “la presión del nacionalismo”, y que esa tendencia, podría
eventualmente “afectar la solidaridad hemisférica y los intereses de seguridad
de los Estados Unidos” , la misma advertencia fue repetida por Allen Dulles en
una reunión del Consejo de Seguridad Nacional del 18 de febrero de 1953, y a
mediados de marzo, el NSC 144/1 80 decía que los Estados Unidos debían evitar la
apariencia de una acción unilateral en los asuntos internos de las repúblicas
latinoamericanas.
La política del “buen vecino” estaba tan muerta como su promotor. El “gran
palo” estaba de nuevo sobre la mesa, más grande y fuerte que nunca.
2. La Reina más rebelde
Durante la presidencia de Truman y gran parte de la de Ike, la República
Argentina estaba atravesando un proceso que la marcaría profundamente y que la
tornaría aún más rebelde y molesta a los ojos del gobierno norteamericano.
Durante la segunda guerra mundial, la Argentina había, como ya lo relatamos
antes, mantenido una política de obstinada neutralidad que expresaba en el fondo
un exacerbado nacionalismo, circunstancia agravada por la aparente simpatía que
los gobiernos argentinos de la época parecían tener a las potencias del Eje.
En 1944, un cónsul honorario argentino, fue detenido por los aliados en un viaje
que hacia a Europa y se descubrió que tenía la misión de comprar armas en
Alemania para el ejército argentino.
Frente a estos hechos, el Departamento de Estado le presentó a Argentina una
especie de ultimátum, y los países americanos en protesta retiraron sus
embajadores de Buenos Aires, por lo cual y ante la
amenaza de no poder ingresar
a las Naciones Unidas una vez que finalizara la guerra, el vecino país
finalmente tuvo que romper relaciones con Alemania y Japón, declarándoles la
guerra en marzo de 1945.
De fundamental importancia, fue el ascenso al poder de Juan Domingo Perón, el
cual asumió la presidencia constitucional de la Argentina el 4 de junio de 1946,
extendiéndose la misma, por dos períodos, hasta el mes de septiembre del año
1955.
Perón llevo a cabo un gobierno cuyos principales aspectos contribuyeron a volver
aún más delicada su relación con los norteamericanos.
a. El aspecto económico
La economía del sistema peronista fue, nacionalista, estadista y autarquizante.
Se basaba en la idea de una adecuada planificación estatal con fuerte
intervención del sector público en el área privada. Se entendía que la Argentina
tenía entidad suficiente y un tipo de producción variada como para virtualmente
autoabastecerse con productos nacionales.
En definitiva, esto es todo lo opuesto a lo que el gobierno norteamericano
preconizaba, ya que abogaba por la liberalización de los mercados y la
posibilidad de colocación de sus propios productos manufacturados.
b. El aspecto político
El sistema peronista era autoritario, populista y tendía al partido único.
Era, por supuesto, también opuesto al tipo de sistema democrático que los EEUU
decían defender y era peligrosamente parecido a una de las recién derrotadas
organizaciones fascistas, y con muchos puntos en común con los países detrás de
la cortina, por lo menos a sus ojos.
Es necesario aclarar, que aunque así no fuera, de todos modos se proporcionaba
una excusa muy plausible al gobierno norteamericano, para profundizar su
política de aislamiento con respecto a la Argentina.
c. El aspecto internacional
En 1949 Perón lanzó la llamada Tercera Posición: anunció al mundo que la
Argentina no estaba ni con la U.R.S.S. ni con los EE.UU., sino que adhería a una
posición diferente.
Si bien esta tercera posición fue más una cuestión de palabras que de hechos, en
definitiva no dejaba por eso de ser irritante, especialmente cuando los Estados
Unidos estaban empeñados en reconstruir el mundo y en plena época del Macartismo,
donde se aplicaba la noción tan simplista de “o estás conmigo o contra mí”.
De cualquier forma, la Republica Argentina no adhirió inicialmente ni al Fondo
Monetario Internacional (FMI), ni a la Organización de las Naciones Unidas para
la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), ni a la Organización de las
Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
Es decir, se mantuvo en un aislamiento que respondía básicamente a la idea
autarquizante de la política económica que llevaba adelante el gobierno
peronista.
d. Tecnología
El gobierno peronista se embarcó en un intento de fomento a su industria
nacional, que incluía el desarrollo -bajo control del estado y con la ayuda de
científicos alemanes exiliados- de determinadas áreas estratégicas que podían
considerarse peligrosas para los intereses norteamericanos.
(1) Aviación
El
9 de febrero de 1951, uno de los aviones de caza más avanzados
del mundo para su época, fue exhibido al público en el
Aeroparque de Buenos Aires en la avenida Costanera, se trataba
del Pulqui II (Flecha), que había sido diseñado y construido
enteramente en Argentina en la provincia de Córdoba, por un
equipo ingenieros alemanes y argentinos que lideraba el experto
Kurt Tank .
Aparentemente se
trataba de un excelente avión que no llegó en definitiva a la
etapa de producción debido a la destitución de Perón.

(2) Energía nuclear
El sábado 24 de
marzo de 1951 a las 10 de la mañana, Juan Domingo Perón en una
conferencia de prensa especialmente convocada para la ocasión
anunció al mundo:
“El 16 de febrero de 1951, en la planta piloto de energía
atómica en la isla Huemul, de San Carlos de Bariloche, se
llevaron a cabo reacciones termonucleares
bajo
condiciones de control, en escala técnica” .
El programa de
investigaciones nucleares argentino estaba a cargo del
científico austriaco de 42 años, nacionalizado argentino, Ronald
Ritcher.
De acuerdo a los anuncios todo indicaba que Argentina había
logrado controlar la fusión nuclear y podría en un futuro
cercano tener energía barata y abundante, así también como
armamento nuclear. La prensa internacional dio amplia y
entusiasta cobertura al asunto. En Londres el periódico “The
Times” anunció en un titular: “Energía atómica barata a
través de un proceso original, según el Presidente Perón” .
El
"New York Times" por su lado le dedicó una columna en la primera
pagina de su edición dominical en la que decía: “Perón
anuncia una nueva forma de extraer energía del átomo” .
Si bien el sueño de la fusión controlada a gran escala sigue
siendo un sueño hasta hoy en día, en aquellos tiempos tenía
todos los visos de verdad necesarios y era tan preocupante que
la Comisión de Energía Atómica de los Estados Unidos decidió
dedicar tiempo y dinero “en el área en el cual el físico
Ronald Richter, trabajando en Argentina, ha sostenido haber
logrado éxito”.
3. Vigilar el tablero, controlar la Reina
Las reglas del juego eran otras, el tablero mundial había cambiado, los
norteamericanos y su gobierno estaban inmersos en una cruzada gloriosa y
mesiánica contra cualquiera que intentase interponerse entre ellos y su destino,
habían aceptado su responsabilidad, y la llevarían hasta las últimas
consecuencias.
El monstruo comunista, había sustituido con éxito al monstruo nazi. Alzando la
bandera anticomunista y mediante el uso de la presión política, la ayuda militar
e incluso la intervención directa, el gobierno norteamericano protegía sus
intereses en todo el mundo y en especial en América.
Argentina por otra parte, seguía siendo rebelde, ultra nacionalista, pretendía
ser autárquica y sin duda constituía un peligro, aunque no inmediato. Había que
vigilarla. |

Perón
condecora a Ronald Richter |
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CAPITULO III
El Caballo de Batalla
1. Las patas del caballo
El corcel que amenazaba la libre navegación de toda la cuenca del Plata tenía
dos soportes. El primero de ellos estaba constituido por una punta de lanza
compuesta por una relativamente pequeña pero muy bien ubicada fuerza de
bombarderos medianos B-25 Mitchell, excedentes de guerra, con su correspondiente
escolta de cazas F-51, la cual fue cedida al Uruguay en 1950, mientras que el segundo
soporte, mucho más amplio, estaba formado por un convenio de asistencia militar
suscripto por nuestro país con los Estados Unidos dentro del Tratado
Interamericano de Asistencia Recíproca. |
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(ver "El Ferry del 50", de Julio
Salvo) |
a. La punta de lanza
El 6 de febrero de 1950 en un avión C-47, parten de la Base Militar Nº 1 con
dirección a California (EE.UU.), comandados por el entonces May. Juan Carlos
Jorge, los oficiales y técnicos que tendrán por tarea incorporar a nuestra
aeronáutica militar 11 aviones B-25 J Mitchell.
Dicha incorporación tendrá lugar, gracias a un vuelo histórico, el cual
comenzarán el día 23 de mayo, partiendo de la terminal aérea de la Lockheed, en
Los Angeles (California), pasando por San Antonio (Texas), Tampa (Florida), La
Habana (Cuba), Puerto Rico, Georgetown, Belén (Brasil), Recife,
Río de Janeiro , arribando finalmente a la Base Militar Nº 1el día
11 de Junio . |
Eran aeronaves relativamente nuevas, que habían sido empleadas ampliamente por
los Aliados en todos los frentes durante la segunda guerra mundial, que habían
adquirido especial fama por haber protagonizado el famoso raid contra Tokio,
realizado el 18 de abril de 1942 por 16 de estos bombarderos, comandados por el
legendario James Doolittle, que despegando del portaaviones “USS Hornet”
atacaron la capital japonesa en un gesto más simbólico que efectivo, a modo de
venganza y a solo cuatro meses del ataque nipón a Perl Harbor. Como datos
curiosos, puede agregarse que por tratarse de bombarderos terrestres, debieron
ser aligerados al reducirles el blindaje y el armamento, aumentando por otro
lado la carga de combustible mediante el agregado de un tanque extra fijo y otro
desechable, en detrimento de la capacidad en la bahía de bombas.
Hicieron el
viaje por mar hasta la distancia de ataque, sobre la cubierta del portaaviones,
pues no cabían en los ascensores del mismo, y finalmente, en caso de fallar
durante la puesta en marcha, deberían ser empujados y arrojados al mar para
dejar espacio a los demás para despegar, lo que de todos modos no ocurrió.
El Cnel. Carlos R. Mercader, que participó, con el grado de Teniente 2º en
el vuelo que trajo a nuestro país los B-25 desde California (posteriormente
también los F-51 “Mustang”), dice con orgullo: “eran estupendas máquinas, se
podía sentir la aceleración cuando se daba potencia... teníamos los mismos del
ataque a Tokio, atrás de los pilotos había un tanque de combustible para darle
mas autonomía”. Es necesario aclarar, que los B-25 del Raid a Tokio eran modelo
“B” modificados, siendo incorporadas algunas de esas modificaciones en los
modelos “J” que pertenecieron a nuestra fuerza. Entre ellas destacaba,
justamente, el tanque suplementario fijo que se encontraba entre la bahía de
bombas y los pilotos, al cual se refiere el Cnel. Mercader.
Se trataba de bombarderos medianos, de cola bi-deriva, tren triciclo, ala media
con un diedro característico que le daba forma de ala de gaviota, fabricados por
North American, provistos de dos motores Wright Cyclone R-2600 de 1700 hp. cada
uno, con un armamento de 13 ametralladoras calibre 12.5 mm (.50), capaces de
transportar hasta 2000 kg. de bombas, y de desarrollar velocidades de 485 kph a
3.865 mts.
Los Estados Unidos distribuyeron este modelo por varios países de América
Latina, y entre sus usuarios encontramos, además de nuestro país, a Bolivia,
Chile, Colombia, México, Perú y Venezuela. Finalmente República Dominicana
también adquirió 5 de estas máquinas en 1950, pero a contratistas particulares
norteamericanos. Una de las aeronaves dominicanas tenía la particularidad de
tratarse de un modelo “H” de nariz sólida. También lo tuvo en sus filas Brasil,
que merece una consideración aparte por dos razones. La primera de ellas, es la
de haber sido el país sudamericano que más temprano los incorporó, pues le
fueron provistos, como país aliado, durante el transcurso de la Segunda Guerra
Mundial varios modelos C, D y J que operaron desde las bases de Salvador contra
los submarinos alemanes, y además porque fue el que contó con el mayor número,
totalizando aproximadamente 93 aviones. Otra mención especial la merece Cuba,
que habría operado con 4 de estos aviones, 3 de ellos modelos J y en especial un
modelo H, del que hablaremos a continuación. Estos aviones habrían sido
sustituidos por 6 u 8 B-26 en 1956.
El B-25 modelo H, se diferenciaba de sus hermanos por tener la nariz más corta y
sólida en lugar de la acristalada, y portar, además, un cañón de 75 mm. El avión
de Cuba modelo H, al que hacíamos referencia, podría ser, según el dato aportado
por el Tte. 1º (Av.) Juan Maruri (sobre el cual continúa trabajando sin
haberlo todavía confirmado o publicado), el B-25 Nº Serie 43-4536 que recibió
Uruguay el 10 de enero de 1958, dentro del marco de “Military Defense Air
Pact”, y que fuera matriculado en Uruguay con el Nº 164.
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Todos los
B-25 integraron el Grupo de Aviación Nº 3 (Bombardeo). Se
recibieronun total de 15 aparatos, pues además de los 11 que vinieron en
vuelo, y que se matricularon con los números 150 al 160 inclusive,
se incorporaron posteriormente, el 29 de diciembre de 1957 un B-25
J, traído en vuelo por tripulaciones americanas el día 7 de
noviembre de ese mismo año, que se matriculó con el Nº 161 y casi
enseguida, el 10 de enero de 1958 se recibió la última partida de
tres aviones, que estaba constituida por dos modelos J, con las
matrículas Nº 162 y Nº 163 y el ya mencionado modelo H Nº 164,
(aparentemente todos ellos provenientes de Cuba donde habían sido
sustituidos por B-26).
Inicialmente se les colocó un “G-3” (Grupo 3) delante de la matrícula, pero a
mediados de la década del 50 se abandonó esa práctica y en los últimos años de
su servicio a algunos ejemplares se les colocó en el lado izquierdo de su nariz
un escudo relativamente grande, en el que un indiecito viajaba montado sobre una
bomba, y delante del escudo el nombre de una tribu o cacique indígena. Se pudo
determinar que el Nº 150 era “Guenoa”, el Nº 151 era “Yaro”, el Nº 156 era
“Tabaré” , el Nº 158 era “Charrúa”, el Nº 162 el “Chana”, el Nº 163 “Arachán” y
el Nº 164 “Boanes”.
De los 15 aviones referidos, dos se perdieron en sendos y lamentables accidentes
de los cuales hablaremos a continuación, y otros cinco aviones fueron radiados
del servicio por diversas razones, por lo que a la fecha de su retiro, en el año
1963, quedaban un total de 7 aparatos en condiciones de volar.
El primero de esos accidentes, se produjo en septiembre de 1952, en el
departamento de Paysandú, en Parada Daymán, cuando se estrelló, al desprenderse
sus alas, el B-25 J matrícula Nº 155, piloteado por el Cap. Francisco A. Otero y
el Tte. Cnel. Erling Olsen Boje, pereciendo la totalidad de la tripulación .
Aparentemente el Sgto. Asimilado Severino Tarocco habría logrado llegar a saltar
en paracaídas, pero en forma lamentable habría sido golpeado por
alguna parte del fuselaje durante su salida de la máquina .
El segundo accidente, igualmente trágico, se produjo a tres kilómetros de la
estación Villasboas en Departamento de Durazno, el día 10 de julio de 1959,
cuando, luego de una misión de bombardeo efectuada al polígono de tiro del
embalse del Rincón del Bonete, y a su regreso hacia Carrasco, el B-25 J
matrícula Nº 161 y piloteado por el Tte. 1º Enrique Castro y el Tte. 2º Dante
Carrero, impactó contra el terreno a velocidad de crucero mientras intentaba
atravesar un banco de niebla.
Pereció toda la tripulación excepto el Sdo. Juan González
(mecánico) que ocupaba la parte trasera del fuselaje y fue
despedido del mismo .
Sin duda se trataba de hermosos aviones, potentes, fuertes y maniobrables, que
constituían una fuerza disuasiva real y creíble. Respecto a las bondades de
estas máquinas dice el Brigadier (Av.) W. Malatés: “eran muy maniobrables...
cuando se le ponían los sobre-compresores por encima de cierta altura se notaba
la diferencia de potencia. Era como decolar de nuevo a 10.000 pies”. |
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(ver
página de los B-25 uruguayos) |
b. El M.D.A.P. (Military Defense Air
Pact)
Durante el año 1952 las horas de vuelo de los B-25 Mitchell se habían visto muy
disminuidas debido a la falta de repuestos. Una cosa era tener las aeronaves y
otra muy distinta mantenerlas en vuelo. La situación se iba sobrellevando a
duras penas, gracias principalmente a la inventiva e iniciativa de los Oficiales
del grupo, contactos amistosos y a la buena voluntad de algunos pilotos de
línea, que se combinaban para lograr “importar” de forma oficiosa algunos
repuestos.
Esta situación logró revertirse mediante un “Convenio de Asistencia Militar,
(M.D.A.P.)”, que se suscribe con los Estados Unidos dentro del
marco del “Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca”, el
cual es firmado por el gobierno nacional el día 30 de junio de
1952 , ratificado por la Asamblea General el día 6 de junio de
1953, y publicado en el Boletín de Defensa Nacional Nº 3.487 .
La posición oficial sostenida por Estados Unidos y los países suscriptores del
“Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca” , "TIAR" o "Tratado de Río", es
que el mismo surgió como consecuencia de la necesidad percibida de un mecanismo
que garantizara la seguridad colectiva en el Hemisferio durante la época
directamente anterior a la Segunda Guerra Mundial. Aunque la función básica del
Tratado se planteó durante la Guerra, únicamente fue aprobado en la Tercera
Reunión de Consulta de los Ministros de Relaciones Exteriores realizada en Río
de Janeiro, Brasil, en 1947. El Tratado entró en vigor en 1948.
Entre otras cosas, define las medidas y procedimientos que gobiernan la
respuesta colectiva de los estados parte cuando un estado miembro sufre un
ataque armado o alguna agresión que no constituya específicamente un ataque
armado.
Para la posición oficial, el espíritu del Tratado de Río es intentar
proporcionar un mecanismo de seguridad colectiva. De acuerdo con sus términos,
un ataque armado a uno de sus miembros debe ser considerado un ataque a todos.
El tratado también plantea medidas para responder a las agresiones que no se
consideran ataques armados, tanto en conflictos extracontinentales como
intracontinentales, o "cualquier otro hecho o situación que pueda poner en
peligro la paz de América".
El Tratado ha sido invocado en 19 ocasiones desde su aprobación, la más reciente
en 1982.
Sin embargo, al margen de la posición oficial, muchos analistas sostienen que
uno de los principales problemas que presenta el TIAR, es que responde
principalmente a las políticas de Estados Unidos, lo que ha dificultado
enormemente su aplicación, según cita el Investigador del Centro de
Investigaciones sobre América del Norte (CISAN) de la Universidad Autónoma de
México Raúl Manaut Benitez : “Desde que fue firmado, el TIAR ha sido invocado en
17 ocasiones; 16 de ellas fueron conflictos ubicados en la cuenca del Caribe.
Debido a que en la mayoría de las ocasiones la invocación al TIAR se refirió a
conflictos interamericanos, relacionados con la contención de la insurgencia
comunista en la región, la efectividad real del TIAR como un arreglo efectivo de
seguridad que pueda cubrir el conjunto de necesidades de seguridad, se ve
irrealizable. Adicionalmente, durante la existencia del tratado, la seguridad
hemisférica fue abrumadoramente dominada por las preocupaciones de seguridad de
Estados Unidos durante la Guerra Fría. Por ello, en América Latina el tratado se
identifica sólo con la Guerra Fría y las preocupaciones de seguridad de Estados
Unidos, por encima de los intereses colectivos. Esto explica porqué muchos
latinoamericanistas sostienen que el tratado sirve sólo para legitimar las
intervenciones de Estados Unidos en la región” .
A este respecto puede también citarse la opinión emitida por el Conferencista de
la “Escuela Superior de Guerra” del Brasil, Coronel Aviador Manuel Cambeses
Júnior, al comentar sobre la posibilidad de instrumentar algún mecanismo de
defensa hemisférico, frente a hechos tales como los atentados terroristas del 11
de septiembre en los EEUU: “é muito provável que os principais objetivos de
segurança, ansiados e perseguidos pela região, não possam ser bem contemplados
por este anacrônico Tratado. Desde 1982, quando a Argentina envolveu-se na
guerra contra a Inglaterra, pela posse das Ilhas Malvinas, ficou bastante
evidenciada a inoperância e tendenciosidade do TIAR” .
Debido a las dificultades para alcanzar acuerdos y consensos entre la totalidad
de los países latinoamericanos por causa de la diversidad de intereses y
condiciones políticas de cada uno, la modalidad adoptada en términos reales por
Estados Unidos fue y es, la firma de acuerdos bilaterales de defensa que regulan
las actividades de cooperación, dando un tratamiento diferencial a cada uno de
acuerdo a su ubicación geográfica, su comportamiento histórico respecto de tener
vínculos estratégicos con Estados Unidos, y las capacidades individuales de cada
estado . Sería en este marco, donde podríamos ubicar el “M.D.A.P.” acordado con
nuestro país.
2. La situación
En definitiva, los norteamericanos a partir de este tratado, instalaron una
misión permanente en nuestro país, que tenía su sede en la Ciudad Vieja, y una
oficina en la Base Aérea I en Carrasco, la que se mantendría hasta los años
setentas cuando EE.UU. suspendió la ayuda militar a nuestro país. Esta misión
tenía importantes potestades de control sobre los materiales cedidos en préstamo
y en caso de cederlos a otro país debía contarse con su expresa autorización.
Así fue, por ejemplo en el caso de los F-51 cedidos a Bolivia.
Gracias a un flujo constante de repuestos y materiales, la Fuerza Aérea continuó
volando. Las horas de vuelo parecían estar aseguradas, “los trenes entraban por
una línea muerta en Boiso Lanza y bajaban las cajas llenas de herramientas,
motores y planos” . Tan grande fue este verdadero torrente de partes, que años
después de la desactivación de los B-25, en ocasión de estar efectuando una
mudanza de talleres, el Cnel. (Mant.) H. Bustos, pudo comprobar personalmente
que todavía quedaban repuestos de los Mitchell, incluyendo un motor
perfectamente preservado en esos depósitos.
Los aviones cumplían su misión, el “M.D.A.P.”
aseguraba que lo seguirían haciendo, el Corcel era fuerte y todo
estaba bien.
El futuro sin embargo no sería siempre color de rosa.
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CAPITULO IV
Una buena movida:
"Alianza para el Progreso"
1. La alianza
“Que sepan todas las naciones, quiéranos bien o mal, que en aras de la
supervivencia y del triunfo de la libertad, hemos de pagar cualquier precio,
sobrellevar cualquier carga, sufrir cualquier penalidad, apoyar a cualquier
amigo u oponernos a cualquier enemigo”
John F. Kennedy

En 1961 llegó a la presidencia de los Estados Unidos, John F. Kennedy, un hombre
destinado a transformarse en una leyenda, un presidente que si bien mantenía la
línea de sus antecesores en lo que respecta a la “cruzada”, marcaría distancia
con ellos en lo que respecta a los mecanismos para llevarla a cabo.
Como lo afirma Ernest R.May:
“...en los discursos de los presidentes Eisenhower,
Kennedy y otros hombres públicos, el sueño del mundo norteamericanizado se
mantuvo en plena vigencia” .
Sin embargo la política exterior norteamericana, en especial en lo que respecta
a América Latina tendría un giro importante. Decía Kennedy: “A nuestras
repúblicas hermanas situadas al sur de nuestras fronteras, les brindamos una
promesa específica: convertir nuestras buenas palabras en buenos hechos mediante
una nueva alianza para el progreso; ayudar a los hombres libres y gobiernos
libres a despojarse de las cadenas de la pobreza” .
La "Alianza para el Progreso", postulada por el presidente norteamericano en su
discurso ante el cuerpo diplomático hispanoamericano en la capital de Estados
Unidos el 16 de marzo de 1961, constaba de diez puntos que establecían las bases
de un plan de diez años para la mejora económica e implementación de políticas
sociales en América Latina, bajo la dirección de los EEUU, y que supuso, en los
hechos, una ayuda de 20.000 millones de dólares . Como aseguró el historiador y
asesor presidencial Arthur Schlesinger, se había convertido en evidente que un
esfuerzo de idealismo social era lo único verdaderamente realista
que podía hacerse por los Estados Unidos en Ibero América .
En definitiva los Estados Unidos parecía estar intentando aumentar su liderazgo
en toda América, pero modificando su estrategia, sustituyendo la amenaza, las
operaciones encubiertas e incluso la intervención directa, por una influencia
mucho más cooperativa, apoyada esta vez en ayuda económica y alivio de
tensiones.
La presidencia de Kennedy, pese a su actitud de liderazgo positivo hacia sus
vecinos del sur, experimentó grandes tensiones en sus relaciones con Cuba -que
hasta hoy se mantienen- las cuales estuvieron marcadas por dos episodios
fundamentales, el primero de ellos fue el bochornoso asunto de Bahía de Cochinos
en abril del 61, y el otro la crisis de los misiles en octubre del 62.
En puridad, el problema de Bahía de los Cochinos debe ser achacado más a la
administración Eisenhower que a la de Kennedy, ya que este último se limitó
prácticamente a dar luz verde a un plan ya gestado y que para esas alturas
resultaba en los hechos, indetenible. En cuanto al segundo y más grave asunto de
la crisis de los misiles soviéticos en Cuba, lo que resulta interesante para el
presente trabajo, como mas adelante se verá, es la forma en que fue resuelto, en
especial la fórmula secreta por la cual al cabo de cierto tiempo EEUU aceptaba
retirar sus misiles Júpiter de Turquía. Estas armas eran obsoletas y
vulnerables, desde hacía tiempo se había pensado en hacerlas desaparecer, pero a
Kennedy le pareció que ofrecer esa medida como contrapartida a la retirada de
los misiles soviéticos de la isla, habría equivalido a dar la sensación a su
propia opinión pública de que se cedía en exceso, por lo cual negoció en forma
secreta usando como enlace a su hermano Robert y estableciendo un plazo de seis
meses para iniciar el retiro de los mismos, a efectos de evitar una aparente
conexión.
En resumen, el flamante presidente de los EEUU era tan “cruzado” como sus
antecesores, pero sus armas eran más bien, la ayuda económica, las buenas
intenciones y la acción social. Era un hombre decidido y lo demostró claramente
durante la “Crisis de los Misiles”, pero es interesante ver como obtuvo una
verdadera victoria política al hacer que sus enemigos hicieran un sacrificio
importante a cambio de uno relativamente menor (el de renunciar a unas armas que
ya resultaban obsoletas, ubicadas en un lejano país).
2. El orgullo de la realeza
En Argentina, hacia 1951 o 1952 la política económica del gobierno peronista se
fue agotando, lo que de ninguna manera significa que la gente lo haya sentido.
El pueblo en general vivía una vida más plena, más feliz; su dinero le alcanzaba
más que en otros años: con un índice de 100 en 1943, un obrero común, de la
construcción por ejemplo, ganaba en 1950 un índice 120. Es decir que había
aumentado en forma significativa su poder adquisitivo y éste se gastaba
fundamentalmente en indumentaria y alimentación. Es decir que el pueblo vivía
mejor, comía mejor, se divertía más.
Sin embargo, aunque no fuera evidente en ese momento, la realidad era otra muy
distinta. El peso argentino, que en 1946 estaba respaldado en un 130% con
divisas y oro, en 1952 estaba respaldado con el -15%, o sea que no tenía
cobertura total. Las divisas se habían evaporado, se habían esfumado las
reservas de oro y de dólares que había acumulado ese país como consecuencia de
la guerra mundial.
Luego de la caída de Perón y de varios gobiernos provisionales efímeros, en
febrero de 1958, accedió a la presidencia argentina, el experimentado dirigente
radical Arturo Frondizi, el cual debió enfrentar la realidad de una terrible
crisis económica que había estado en las sombras y que se hacía evidente en ese
momento.
Como se ha visto hasta ahora, las relaciones de Argentina con EE.UU. había sido
en general tensas. Según afirma A. P. Whitaker: “una de las pocas constantes en
las arenas movedizas de la opinión argentina es un pronunciado antiimperialismo,
teñido de yanquifobia” . El presidente Frondizi empezó a cambiar esta actitud, al
entrar en contratos con diversas grandes firmas petroleras norteamericanas,
tales como la Standard Oil de New Jersey, y la Pan Américan International Oil
Company.
Por otra parte en su mensaje a la nación llamó a “hacer frente a las
realidades y adoptar medidas heroicas” , estableciendo políticas de austeridad.
Finalmente en 1959, estrechó todavía más las relaciones con EEUU al protagonizar
la primera visita en la historia argentina de un presidente de esa nación a
Washington. Posteriormente también se reuniría con Kennedy.
En definitiva a principios de los años sesenta una reina empobrecida, se tragaba
su orgullo y establecía relaciones estrechas con su gran rival. Esto era un
acontecimiento histórico, ya no habría marcha atrás.
3. El tratado
El año 1961 marcó una etapa importante también en las relaciones entre nuestro
país y la Argentina.
El 7 de abril de ese año, se firmó un importante tratado, que vino a resolver un
problema de fronteras de larga data, se logró arribar a un acuerdo, que
respetaba las pretensiones orientales sobre el río Uruguay y sus territorios
insulares, lo cual distaba mucho de ser un tema menor. Por otra parte se hizo
una declaración conjunta referente al límite exterior del Río de la Plata, lo
que lo transformaba en los hechos, en un río interior de soberanía exclusiva de
los estados ribereños, lo que dejaba fuera de discusión la pretensión inglesa de
considerarlo un “estuario”, hipótesis, esta última, que lo abriría a la
navegación internacional.
La frontera del Río de la Plata y el importante tema de la Isla Martín García se
dejaban pendientes, pero las relaciones entre ambos vecinos parecían haber
mejorado. Era importante mantenerlas en esos términos para llegar a un futuro
acuerdo sobre el tema.
4. ¿Seguía siendo necesario amenazar a la Reina?
A partir de los hechos reseñados en este capítulo se puede percibir que la
situación general ha cambiado. EEUU decidió promover su liderazgo continental
mediante “acciones sociales” en la zona, la Argentina, empobrecida, se tragó su
orgullo y mejoró sustancialmente sus relaciones con los norteamericanos. Por
nuestra parte, los orientales obtuvimos un acuerdo de límites largamente buscado
y bastante favorable, (aunque aún quedaban asuntos pendientes muy importantes
con nuestros hermanos del Plata).
Las condiciones parecían estar dadas para ganar el juego por fuera del tablero,
los negocios parecían ser una mejor arma que los bombarderos. Incluso la
administración Kennedy podía devolver la simpatía de la Reina, haciendo un
pequeño sacrificio para agradarla, prescindiendo de un arma casi obsoleta
ubicada en un lejano país, (igual a la solución que se había arribado en la crisis
de los misiles en Cuba). No hay que olvidar tampoco a los orientales, que
contentos con su nueva y segura frontera, podían dedicarse a volar en aviones de
transporte para realizar “acciones sociales”, en lugar de amenazar a sus vecinos
con tensionantes bombarderos.
La muerte del caballo había sido decretada y estaba próxima.
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CAPITULO V
Gambito de Caballo
“Gambito: (Del ital. gambitto, zancadilla) m. Lance en el juego de
ajedrez que consiste en sacrificar un peón o pieza, a cambio de
conseguir una ventaja en el ataque.”
Diccionario Enciclopédico Salvat.
Cuando un equino sufre una herida o enfermedad grave, o es demasiado viejo para
seguir prestando servicios útiles, por su propio bien y por el de todos, se hace
necesario sacrificarlo, a veces sin embargo, y tal cual reza la definición
citada, el sacrificio responde a otras causas.
1. La salud del caballo
¿Sufría la flota de B-25 Mitchell alguna enfermedad incurable? ¿Estaba obsoleta
al punto de tornarse inútil o inoperativa? ¿No tenía misiones que cumplir? ¿Qué
sucedía con el abastecimiento y los repuestos? En definitiva: ¿era necesario
sacrificar el caballo debido a su salud?
a. El filo de la punta
de lanza
A principios de los años sesenta y poco antes de la muerte de los B-25, el Grupo
de Aviación Nº 3 (Bombardeo), tenía un alto grado de operatividad. Sus
tripulaciones estaban muy bien entrenadas y motivadas, los mecánicos del Grupo
eran muy profesionales, y se tenía un flujo adecuado de repuestos, lo que hacía
que siempre existiera un gran porcentaje de aviones en orden de vuelo. Se
buscaba incluso, diversificar las misiones asignadas a los aviones mediante la
transformación de algunos de ellos en aeronaves de fotografía aérea. Sin embargo
no todo eran rosas, también existía un problema llamado corrosión.
(1) El entrenamiento
De las entrevistas personales realizadas surge que, en esa época, cada avión
tenía una tripulación fija, que convivía y entrenaba junta, existía entre ellos
un gran compromiso y una sana competencia tanto entre tripulaciones como del
Grupo completo con otros Grupos de aviación.
Del libro personal de vuelo que el Sr. Brigadier (Av.) W. Malatés enseñó al
autor, surge que el mismo volaba en los B-25 un promedio de 150 a 250 horas por
año, cumpliendo diversos tipos de misiones, que incluían bombardeos simulados,
instrumentos y vuelo nocturno. Existía, según lo expresado por el mencionado
oficial general, una competencia entre las tripulaciones las cuales se
disputaban el ser quienes tuvieran más horas de vuelo, o más misiones de
determinado tipo, por lo cual ese promedio de horas era común. En definitiva,
“se volaba bien”.
Los aviones estaban dotados del sistema ILS para el aterrizaje por instrumentos,
pero no se podía practicar dicha modalidad de aproximación en nuestro país ya
que se carecía de las facilidades en tierra, por lo cual era normal que las
tripulaciones cruzaran el del Río de la Plata y se entrenaran en Buenos Aires,
donde sí había dichas facilidades.
Otra práctica común -que habla muy bien del grado de entrenamiento alcanzado y
de la profesionalidad de los oficiales y del personal- era la entrega del
“sobre”. A cualquier hora, quizás durante el almuerzo o a la hora de la licencia
diaria, sin previo aviso, un Oficial de Operaciones se acercaba a uno de los
jefes de tripulación o de escuadrilla y le entregaba un sobre cerrado. A partir
de ese momento el receptor del sobre tenía un tiempo de 15 a 20 minutos para
reunir a su tripulación, poner en marcha y decolar. Una vez que ya se
encontraban en vuelo, recién se podía proceder a la apertura del “sobre”, que
contenía los datos de la misión a realizar.
Asiduamente se practicaban ejercicios de evacuación de las aeronaves, lo que se
hacía colocando colchones debajo de las escotillas de emergencia y practicando
la salida desde las mismas, tanto de los pilotos como de los demás tripulantes.
(2) La motivación
Además de lo ya reseñado, que habla a las claras de la motivación de las
tripulaciones, podemos señalar otros hechos interesantes para complementar lo
dicho.
Por ejemplo, se fabricaron por iniciativa de los oficiales y los mecánicos del
Grupo 3, verdaderas bombas de napalm, utilizando para ello una mezcla casera de
combustible y detergente que se colocaba dentro de bombas de
ejercicio huecas, a las cuales se les daba vuelta el cartucho
fumígeno, de forma tal, que cuando el mismo se activaba por el
impacto, se disparaba hacia adentro e inflamaba la mezcla
casera. Estas bombas incendiarias hechas en casa, se utilizaron
y lanzaron desde los B-25 contra islotes en el Río de la Plata,
frente a las costas de
Rocha,
pudiéndose apreciar que permanecían encendidas aún debajo de la
superficie del agua, por hasta 20 minutos.
Por otra parte los mecánicos del Grupo, utilizando los manuales del avión,
incursionaron en reparaciones y modificaciones, que estaban teóricamente por
encima de sus capacidades y que habitualmente se realizaban en Brasil, lo que
provocó ciertos incidentes que más adelante trataremos.
(3) Las misiones
Si bien es cierto que hacia 1962 los B-25 eran comparativamente anticuados,
impulsados por motores recíprocos en una era de aviones de combate jet, no por
ello dejaban de ser aviones capaces dentro del contexto de la realidad del
Uruguay.
Los B-25 podían realizar en este entorno misiones de combate. En Uruguay habían
sido desplegados en la ciudad de Colonia en ocasión de la caída del régimen
peronista, y tómese a modo de ejemplo lo sucedido en abril de 1961, cuando los
anti-castristas cubanos, habían empleado desde Nicaragua, aviones B-26 (muy
parecidos y contemporáneos de los B-25), contra las tropas de Fidel Castro
durante la invasión de la Bahía de Cochinos, cuyo fracaso no puede atribuirse a
la calidad de los aviones empleados, sino, entre otras cosas, a la suspensión
por razones políticas, de la mayoría de las operaciones aéreas previstas.
Otro ejemplo, lo constituye la Fuerza Aérea Venezolana, la cual, en 1963 -en el
mismo año en que nuestro país transformaba estas magníficas máquinas en lingotes
de aluminio- incorporó a su flota de B-25, nueve de estos aviones provenientes
de la Fuerza Aérea Canadiense (RCAF), y los operó hasta el año 1973 en la Base
Aérea “Tte. Vicente Landaeta Gil”, Barquisimeto, Estado Lara, sustituyéndolos
finalmente por OV-10E Bronco. Brasil por su parte los usó hasta 1970.
Por otra parte, aún en el caso de que no pudieran realizarse a mediano plazo
operaciones de combate clásico, quedaban algunas misiones de importancia. Por
ejemplo, la contra insurgencia no era desconocida en la época. Recordemos que en
ese misma momento en Vietnam, los Estados Unidos estaban empleando los
monomotores recíprocos A-1 Skyryders. Sobre todo, se estaba encarando la
realización de un relevamiento fotográfico nacional, el que se concretará
finalmente en el año 1966. Este relevamiento fotográfico fue finalmente
realizado por una empresa extranjera contratada especialmente (que justamente
poseía por lo menos un Mitchell adaptado a esa tarea), pero todo indica que
habría podido efectuarse con medios propios utilizando para ello los B-25.
En la Fuerza Aérea no contaba con un grupo especialmente dedicado a la
fotografía aérea, la cual sobrevivía gracias a esfuerzos meramente personales.
Con la iniciativa de los oficiales del Grupo, que buscaban mantener sus máquinas
volando, y con el apoyo indispensable del mando de la época, se logró modificar
en San Pablo, Brasil, uno de los bombarderos Mitchell, adaptándolo a las tareas
de fotografía, con el que supuestamente se realizaría el relevamiento en
cuestión.
A la sazón, el único fotógrafo de la época en la Fuerza Aérea, era el entonces
Tte. 2º Walter Malán, asignado a volar en el Grupo de Aviación Nº 3, por lo cual
estuvo directamente involucrado en el fracasado intento de implementar el
relevamiento fotográfico nacional con medios propios.
Según él mismo relató al autor, se le asignaron 7 u 8 integrantes del personal
subalterno que entrenó personalmente para el desempeño de las tareas técnicas
necesarias. Para superar el inconveniente de la falta de cámaras métricas en
nuestro país, encaró una negociación con los titulares de empresa Pablo Ferrando
(que era la representante de la “Wild” en Uruguay), quienes en principio,
aceptaron arrendar una cámara aérea de las características necesarias, por la
suma simbólica de un dólar, con fines promocionales. Según Malán afirma se
estuvo trabajando con mecánicos de la Base Aérea I, en la
adaptación de un segundo B-25 para darle la capacidad
fotográfica y así contar con dos aeronaves de estas
características.
En definitiva, la capacidad estaba y la misión
se podía cumplir, excepto por un último escollo imposible de
salvar que se abordará un poco más adelante en este mismo
capítulo.
En definitiva misiones y proyectos no faltaban. Baste como ejemplo la actuación
cumplida por estas nobles máquinas en las inundaciones de 1959, realizando,
transporte, reconocimiento, fotografía, y lanzamiento de víveres y suministros.
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(ver Las Inundaciones del 59) |
(4) Corrosión
Un año antes de ser chatarreados, es decir en 1962, los B-25 fueron desafectados
de vuelo, y pasaron a estar estacionados en la planchada de la Base Aérea I. La
causa aparente de esa decisión, fue el hecho de que se encontró corrosión en los
largueros centrales de varias máquinas y para muchos esta corrosión fue
determinante para su destino final.
Contra lo que cabría pensar, ese largo año sin volar, no implicó el deterioro de
los aviones, muy por el contrario, durante ese tiempo un grupo de mecánicos
entre los que se encontraba el actual Cnel. H. Bustos, se dedicó a mantenerlos
en buenas condiciones, poniéndolos en marcha regularmente y haciendo las tareas
de mantenimiento habitual. Pero sobre todo, se preocuparon por recuperar los
aviones que estaban afectados por corrosión -que no era grave salvo en un caso- aplicando un tratamiento a base de ácido crómico, que resultó muy efectivo y
exitoso.
En definitiva se puede afirmar que las aeronaves en general, a la fecha en que
fueron definitivamente desprogramadas, no tenían problemas de corrosión pues
estos habían sido subsanados.
b. M.D.A.P., una
relación tormentosa
Lamentablemente nada es perfecto en la vida. La experiencia nos dice que todas
las cosas tienen un costo. El M.D.A.P., con todas sus ventajas, no fue la
excepción.
La misión americana tenía además de su sede en la ciudad vieja, una oficina
permanente en la Base Aérea I, y desde allí se ejercía un férreo control sobre
todo el material de vuelo.
Los Grupos diariamente además de entregar las novedades del estado de la flota a
sus mandos naturales debían hacerlo también a la oficina de la misión americana.
Esto no dejaba de provocar tensiones tales como las que, a modo de ejemplo,
expondremos a continuación.
(1) Holley
El B-25 como buen avión de combate que era, a veces tenía sus complicaciones,
una de ellas y por un doble motivo, eran sus excelentes carburadores marca
Holley.
La primera complicación que tenían los carburadores era su ubicación: A efectos
de darles la mayor protección posible ante el fuego enemigo, habían sido
colocados en un área muy protegida hacia el centro del motor, lo que implicaba
que si bien estaban a salvo de las balas y la metralla, quedaban también
bastante inaccesibles para los mecánicos, los cuales debían, llegado el caso,
hacer un desarme muy importante para llegar hasta ellos.
El segundo problema, motivado por las altas exigencias a las que se veían
sometidos, era su alto grado de complejidad y relativamente importante índice de
fallas.
En definitiva los carburadores daban bastante trabajo a los mecánicos, lo que en
sí no hubiera sido tan malo, sino fuera por el hecho de que el mantenimiento de
arsenal -por exigencia de los norteamericanos y entre otras cosas debido a la
supuesta falta de calificación de nuestro personal- debía realizarse en San
Pablo. Todo esto implicaba demoras importantes y que los aviones a veces
quedaran fuera de orden de vuelo por varios días.
Nada que un par de buenos mecánicos -uno de ellos el Cnel. (Mant) H. Bustos- con
iniciativa, manuales y repuestos no pudieran resolver.
Se procedieron a desarmar completamente dos carburadores, se sustituyeron los
diafragmas, se colocaron en un avión y se probaron en tierra, funcionando a la
perfección. Solo bastaba el vuelo de prueba, el cual por razones tanto de
seguridad como disciplinarias, se realizó por parte del Jefe de Grupo y del Jefe
de Operaciones, acompañados, como no podía ser de otra manera, por los mecánicos
involucrados.
Las pruebas fueron un completo éxito y se comprobó, por la fuerza de los hechos,
que los Holley no constituían un “misterio” solo reservados para iluminados.
La novedad no pasó inadvertida a la oficina de la misión norteamericana, que
constató que un avión que no podía volar, pues sus carburadores aún estaban en
San Pablo, aparecía en orden de vuelo en el parte diario.
No transcurrieron más de uno o dos días hasta la llegada desde Boiso Lanza, de
una inspección a cargo de la plana mayor de mantenimiento de la época, quienes
advertidos por los norteamericanos, llegaron a determinar responsabilidades y
prohibir tan peligrosas actividades hacia el futuro…
(2) Una sonrisa para la foto
Según planteábamos anteriormente, el famoso relevamiento fotográfico nacional
habría podido ser realizado con medios propios. Gracias al esfuerzo de los
oficiales y personal de la Base Aérea I, todos los inconvenientes técnicos
estaban superados o en vías de superación, solo faltaba un último escollo.
Ese último obstáculo era justamente el beneplácito de la misión americana, por
lo cual, se hizo una reunión en la sede de la ciudad vieja, entre el oficial que
iba a estar a cargo de las tareas de fotografía el Tte. Malán -enviado
personalmente por el Inspector General de la Aeronáutica. Brigadier Conrado Saez-
y el representante norteamericano el Cnel. Chinook, el cual se opuso
terminantemente a dicho emprendimiento. La argumentación en contra del proyecto
por parte Chinook fue tan pobre, que el Cnel Malán al entregar novedades de la
reunión a sus superiores les dijo: “Chinook de negocios sabrá mucho pero de
fotografía no sabe nada”.
Luego de esa reunión el proyecto deja de contar con apoyo y fue finalmente
abandonado, siendo contratada una empresa extranjera para efectuar el
relevamiento fotográfico nacional.
En definitiva, el corcel gozaba de buena salud y podría haber seguido cabalgando
muchos años más gracias a la ayuda del M.D.A.P. que era a la vez su soporte y su
yugo.
Sin el M.D.A.P no había vuelo, pero con él, tampoco había libertad.
2. El holocausto
Sea por las razones que fuera, el año 1963 marcó el fin de los Mitchell
en nuestro país. Fue una muerte decretado sin duda por “razones
de política militar norteamericana” .
Sin embargo, la forma casi cruel, en que esa muerte ocurrió, no fue
un problema de los norteamericanos, sino un asunto criollo. Nada
quedó de estos magníficos aviones, ninguno se conservó ni siquiera
como pieza de museo, todos fueron destruidos, transformados en
lingotes de aluminio. Tanto es así, que el B-25 que se encuentra hoy
en día en el Museo Aeronáutico es en realidad un ejemplar que
perteneció a la Fuerza Aérea Brasileña y que fue donado a nuestro
país en el año 1977 .
Quizás ante la decisión, ya ineludible, de radiarlos del servicio, hubiera sido
posible una negociación para cederlos a otro país -tal como se hizo en su
oportunidad con los F-51 Mustang- o simplemente transformar alguno de ellos en
esos monumentos tan comunes en todas las bases aéreas del mundo. Sin embargo no
fue así. En la época, muy probablemente debido a la abundancia de materiales y
repuestos que llegaban a través de la ayuda militar, existía, aparentemente, una
percepción mas o menos inconsciente de que la situación de abundancia se
mantendría por tiempo indefinido, lo que naturalmente conspiraba contra la
administración ponderada de los recursos y contra la creación de un acervo
histórico.
En agosto de 1963, luego de haber estado un año estacionados en la línea de la
Base Aérea I, esperando su resurrección, los Mitchell comenzaron a morir.
En primer lugar fueron removidos el armamento y todos los equipos que pudieran
brindar alguna utilidad.
Después le tocó el turno a las alas, las cuales fueron separadas del fuselaje,
por razones de practicidad –recordemos que se estaba procediendo a fundir los
aviones- mediante golpes de hacha.
Como paso final, las carcasas vacías fueron conducidas hasta una fosa de
ladrillos refractarios especialmente construida y equipada con potentes
quemadores a gas oil – los que eran aparentemente propiedad de una empresa
privada que giraba en el ramo de la chatarra- para ser arrojados de nariz a la
misma, donde iban fundiéndose paulatinamente hasta que desaparecía finalmente la
cola.
El Grupo entero se reunió en silencio para observar como sus máquinas eran
destruidas. Según cuenta el Cnel. H. Bustos, alguien sugirió que solo estaba
faltando una botella de champaña para hacer un último brindis de despedida. El
sentimiento de desazón fue terrible. Se dice que a raíz de esta experiencia,
hubieron oficiales que nunca volvieron a volar en otras máquinas e incluso
alguno que abandono definitivamente la carrera militar. El Cnel. W. Malán,
cuando se refiere a estos hechos, lo hace utilizando la frase “el crimen”, la
cual parece reflejar adecuadamente el sentimiento que invadió a la gran mayoría
de los integrantes del Grupo Nº 3 (Bombardeo).
Ver:
B-25 - El oscuro final de los últimos
guerreros clásicos, la historia de este holocausto contada por Humberto
Arioni Jones, piloto de los Mitchell uruguayos. |
CONCLUSIONES
A lo largo del desarrollo de este trabajo se han establecido una serie de
hechos, a saber:
1. En la década de los 40 EE.UU. procuró establecer bases aeronavales en el
territorio uruguayo lo que se vio frustrado por las presiones políticas de la
Republica Argentina y de la oposición al gobierno.
2. Luego de la segunda guerra mundial, EEUU adquirió un mayor protagonismo
mundial, desplazando la influencia británica e iniciando una verdadera cruzada
como líderes mundiales, lo que lo llevará a enfrentarse con la URSS en la guerra
fría y sumergir al mundo en la realidad bi-polar.
3. Truman y Eisenhower no dudaron en usar todos los instrumentos que fueran
necesarios para asegurar el triunfo de la cruzada norteamericana y la contención
del comunismo en América Latina, utilizando mecanismos que variaron desde la
presión política, pasando por la ayuda militar, acciones solapadas e incluso en
algunos casos la intervención directa.
4. La Argentina -en especial durante los
gobiernos peronistas- era la potencia regional de la época y tuvo
siempre una relación antagónica con los EEUU, disputando los
intereses de este en el ámbito regional e incluso en los foros
mundiales.
5. En el marco de la realidad reseñada
hasta ese momento, nuestro país recibe importante ayuda militar
norteamericana, la que incluye una relativamente pequeña pero muy
potente fuerza de bombarderos medianos, con su correspondiente
soporte logístico y que era capaz de amenazar la libre navegación
del Río de la Plata, la cual es un imperativo geopolítico para
Argentina.
6. Al comienzo de la década del 60 la
coyuntura política es otra muy distinta, Kennedy lanza su Alianza
para el progreso, triunfan las políticas de “acción social”, la
Argentina empobrecida estrecha sus lazos con los norteamericanos, y
nuestro país consigue un triunfo diplomático importante, aunque
parcial, en la determinación de sus fronteras con Argentina.
7. Dentro de la nueva coyuntura, la
ayuda militar norteamericana se orienta a la aviación de transporte
y helicópteros en detrimento de la aviación de bombardeo.
8. Los B-25 Mitchell al momento de su
desprogramación se encontraban en buenas condiciones, las
tripulaciones tenían un alto grado de operatividad y existían
distintos tipos de misiones a realizar. En otros países de América
Latina prestaron servicios por otra década.
Ver
"Historia de los Hellcat
uruguayos", donde Nelson Acosta escribe sobre el final de los F6F de
la Aviación Naval Uruguaya: "Quizás la necesidad de volcar
esfuerzos hacia otras unidades, quizás planes para la
adquisición de nuevo material de vuelo. Lo cierto es que aún
con seis de los F6F en orden de vuelo, se decidió su retiro."
Corría el año 1960. Son muchas las coincidencias que
pueden conducir a pensar que las razones para dejar de volar los
B-25 y los Hellcat sean las mismas...
(agregado de la redacción de
"Memorias del Tiempo de Vuelo") |
En definitiva, a partir de los hechos que se han reseñado brevemente y de los
demás datos aportados en el presente trabajo, el autor estima como muy factibles
las siguientes hipótesis:
1. El arribo de los B-25 Mitchell, así como de otros aviones de combate a
nuestro país, dentro del marco de la ayuda militar norteamericana, fue coherente
con la política exterior de EE.UU. y perseguía un triple motivo:
a. Contribuir a estrechar los lazos con
nuestro país, sustituyendo la influencia británica presente hasta
ese momento.
b. Crear un sucedáneo al fracaso de la
instalación de bases propias en nuestro territorio, por lo cual los
norteamericanos, se aseguraron de al menos, conservar un cierto
control de los medios aéreos cedidos a nuestro país, mediante la
administración de la logística.
c. Finalmente, crear una situación de
tensión o molestia a la República Argentina, la que le antagonizaba
en la región, que vería de esta forma, una amenaza a sus intereses
geopolíticos por parte de una fuerza aérea creíble, que -desde su
punto de vista- respondía exclusivamente a directivas
norteamericanas.
2. La decisión de desprogramar los B-25
Mitchell fue tomada por los EEUU en defensa de sus intereses en la
región por los siguientes motivos:
a. Decidieron aliviar tensiones en el Río de la Plata al estrecharse
sus relaciones con la Argentina a principios de los años 60.
b. Priorizaron la influencia económica en detrimento de otras formas
de influencia.
c. A pesar de eliminar los bombarderos, continuaron estrechando
lazos de amistad con nuestro país, al priorizar el área de “acción
social” y aumentar la ayuda militar en aviones de transporte y
helicópteros.
3. Nuestro país no vio con malos ojos la desprogramación de los
aviones de bombardeo por un doble motivo:
a. Se continuaba recibiendo abundante ayuda militar norteamericana y
no era conveniente crear una situación antagónica que la pusiera en
peligro.
b. Se había logrado recientemente un acuerdo muy favorable de
límites con Argentina y se tenían esperanzas de lograr algo similar
para el Río de la Plata, por lo cual era necesario cultivar las
buenas relaciones.
4. La decisión de transformar la totalidad de los aviones en
chatarra fue una decisión local, relacionada con la cultura
organizacional de la época, que no estaba comprometida con la
conservación y la creación de un acervo histórico pues existía una
tendencia a percibir como inagotable la abundancia de medios
proporcionados por la ayuda militar extranjera.
De esta forma los B-25 Mitchell pasaron a la historia
de nuestra Fuerza Aérea, con pena y con gloria
GAMBITO DE CABALLO
JAQUE MATE |

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José Palermo, 2004
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FUENTES
Bibliografía
Guglialmelli. Juan Enrique. Gral. de Div. “Geopolítica del Cono Sur” El Cid
Editor. Buenos Aires 1979.
Lazaro Ros, Armando. Traductor. Hanke Lewis. Autor. “America Latina
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Maruri Juan Tte. 1º “Historia de la Fuerza Aérea Uruguaya” Segundo Tomo.
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Diccionario Enciclopédico Salvat Salvat Editores S.A. Barcelona. 1979.
Diarios y revistas
Diario el Día 24 de abril de 1959. Gentileza May.(Av.) José Abellá
Revista Aeronoticias Año II Nº6 “El B-25 Mitchell en el Uruguay”.
Entrevistas personales
Brig.Gral. (Av.) Werner Malatés
Cnel.(Av.) Carlos Mercader (Telefónica)
Cnel.(Mant) Hebert Bustos
Cnel.(Av.) Walter Malán
Tte.1º(Av.) Juan Maruri
S.O.M. Juan Misol (Telefónica)
Documentos varios
Orden de la Inspección General de la Fuerza Aérea Nº 924.
Boletín del Ministerio de Defensa Nacional Nº 3487.
Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca
Sitios en Internet
www.artehistoria.com/historia/contextos/3216.htm
www.b25.net
www.cidob.org/Castellano/Publicaciones/Afers/64benitez.htm
www.pilotoviejo.com
www.elhistoriador.com.ar
www.fav-club.com
www.geocities.com/luisnegras
http://www.historiasiglo20.org/GLOS/cuba1962.htm
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www.oas.com/jurídico
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www.tau.ac.il/eial
www.vectorsite.net
www.usembassy.state.gov/colombia
www.wsg.br.com\publcacoes /
artigos.htm/Para que resucitar o TIAR?
www.webreadycorporation/Fuerzas
Militares Dominicanas
www.home.att.net/~jbaugher2/b25_30.html
Diagramación y Diseño gráfico: Pilotoviejo
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publicado en "Memorias del Tiempo
de Vuelo"
www.pilotoviejo.com el 6 de febrero de 2005
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